Varias pacientes afectadas por trastornos alimentarios en un hospital valenciano. R. C.
Día Internacional lucha contra los TCA

Anorexia y bulimia: Los TCA llegan a la preadolescencia

Los expertos alertan del aumento de casos de trastornos de la conducta alimentaria en menores de 12 años y de la influencia de las redes sociales

Juan Marín del Río

Logroño

Sábado, 29 de noviembre 2025, 20:05

Con motivo del Día Internacional de la Lucha Contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), profesionales de la salud mental alertan de un fenómeno ... que crece en silencio y afecta cada vez a menores más jóvenes. Daniel Esteban, psicólogo especializado en estos TCA —anorexia, bulimia y trastorno por atracón—, atiende a diario a familias preocupadas, adolescentes y niños que empiezan a mostrar señales alarmantes. Resume la situación con preocupación. «Estamos viendo un adelanto claro en la aparición de los TCA, es una barbaridad. Cada vez llegan pacientes más jóvenes, incluso menores de 12 años, con diagnósticos de manual, una realidad que rompe con la idea de que estos trastornos no aparecían antes de los 13 o 14 años».

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Esteban explica que este cambio no ha sido repentino, sino progresivo, aunque la pandemia marcó un punto de inflexión. «El confinamiento nos bajó a todos un escalón emocional. Quien estaba bien se volvió más vulnerable, quien estaba regular empeoró, y quien ya tenía un trastorno vio cómo sus síntomas se intensificaban». La ruptura de la rutina dejó al descubierto problemas que antes quedaban camuflados. Muchos adolescentes se encontraron solos con sus pensamientos y con una pantalla que, según el psicólogo, actuó como «un espejo deformado» que amplificaba inseguridades.

Las redes sociales, señala, juegan un papel determinante en el incremento de los TCA. «Un niño de diez años puede pasar horas viendo contenido que exalta cuerpos imposibles, retos de adelgazamiento o modelos de vida irrealmente perfectos. A esa edad no tienen el filtro emocional necesario para entender que lo que ven no es real». La comparación constante, sumada a la falta de herramientas para gestionar emociones tan complejas, puede desembocar en «conductas restrictivas, atracones, ejercicio compulsivo o un profundo rechazo del propio cuerpo».

La experiencia de Daniela (nombre ficticio), hoy de 24 años, ilustra este proceso. Tuvo anorexia a los 16, una etapa que describe como una mezcla de «autoexigencia e inseguridad». «No buscaba estar delgadísima, lo que quería era sentir que controlaba algo. Mi vida era un caos emocional en aquel momento». Recuerda cómo las redes sociales, «entonces se usaba Tuenti», reforzaban sus inseguridades. «Veía a chicas que triunfaban y pensaba que si lograba ser así, todo iría bien. Y no era verdad». Aunque asegura sentirse «totalmente recuperada», reconoce que la relación con el cuerpo es algo que «se construye cada día». Su mensaje para quienes atraviesan un TCA es contundente: «Se sale. Pero no sola. Pedir ayuda no es rendirse, sino empezar a volver a vivir».

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La pandemia, un punto de inflexión

«El confinamiento nos bajó a todos un escalón emocional; quien estaba bien se volvió más vulnerable y quien ya tenía un trastorno vio cómo sus síntomas se intensificaban»

Daniel Esteban

Psicólogo especializado en TCA

En La Rioja, igual que en el resto del país, señala Esteban, la anorexia es el TCA que «aparece con mayor frecuencia en las edades más tempranas», mientras que la bulimia o el trastorno por atracón son más habituales en etapas posteriores. Este último, advierte, pasa especialmente desapercibido. «Se diagnostica muy poco. Las personas que lo sufren sienten culpa, intentan compensar con dietas o ejercicio ejercicio intenso y entran en un ciclo difícil de romper».

Para el psicólogo, comprender los factores de riesgo y «fortalecer el apoyo familiar» es esencial para frenar la expansión silenciosa de los TCA. La preadolescencia sigue siendo la etapa más vulnerable, especialmente en mujeres, «donde la presión estética y la exposición a contenidos en redes sociales se intensifican». Esteban insiste en crear espacios de comunicación dentro de la familia y compartir malestares antes de que se vuelvan un secreto que se gestiona en soledad. «La solución no se encuentra aislado en una habitación, sino contrastando lo que sentimos con quienes más nos quieren».

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