La fiesta desde las barreras
Unos sanmateos diferentes. Muchos colectivos, por su estado, discapacidad, enfermedad o trastorno se ven obligados a huir de la ciudad o asistir con cautela extrema a unos actos festivos poco pensados para las minorías
Pensadas para la mayoría, pero no aptas para todos los públicos. Con el estallido del cohete, a mediodía de hoy, Logroño se viste de fiesta durante siete días con la ciudad patas arriba a lomos de actos, en su mayoría multitudinarios.
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Más de 300 hay programados –conciertos, verbenas, degustaciones, arte en la calle... –jornadas de vermú torero y tardeo, de escapadas nocturnas; fuegos, carrozas, feria taurina y pelota; atracciones, circos y puestos de venta en el recinto ferial... Al margen de lo que surja fuera del cuadernillo mateo. Días de jolgorio, de risas y disfrute para todos. O casi.
Hay muchos que optan por hacer las maletas y alejarse del bullicio, pero otros, que son o han sido fiesteros, se ven obligados a renunciar a muchas de las citas de San Mateo para proteger su integridad física, mantener su delicado estado de salud o evitar severas complicaciones en su patología o enfermedad.
Les da rabia, pero los riesgos son excesivos. Diario LA RIOJA ha querido pulsar la opinión y las demandas de algunos representantes de estos colectivos afectados. Entre ellos personas con distintas discapacidades –visuales y físicas–, para los que las barreras habituales se multiplican esta semana en forma de aglomeraciones humanas, vallas y otros obstáculos inesperados.
Hay quien convive con su trastorno y que ya se habrá anudado al cuello esta mañana el pañuelo, como Miguel Pérez Las Heras, usuario de ARPA-Autismo Rioja, quien mantiene vivo su sueño de asistir algún año al cohete como Vendimiador. Pero como admite, muchos de sus compañeros de asociación deberán una vez más poner kilómetros de por medio para mantener una estabilidad imposible en medio del gentío o del estruendo de la música, de los fuegos artificiales y petardos. O lejos de la fiesta o con una cautela extrema afrontan los próximos días algunos enfermos todavía incomprendidos por muchos, esas personas que luchan contra su adicción. A lo que sea, pero muy a menudo al alcohol, omnipresente en la semana matea. Y en la vida.
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Juana Pérez Gil ONCE La Rioja
«San Mateo se me ha complicado mucho y huyo de las aglomeraciones»
«Todo empezó en 2021, pensaba que eran cataratas y me costó ir porque me daba apuro por la pandemia y luego ya se pudo hacer poco. Sufro una degeneración macular y tengo la retina atrofiada, tengo muy poca visión y encima poco campo visual, con lo que veo las cosas distorsionadas totalmente. De un ojo no veo nada y del otro me están intentando mantener lo poco que veo y me ponen una inyección cada mes, pero, por si acaso, estoy aprendiendo Braille, que es muy difícil, pero estoy en ello y yo creo que lo conseguiré», explica Juana Pérez Gil, de 75 años, que llegó a la ONCE hace 18 meses, una entidad que, destaca, «tiene un personal increíble, con un potencial humano enorme, y que siempre intentan ayudarte, porque cuando te toca es muy duro».
Enamorada de las fiestas mateas, las de este año las afronta con resignación. «En el día a día tengo menos problemas porque, por ejemplo, sé en mi calle donde están las baldosas levantadas, pero cuando sales de tu ámbito...».
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Problemas por mil
«En San Mateo se multiplican por mil los problemas. Yo antes iba al chupinazo, a las degustaciones, el bullicio de la calle, de las peñas y de las charangas siempre me ha gustado, iba a los toros, a los conciertos, a los fuegos... Ahora todo eso no se puede ya. A las personas que tenemos discapacidad visual, al menos en mi caso, tanta aglomeración nos agobia porque te envuelve la gente, hay vallas por todos los sitios, nada está señalizado para nosotros y como yo no llevo bastón nadie se da cuenta... Cuando no ves, el oído es un sentido imprescindible, pero con el gentío y el ruido lo pierdes también. Además, en mi caso, yo llevo audífonos, porque tengo también un déficit auditivo, y me molesta muchísimo el ruido, me revienta los oídos. Al final no te sientes cómoda ni disfrutas, ¿a qué vas a salir?», añade. «San Mateo se me ha complicado mucho, al final tengo que optar por un sitio tranquilo, como un día normal, y huyo de las aglomeraciones», concreta dispuesta a pelear: «He dejado atrás una etapa de mi vida y estoy comenzando otra, quiero valerme por mí misma, pero las dificultades de la calle están ahí y no se superan así como así».
Ricardo Usuario ARAD La Rioja
«Intento evitar las zonas de riesgo, pero el alcohol está socializado»
Ricardo está en plena batalla. Nunca es fácil, pero en San Mateo se complica hasta el infinito. Llegó a Arad hace dos años. «Estaba descontrolado, bebía hasta 2 y 3 litros de cerveza, por la mañana y por la tarde, y también vino. Quería parar pero no podía. No perdí el trabajo ni la familia, pero vi que no podía seguir así. No duermes bien, te levantas deprimido, cansado, con una sensación de culpa y de vergüenza terribles, piensas incluso en quitarte la vida... Así que di el paso, pedí cita a mi médico, me mandó al psiquiatra y este, a ARAD», concreta.
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«Me ha cambiado la vida totalmente, me han ayudado muchísimo y soy feliz, pero sé que tengo que estar siempre alerta, con la guardia alta, y San Mateo no ayuda. Yo no echo la culpa a los demás, porque la culpa es mía, pero hay que dar explicaciones de por qué no bebes. Intento evitar las zonas de peligro, pero da igual porque el otro día estuve en un chiquipark y otros me insistían en que tomase una cerveza».
«La cocaína, por ejemplo, no la ves, pero el alcohol está socializado. Sé que tengo que evitar las zonas de riesgo y también a las personas de riesgo, pero seguiré peleando porque la vida es mucho más bonita así».
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No piensa rendirse. Además del apoyo familiar y el trabajo en ARAD no ha renunciado al respaldo de las pastillas Antabus: «Algún día las dejaré, pero todavía no, y eso que me pongo malísimo si pongo vinagre de Módena en la ensalada o me echo una colonia que contenga alcohol, es como un bofetón, pero...».
Juan José Bilbao Usuario de silla de ruedas
«Hay que tener sentido común y ser consciente de las limitaciones»
«En estas fiestas se multiplica todo, pero el principal problema es que hay mucha gente, sobre todo en el centro», explica, para defender que «lo que tienes que hacer es tener sentido común, saber a dónde vas y ser consciente de las limitaciones».
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No obstante, también destaca y alaba la comprensión, cooperación y complicidad de la ciudadanía: «La sociedad ha evolucionado mucho, mucha gente ha crecido ya en la educación igualitaria. Si ven una silla de ruedas o alguien con muletas te dejan pasar, te ceden un sitio privilegiado o no te harán esperar en una cola».
«El cohete, los conciertos, la feria, Portales, Laurel... Va a haber mucha gente y más en ciertas horas concretas, por eso tienes que ser consciente y tener coherencia y saber que igual en ese momento no, pero un poco más tarde sí, aunque insisto, la gente te ayuda siempre», prosigue para destacar que «en el día a día, aunque la ciudad ha mejorado mucho en los últimos años, algunas de las barreras siguen ahí. Yo a Logroño, que es una ciudad muy plana y relativamente cómoda en silla de ruedas, no le pongo mala nota, aunque todo es mejorable, sobre todo en algunos sectores, porque si yo puedo ir a comer y a beber, tengo que poder también ir al baño».
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Antonio Alcohólicos Anónimos
«Yo llevo años en sobriedad y salgo y disfruto, lo que no hacía antes»
Trata de vivir las fiestas como no lo hizo jamás en el pasado. Alcohólicos Anónimos le ha dado otra oportunidad.
«Al bebedor le da igual que sea San Mateo o no, porque buscará cualquier excusa para beber, pero lógicamente las fiestas no ayudan. No hablamos de borrachos, sino de personas con la enfermedad del alcoholismo. Yo ahora llevo unos años en sobriedad y salgo y disfruto de las fiestas, cosa que antes no hacía nunca», explica Antonio, que llegó a la entidad por primera vez hace 22 años, con 38. «Pedí ayuda y estaba bien, pero no creí que era una enfermedad, no lo reconocí y dejé de ir», admite. Tras unos años volvió al infierno. «Caí en una depresión, empecé también con ansiolíticos, pensé en tirarme por la ventana... Hace 5 años, al final de la pandemia, di el paso de volver», se enorgullece. «En la primera reunión me di cuenta de algo que no vi la primera vez y es que la gente ahí era feliz y yo no lo era y me dije 'joder, si ellos lo han conseguido, pues yo lo voy a lograr'», prosigue. No ha vuelto a beber. «Mi vida es totalmente distinta», destaca para animar a quien lo necesite a llamar a una asociación que cumple 90 años de vida (639 030 542, móvil de 24 horas), «donde se va a encontrar, no a una pandilla de erráticos borrachos, sino a gente normal y corriente que ha decidido dejar de sufrir y dejar de hacer sufrir a los suyos. Esto es una enfermedad progresiva, incurable y fatal, a lo que yo añado mortal», concluye para demandar el apoyo urgente de la administración para conseguir una nueva sede.
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Miguel Pérez Las Heras ARPA-Autismo Rioja
«Yo salgo y disfruto, pero muchos compañeros se tienen que ir de Logroño»
«Yo sí que suelo salir en San Mateo y disfruto mucho. Voy a los fuegos, a la feria, al pisado... A todo lo que puedo y me lo paso genial y, de hecho, me he presentado dos veces a Vendimiador», señala Miguel Pérez Las Heras, de 28 años, y usuario de ARPA-Autismo Rioja, quien, sin embargo, admite que «es cierto que hay personas que se tienen que ir fuera por el ruido y el jaleo. Tengo una compañera mía –su madre también tiene autismo– que vive cerca del Ayuntamiento y se tiene que ir con toda la familia porque es un horror para ellas y también para su perro de asistencia, que lo pasa fatal con el alboroto y el ruido. Los petardos, los fuegos artificiales, los gritos la música a todo volumen, para ellos es un pánico real que les descompensa su sistema nervioso».
Tras asegurar que «la gente de la calle no nos entiende, cuesta mucho todavía, y más porque cada caso es totalmente diferente, cada uno de nosotros somos distintos de otras personas con autismo», plantea algunas de las demandas del colectivo para poder disfrutar aunque sea a ratos de las fiestas mateas. «Pedimos que por ejemplo en vez de fuegos artificiales haya drones, al menos una noche, pero este año no va a haber. Es un espectáculo que no molesta tanto a nuestro colectivo y a otros que son también sensibles, e incluso a las personas que tienen perro, porque los animales lo pasan fatal», detalla, para recordar que «aunque en la feria hay un día en el que se destinan un par de horas, de cuatro a seis de la tarde, a los colectivos sensibles en el que las atracciones no tienen sonido ni luces y es de agradecer, pero es a primera hora de la tarde y debería ser una actividad más normalizada y sobre todo más inclusiva, que no estemos nosotros solos ese rato, que se explique, se informe y pueda y acuda gente sin autismo y podamos convivir todos, aprender y entendernos».
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Sin acceso prioritario en el recinto ni en la mayoría de actos, Miguel lo ejemplifica con el caso del Tragantúa: «Hay muchos niños con autismo que no pueden estar esperando en una fila donde les empujen, les agarren o haya gritos porque para ellos es peor que una tortura», concluye para aconsejar a cualquier persona que necesite ayuda que llame a la puerta de la entidad (941 24 78 76 arpa@autismorioja.com) porque «somos una gran familia».
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