La portada de 'El Japón heroico y galante'. L.R.

Desde el Yosiwara a Raquel Meller

Gacetilla de un tipo confinado (XXIX) ·

El sol fue inclinando suavemente su cerviz y cerré el libro mientras escuchaba un viejo cuplé de Raquel Meller, la inmortal violetera

Martes, 14 de abril 2020, 08:19

No acaba de arrancar el sol. O titubea como un niño desdentado o sonríe a medio gas, sin fulgor ni ánimo. Son cosas de estas calendas, aquí y en Japón, aunque el periodista Enrique Gómez Carrillo asegurara que en la tierra del sol naciente la primavera es más menuda y menos espléndida que la de Boticelli, pero no menos seductora. Ayer me asaltó desde mi caótica biblioteca un libro que apenas recordaba: 'El Japón heroico y galante', una obra deliciosa que se publicó en 1915 con prólogo del poeta Rubén Darío y que describe la vida cotidiana del Japón de principios de siglo desde la óptica de un autor guatemalteco que enviaba sus crónicas periodísticas a 'El Liberal', de Madrid, y 'La Nación', de Buenos Aires. Enrique Gómez Carrillo, que además estuvo casado durante tres años con Raquel Meller, la legendaria cupletista con madre de Inestrillas, escribe con crudeza e inusitado realismo.

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Tras desembarcar en Tokio procedente de Marsella, dibujó una ciudad muy distinta a la actual urbe ultramoderna: «Los niños, medio desnudos, amontonándose en medio del arroyo, forman exquisitos grupos de bronce viviente. Las calles continúan siempre feas, de una fealdad miserable, feas de lodo, feas de pobreza, feas de humildad». Y pronto viaja al Yosiwara o la 'ciudad sin noche', con su perpetua exhibición de «mujeres que sonríen (confinadas) dentro de sus jaulas». Pero las jaulas son un dechado de ostentación (quizá como nuestras jaulas de ladrillo y cemento) con un lujo fabuloso, incrustaciones de oro y almohadones de terciopelo que sirven de asiento a las musmés.

¿Y el sexo nipón? «El amor aquí no tiene prisas ni impaciencias. Es un rito». Las maikos cubren el lecho con un velo verde. Y llega la muñeca que escogió en el escaparate de laca. «¿Quién podrá conocer jamás el fondo de estas almas femeninas?», exclama el amante de la bellísima Raquel Meller, aquella diva a la que olvidó la fama de forma repentina y que después de sus escarceos con Charlie Chaplin y sus triunfos de Nueva York y París se marchitó olvidada en un piso de Barcelona.

No acaba de arrancar el sol. O titubea como un niño desdentado o sonríe a medio gas, sin fulgor ni ánimo

Japón siempre será una incógnita. Sus héroes no conocen derrota ni cautiverio. ¿Qué es el bushido? Pregunta el periodista: «Los doctores de Tokio sonríen y contestan que el bushido es todo». El sol fue inclinando suavemente su cerviz y cerré el libro mientras escuchaba un viejo cuplé de Raquel Meller.

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