Centenarios
Riojanos con un siglo de historiaCon el aumento de la esperanza de vida, cada vez más vecinos de la región alcanzan los 100 años
Llegar a los 100 años ha sido, tradicionalmente, sinónimo de algo insólito. Hace no tanto tiempo, cuando alguien alcanzaba esa edad se generaba un gran ... revuelo a su alrededor y se publicaban noticias en los periódicos, televisiones o radios. En la actualidad, lejos de haberse convertido en algo habitual, sí que resulta más común encontrarse con personas centenarias. Y lo que es más importante, con centenarios que alcanzan ese hito con un estado de salud más o menos aceptable.
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Los datos están ahí. A 1 de abril de 2025, en La Rioja había 165 personas con 100 años o más (137 mujeres y 28 hombres), según los registros de Riojastat, el Instituto de Estadística de La Rioja. En solo un año, esa cifra había crecido en 19 ciudadanos y, si la comparación se lleva más atrás en el tiempo, las conclusiones resultan mucho más relevantes. No en vano, en 2003, según el Instituto Nacional de Estadística, solo 51 personas superaban esa barrera.
Esa es una consecuencia clara de otra tendencia, la del aumento de la esperanza de vida, que en 2023 (último dato que ofrece el INE) se elevaba en las mujeres riojanas hasta los 86,94 años y en los hombres hasta los 81,44. De media, por lo tanto, la esperanza de vida en la comunidad autónoma es de 84,17 años, casi cuatro más que los 80,43 que esa misma estadística reflejaba a principios de siglo, en el 2000.
165 riojanos
tenían 100 o más años a fecha de 1 de abril de este 2025, según los datos que maneja Riojastat, el Instituto de Estadística de La Rioja. De ellos, 137 eran mujeres y 28, hombres.
84,17 años
Era la esperanza de vida de los riojanos en 2023, según los registros del Insituto Nacional de Estadística. En el caso de las féminas, esa edad se elevaba hasta los 86,94 años; en el de lo varones se quedaba en 81,44.
0,05 por ciento
Es el porcentaje de la población riojana que tenía 100 o más años a 1 de abril de 2025. Es una de las proporciones más altas de España, solo superada por las de Castilla y León, Galicia, Asturias y Aragón.
¿A qué se debe esta progresión? A esta pregunta se puede responder tanto desde un punto de vista médico como social. Para el primero, desde el Colegio de Médicos, la geriatra Ana Fernández-Torija da la clave. «Nos cuidamos más», sentencia. «Acudimos más al médico, controlamos las enfermedades crónicas, cuando aparecen, se hace un mejor seguimiento y se lleva una vida más sana», añade. Además, tal y como resalta la especialista, tras la jubilación «se ofertan más actividades para que los mayores no se aíslen y para que la gente siga activa».
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Fernández-Torija se congratula, igualmente, de que no solo se vive más, sino que se llega en mejores condiciones a esas edades avanzadas. «Estamos todos muy pendientes de dar vida a los años, no años a la vida», sintetiza antes de hacer referencia a la importancia de los avances médicos. «Se están dando pasos de gigantes», recalca. Así, no es de extrañar que la progresión de la esperanza de vida sea «claramente al alza», aunque la geriatra cree que, en un momento dado, se llegará a un tope. «El cuerpo humano tiene sus límites y, aunque esté muy bien cuidado, se terminan alcanzando», analiza. «Así que pensar en que pueda haber mucha gente de 110 o 115 años me parece demasiado y llegar a los 150, una utopía», concluye.
Los retos
En la actualidad, el porcentaje de centenarios en La Rioja con respecto a la población total es del 0,05%. Es una de las comunidades autónomas con una proporción más alta y el INE apunta a que en 2030 ese porcentaje se elevará en el conjunto del país hasta el 0,06%. «Y esas mismas previsiones apuntan a que solo siete años más tarde, en 2037, la proporción será ya del 0,1%», apunta Mar Rodríguez Brioso, socióloga y directora del Área Social de Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
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Para ella, el hecho de que cada vez haya más personas con más de 100 años «es un indicador de éxito» de las sociedades. «Otra cosa es el impacto que puede tener y cómo las sociedad ha de afrontar esa tendencia», apostilla. Y es ahí donde aparecen diferentes retos. «El principal es garantizar la calidad de vida y la dignidad de esos mayores de 100 años», señala la socióloga. «Otros retos se pueden ubicar en campos como la salud pública, el mercado laboral y las políticas sociales;se requieren nuevos modelos de atención a los mayores, centrados en las personas, y que resulten equitativos y sostenibles en el tiempo», añade.
Rodríguez Brioso cree igualmente que queda «mucho por hacer» en este ámbito, aunque se cuentan con fortalezas como la importancia que tiene la familia como institución social en España o el cambio en la percepción de la vejez. «Cada vez se asocia menos el envejecimiento exclusivamente a la inactividad, la dependencia o la enfermedad», resalta. «Existe mayor visibilidad en los medios y en la cultura y el envejecimiento activo y saludable se ha convertido en un objetivo social y político, lo que ha contribuido a que haya una línea de trabajo específica para este grupo de edad», finaliza la experta.
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Esperanza Aydillo Cumplió los 100 el 11 de junio
«La gente no ha de tener miedo a cumplir años; se puede ser feliz a esta edad»
«No se puede ser más logroñesa que ella, nació el día de San Bernabé y lleva el nombre de la patrona de la ciudad». Esas palabras las pronuncia uno de los hijos de Esperanza Aydillo Pinedo, quien el pasado 11 de junio se convirtió en centenaria.
Esperanza es calceatense de nacimiento, pero después la vida le llevó por muchos lugares. Pasó por Gerona o por México, donde nacieron sus dos descendientes y donde conoció a su marido. «Era catalán, se llamaba Luis y era una gran persona», rememora esta maestra de vocación que se traslada con mucho cariño a la época en la que estuvo dando clases en Nalda. «Fue muy bonita», certifica la riojana, la octava de una familia de nueve hermanos.
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Echando la vista atrás, Esperanza recuerda como «muy feliz» su infancia y define su vida como «muy tranquila», en la que «siempre han primado los pilares como el respeto y el afecto». De hecho, preguntada por la receta para llegar hasta su edad, acude a ese estilo de vida sosegado. «Todo el mundo me pregunta cómo he vivido esta vida y les digo que con tranquilidad», señala. «Los abusos no son buenos para nadie aunque, de vez en cuando, tampoco esta mal darse un homenaje», añade la vecina de Logroño desde la casa a la que llegó hace más de medio siglo.
A Esperanza no le asusta cumplir años. Es más, le dice a todo aquel que la quiera escuchar que «no tenga miedo» a llegar hasta ciertas edades. «Se puede ser muy feliz», afirma rotunda antes de hacer referencia a otros de los pilares de su vida actual, sus cuatro nietos. «Todos varones y muy buenos chicos», apuntilla.
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La calceatense no usa gafas. («solo para leer, pero no me gusta llevarlas», cuenta). Además, oye perfectamente e intenta salir «casi a diario» a la calle a dar una vuelta. «Y si puedo, voy a la iglesia porque para mí es algo muy bonito;es donde recibo el mayor afecto», detalla antes de recordar que también hace gimnasia por las mañanas en la residencia. «Es la forma de no quedarse ahí tirada como un trapo», apunta.
La fe es, por lo tanto, otro de los motores de su longeva existencia. «Hay que aceptar lo que Dios manda y esa es la base principal de la felicidad», opina. Dios y, cómo no, el cariño de la familia. «Es muy importante también, pero lo fundamental es que todos nos adaptemos al carácter y a la forma de pensar de los demás; que exista un respeto mutuo entre unos y otros», sentencia. Para Esperanza, ese es el secreto para vivir, tal y como ella ha hecho (y sigue haciendo), una vida plena.
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María Prudencia Garnica Cumplió 100 años el 1 de abril
«Me han preguntado mucho por la receta y no la sé; solo sé que he sido y soy feliz»
Hablar con María Prudencia Garnica (Pruden, como le gusta que le llamen) es asistir a una clase de vida. Se nota que ha sido maestra y que sabe transmitir aquello que piensa y que siente a los demás. También lo hace en la actualidad, con sus 100 años:«He perdido vista, he perdido oído, pero saco fuerzas de donde haga falta».
Pruden nació en Navarra, en un pueblo llamado Dicastillo. «Tuve unos padres especiales», destaca. «De ellos, he sacado un don muy especial; he sabido leer en los ojos de las personas y eso me ha servido mucho en la vida», añade. En Navarra también nacieron sus ocho hijos, pero después puso rumbo a La Rioja para desarrollar su labor de profesora. «He dado clase en muchos pueblos y he tenido alumnos de todas las edades», rememora.
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Su memoria funciona a la perfección. «No la he perdido», se congratula. Y por eso no titubea a la hora de recordar anécdotas de su infancia o sus vivencias en las aulas. «A mí mis alumnos me han aportado muchísimo, he llegado a tener hasta 42 en una clase», reseña poco después de contar que siempre ha tenido «un temperamento» que no quiere perder. «Por dentro era tímida, pero yo misma me envalentonaba y me decía que no fuera así, que tenía que ser alguien valiente y decidida», relata.
Y tan valiente es que no hace tanto, en 2016, se subió a un globo aerostático para surcar los cielos riojanos. Una experiencia que no olvida, como tampoco lo hace con los consejos que siempre ha transmitido a su familia. «Nunca les he obligado a nada, pero les he dicho que siempre vayan con la verdad», sentencia.
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Además de valiente, Pruden ha tenido el don de caer bien a la gente. «Todo el mundo me ha querido mucho», se congratula al tiempo de asegurar que también ha sido receptora de numerosos piropos. «Mis ojos se han llevado muchas alabanzas y dicen que era guapa y esbelta; de hecho, creo que a mis 100 años sigo teniendo una buena figura», opina mientras se pone de pie para que los presentes comprueben que no miente.
Pruden ahora tiene una vida tranquila. Cuenta que sale poco a la calle porque hay muchas baldosas que se mueven y que es una hija la que le acompaña al médico, a la peluquería «o donde haga falta». No volvería a ninguna época en especial porque considera que todas han resultado positivas y, preguntada por la receta para llegar así de bien a los 100, responde: «Mucha gente me la pregunta y no la sé, solo sé que he sido y soy feliz».
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«Yo siempre digo que no soy mayor, sino que he nacido demasiado pronto»
Si alguien quiere saber cómo era Logroño hace décadas, que le pregunte a José Casto Alonso. Pepe, como le llama la mayoría, tiene una memoria excelsa. Se acuerda de todo y es capaz de explicar sin dudar cómo se distribuían las calles de la ciudad hace muchos años. Se acuerda de dónde se encontraban cines ya desaparecidos, la disposición que tenían los árboles en los parques o de cómo han ido variando su fisionomía con el paso del tiempo... Todo está en su privilegiada cabeza.
El 28 de marzo pasado, Pepe cumplió cien años y lo celebró con toda su familia, muy presente en su rutina diaria gracias a las múltiples fotografías que adornan el salón de su casa. «Hubo gente que vino del extranjero expresamente para aquel día», se congratula. «No creía que iba a ser posible, pero se celebró mucho ese cumpleaños; mi familia me quiere», afirma con una sonrisa que ilumina su rostro. Porque si algo caracteriza a Pepe es su alegría y su sentido del humor y así lo demuestra durante el relato de su vida, desde su nacimiento hasta la actualidad.
Siempre ha vivido en Logroño, primero en diferentes puntos del casco antiguo y ahora en la calle Murrieta. Tiene seis hijos, once nietos y cuatro biznietos («nada más», bromea) y ha trabajado desde los 15 años. «Había que sacar a la familia adelante y salía de un sitio de trabajar y me iba a otro; llegaba a casa a las doce de la noche», rememora.
El esfuerzo valió la pena, puesto que asegura que nunca les ha faltado de nada y se confiesa orgulloso de la labor realizada junto a Eloísa, su mujer, a quien no para de halagar: «No me pude casar con nadie mejor. Era muy buena persona».
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Echa la vista atrás y recuerda cómo iba con toda su familia a las piscinas del Ebro en una furgoneta, sus paseos en bicicleta hasta Lomos de Orio, Valvanera o Viguera con sus amigos, el curso de vuelo sin motor que empezó pero no terminó, o sus años de socio del Club Deportivo Logroñés. No se olvida de nada y certifica que la edad solo es un número al exponer que, por las mañanas, se hace el desayuno, la cama y la comida y por las tardes sale a dar largos paseos por la ciudad.
Ante esta demostración de capacidades no es de extrañar que Pepe acuñe una frase. «No es que sea mayor, sino que he nacido demasiado pronto», repite tanto él como uno de sus hijos, poco antes de afirmar que desde el día que cumplió los 100 años ha pegado «un bajón tremendo». Una aseveración con la que ni sus hijos ni cualquiera que le vea y se pare a charlar un rato con él está de acuerdo.
Trinidad Sáez Centenaria desde el pasado 7 de junio
«Doy gracias a Dios por haberme dejado llegar hasta aquí con la cabeza bien»
Varios cuadros hechos a punto de cruz adornan las paredes de la casa de Trinidad Sáez. Cuenta que los ha hecho ella porque hasta hace unos años coser era uno de sus mayores entretenimientos. «Ahora ya no puedo por el pulso y por la vista», lamenta esta riojana nacida en Berceo que el pasado 7 de junio llegó a los 100 años.
Trini (como le llaman los que la conocen) pasó en su pueblo de nacimiento buena parte de su vida. Recuerda con cariño su infancia, aunque asegura que en su familia pasaron dificultades. «Nos pilló la Guerra Civil», rememora. «Mi padre murió joven y nos quedamos mi madre y yo solas porque mis hermanos estaban en Madrid», añade. Una vez casada, le tocó ir al campo. «Trabajé como labradora, era duro y más en este tiempo que había que ir a sacar patatas y a trillar», expone.
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Junto a su marido tuvo tres hijos, a los que posteriormente se sumaron cuatro nietos y un biznieto. Ahora vive en Logroño y se entretiene leyendo revistas del corazón y haciendo sopas de letras. Pasa bastante tiempo en casa porque no le gusta demasiado salir a la calle en la ciudad. «Me tienen que sacar en silla de ruedas y no me apetece», cuenta después de explicar que, cuando va de visita a Berceo, sí que sale más «a tomar el fresco», aunque lamenta que la vida en el pueblo ya no sea como ella la recordaba. «Antes nos juntábamos los vecinos por las tardes a coser, otros jugaban a la brisca y había muchos chavales por la calle», enumera Trini. «Ahora es una pena porque están casi todas las casas vacías», lamenta.
La riojana reconoce que no se esperaba alcanzar la edad que tiene. «Doy gracias a Dios por haberme dejado llegar a esta edad con la cabeza bien», se congratula al tiempo que lamenta que otras partes del cuerpo no le acompañen tanto en ese buen estado de salud. «Me operaron de una hernia, he llevado collarín, se me rompió la cadera... No sé cómo estoy tan bien con todo eso», exclama antes de asegurar que no quiere generar molestias a los familiares que ahora cuidan de ella.
Lo que mantiene intacto, según cuenta la propia Trini, es el apetito. «Todo me sienta bien», se congratula desde su actual residencia en Logroño, desde donde no se atreve a dar una respuesta concreta al ser preguntada por la receta para llegar hasta los cien años de vida. «No lo sé, porque mire usted qué vida he llevado yo», le dice al periodista. «Lo importante es tener la cabeza bien», reitera. Y Trini cumple perfectamente con ese requisito.
Miguel Aramayo Vázquez Cumplirá 100 años el próximo 7 de agosto
«No me pongo ningún tope de edad; lo principal es seguir con buena salud»
A Miguel Aramayo le quedan pocos días para convertirse en centenario. Pasará de dos a tres dígitos en su edad el próximo 7 de agosto y por eso, al ser preguntado por lo que se siente al alcanzar ese hito, responde sincero y con humor:«No lo sé, como todavía no he llegado no le puedo decir».
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Este logroñés afirma vivir una vida tranquila. Recibe al periodista y al fotógrafo que participan en este reportaje leyendo el periódico. Es suscriptor de Diario LA RIOJA y para él resulta «una obligación» hacer eso todas las mañanas. «Lo leo desde atrás hacia adelante», confiesa, poco antes de explicar que esa labor le ocupa gran parte de las horas matutinas. «Cuando termino, me voy al Hogar de Lobete a comer», cuenta.
Después, llega otra de las «obligaciones» que Miguel tiene a lo largo del día: la siesta. Es otro de los momentos que no pueden faltar en su día a día y que le ayuda a afrontar el resto de la jornada. El riojano, no en vano, reconoce ser «muy casero», aunque si echa la vista atrás recuerda los viajes realizados con María Luisa, su mujer. «Falleció en 2008, pero me ha gustado mucho ir con ella a todos los sitios a los que hiciera falta», sentencia.
Junto a ella, Miguel formó una familia. Lo hizo después de una infancia «de calamidades», tal y como la define. «Era hijo único y nos pilló la Guerra Civil, además mi padre falleció muy joven, con solo 35 años», lamenta. Tras conocer a su esposa, eso sí, sus recuerdos mejoran, gracias también a sus tres hijos, dos nietas y una biznieta de seis meses.
Policía de noche
Miguel, más allá de la vida familiar, ha sido un hombre muy trabajador. Relata que la mayor parte de su historial laboral la realizó en torno al Ayuntamiento de Logroño, incluidos más de treinta años como policía local de la capital riojana. «Más que nada, estuve trabajando de noche durante esa etapa», rememora. Y al ser preguntado por si no le daba miedo trabajar una vez que el sol se ponía, responde con un rotundo «no».
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Con todos estos ingredientes, Miguel no es capaz de quedarse con solo un momento de su extensa vida, pero seguramente si lo hiciera la música estaría muy presente en él. «He estado en la Banda Municipal», afirma con orgullo justo antes de explicar que con esa agrupación pudo conocer buena parte de Francia. «Fueron momentos muy felices porque a mí la música me ha gustado, y me sigue gustando, muchísimo», señala. Es más, cualquier estilo le resulta atractivo, aunque el que más le tira, tal y como admite, es la clásica. Para confirmar esa afición, solo hay que echar un vistazo al mueble del salón de su casa. «Tengo ahí más de 200 discos», concreta.
Por último, al igual que sucede con la mayoría de los protagonistas de este reportaje, al ser cuestionado por la receta para llegar a esa edad con buena salud, no se atreve a dar una respuesta concreta, aunque sí lanza una clave. «No hay que pasarse de las reglas», apunta. Quizás ese sea el principio para emular a Miguel y al resto de centenarios riojanos.
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