Domingo Bartolomé y Gloria Capellán, vecinos de Turza, posan con sus casas al fondo, provistas de placas solares. Süleyman Evran/Sadé Visual

Gloria | Vecina de Turza, aldea de Ezcaray

«Si veo a alguien, bien, y si no, no pasa nada»

«Nos propusieron hacer una instalación aérea y nos negamos», explica, y los vecinos de Turza, aldea de Ezcaray, plantearon soterrar el cableado pero no obtuvieron respuesta

Diego Marín A.

Logroño

Sábado, 7 de junio 2025, 20:52

En Turza sí hubo electricidad, fue una aldea poblada hasta que se marchó su último vecino en 1971 pero, a diferencia de la aledaña ... Bonicaparra, que desapareció por completo, esta resurgió de sus propias cenizas. Actualmente cuenta con una decena de preciosas casas reformadas (una de ellas es un alojamiento turístico), e, incluso, es lugar de veraneo de un campeón del mundo de ciclismo. Su renacimiento, que le da aspecto de irreductible aldea gala, contrasta con su cementerio, ya sin lápidas y lleno de maleza, y la semiderruida iglesia de Santa Elena, en la Lista Roja de patrimonio en peligro de Hispania Nostra, pero al menos no ha corrido la misma suerte que otros pueblos del mismo valle, como Cilbarrena y Altuzarra, ya deshabitados por completo.

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Diego Bengoa, alcalde de Ezcaray, destaca que «Turza es un ejemplo de cómo algunas aldeas mantienen su esencia y vida a pesar de las dificultades, un lugar único». El Ayuntamiento va a construir un nuevo depósito de agua para garantizar el suministro porque «es más importante que el suministro eléctrico», ya que esta inversión sería elevada y compleja por los condicionantes medioambientales de la zona. «Turza es parte de nuestro patrimonio vivo, de nuestra historia, además un atractivo turístico, cultural y natural», añade Bengoa.

En Turza vive y está censado Domingo Bartolomé, quien fue alcalde pedáneo. «El pueblo estuvo unos 20 años deshabitado. Antes había luz pero se cortaba como a las seis de la tarde, todavía queda la caseta del transformador. Pero cuando vinimos nosotros ya no había ni postes de electricidad, solo quedaba alguna farola», describe Domingo. El primero en restablecerse en Turza fue Juanjo, en 1982, después llegó Domingo, quien compró un pajar que lo ha reconvertido en una hermosa casa de pueblo. Más tarde, sobre 1993, llegó Gloria Capellán junto a su difunto marido. «Nos encantó el paisaje, el hayedo en el que se encuentra. Es la aldea más soleada de la zona y nos pareció paradisíaca», declara Gloria. Lo es. Tanto es así que se han llegado a organizar retiros espirituales allí.

Gloria y Domingo, en Turza. Sadé Visual

Sin embargo, pese a la idílica belleza del entorno y de la aldea, también sufre carencias, no solo de electricidad. Aunque no hay suministro eléctrico, todos los vecinos se apañan con placas solares. Además, no hay cobertura telefónica y la pista forestal de acceso presenta significativos baches. «Todo nos baja un poco el ánimo. Todo es subsistencia. Si queremos hablar por teléfono tenemos que salir a la carretera o bajar a Ezcaray. A mí me da miedo quedarme sola por eso», confiesa Gloria, quien cuenta cómo, cuando vivía su marido, a la espera de un trasplante, no podían estar allí juntos, precisamente, para poder estar localizados.

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Domingo cuenta cómo, en los primeros años, se arreglaba con dos baterías de camión y faros de coche. En Turza se planteó establecer una comunidad energética cuyo proyecto se estancó. «Nos propusieron hacer una instalación aérea y nos negamos», expone Gloria. «Propusimos que estudiaran el soterramiento y hasta hoy. No hemos dicho que no. Pero ahora mismo igual saldría que no porque ya somos todos autosuficientes», dice Domingo.

La iglesia de Santa Elena de Turza, en ruina. Sadé Visual

Todos esos inconvenientes son una navaja de doble filo, por una parte suponen una incomodidad y, por otra, propician que Turza sea casi una utopía de paz y desconexión, un tranquilo barrio de Ezcaray incluso cuando la localidad hierve en verano. «Ha habido gente que ha venido con intención de comprar y se ha marchado por los accesos o porque tienen críos, así que cuando ven que no hay internet: «Papá, vámonos»; son incapaces de vivir sin móvil», advierte Domingo.

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A Gloria, sobre todo, el gustaría estar comunicada para estar más informada y entretenida. Los dos son vecinos. Domingo, incluso, ayudó al matrimonio a construir su envidiable caserón, pero habitualmente vive solo en Turza, que solo en vacaciones cuenta con cierto bullicio. «Suelo bajar a Logroño a poner la lavadora pero he llegado a estar veinte días aislado, sin poder salir, por el hielo», cuenta sin darle mayor importancia. No obstante, Turza se encuentra en pleno GR-93, por lo que es habitual que pasen por allí senderistas y ciclistas. «Si veo a alguien, bien, y si no, tampoco pasa nada», reconoce Domingo.

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