El mes de las flores y las comuniones

Casimiro Somalo

Miércoles, 28 de mayo 2014, 10:27

Hubo un tiempo en el que las comuniones de la primavera fueron ceremonias familiares e íntimas. Años atrás las comuniones se convirtieron en una especie de bodas con banquetes a lo grande, vestidos de fiesta y todo lo consabido del ceremonial, regalos y gastos extras incluidos. Las comuniones se celebraron siempre en mayo, el mes de las flores. De un tiempo a esta parte las parroquias, los sacerdotes del mundo rural y de las grandes poblaciones se han dedicado a concentrar el ceremonial y reunir a todos los pequeños que hacen la comunión el mismo día, en la misma iglesia.

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A partir de ahí vayan preparándose para acumular problemas y desaguisados. Imaginen una pequeña o mediana población riojana. Cinco o diez comuniones. Es lo mismo. Los padres de las criaturas tendrán que iniciar una carrera de obstáculos.

Y habrá que buscar, evidentemente, cinco o diez lugares, en el entorno familiar o en la restauración local para que puedan celebrar la fiesta más allá de la ceremonia religiosa. Difícil. Muchos tendrán que buscarse locales por el entorno de la comarca y compartir, si caben, con otras familias con idéntico problema.

Al final, la acumulación de comuniones el mismo día genera múltiples problemas que podrían solucionarse si no se empeñaran en hacerlas todos juntos y el mismo día. Todo más caro y peor servicio por la acumulación en fechas concretas. Lo reconocen padres y establecimientos hosteleros. Pero aquí nadie cambia los hábitos. Imposible. Los religiosos no están pensando lo que sucede cuando termina la ceremonia.

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