La frustración republicana por el 'caso Epstein' acorrala a Trump y a su fiscal general
Mientras comienzan a sucederse las peticiones de cese de Pam Bondi por agitar los famosos archivos del pederasta, que ahora repercuten en contra del presidente, Clinton es objeto de chanzas por elogiar en 2003 en una carta la «curiosidad infantil» del despiadado magnate
Miguel Pérez
Viernes, 25 de julio 2025, 15:12
Un Departamento de Justicia agotado, una fiscal general cuyo puesto comienza a ponerse en entredicho, un partido hasta ahora sólido como el acero revolucionado y ... un presidente bajo sospecha. El multimillonario condenado por tráfico sexual Jeffrey Epstein parece haber regresado de su tumba, a la que él mismo se encamino tras suicidarse en prisión en 2019, para poner en riesgo todo lo conseguido por su otrora amigo Donald Trump desde el inicio de su mandato el pasado enero.
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El presidente atraviesa sus peores momentos en la Casa Blanca. Un sector importante de los republicanos, y sobre todo del movimiento MAGA, le exige transparencia en torno a los famosos 'papeles de Epstein', cuyo contenido permanece en un limbo secreto absoluto. La división es tan profunda que el líder de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, tomó el miércoles la inesperada decisión de cerrar el hemiciclo por vacaciones hasta septiembre para que este jueves no pudiera votarse la solicitud de publicar todos los documentos sobre el pederasta y sus relaciones con las altas esferas, entre ellas con el propio Trump.
La decisión es una oportuna maniobra política con la que Johnson intenta dar un balón de oxígeno a su jefe y sofocar la rebelión interna de su grupo. Al decretar ya las cinco semanas de descanso estival correspondientes a los congresistas, el jefe político de los republicanos confía en que se calme el furor sobre la Casa Blanca.
La votación había sido solicitada por todos los cargos demócratas, pero también por al menos tres republicanos encabezados por el representante Thomas Massie. El problema para Johnson no es sólo éste, sino que una parte minoritaria de los suyos ha roto, o ha intentado hacerlo, la disciplina del voto en otras dos ocasiones recientes, entre ellas, la correspondiente a la aprobación de la ley fiscal estrella de Trump.
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El libro de cumpleaños
La atención popular la acapara ahora el famoso 'libro de cumpleaños' con el que una cincuentena de personalidades felicitaron a Epstein en 2003 por su medio siglo de vida. 'The Wall Street Journal' ha desvelado este viernes gran parte de su contenido y, sobre todo, de su firmantes, entre ellos el multimillonario de Wall Street Leon Black , la diseñadora de moda Vera Wan, el político y diplomático británico Peter Mandelsong o el propietario de medios Mort Zuckerman.
Cada uno de los elegidos debía enviarle al homenajeado una carta, a ser posible de alto voltaje. No todos lo hicieron. Otros sí, pero de manera literariamente encubierta. Y está el caso del multimillonario Nathan Myhrvold, fotógrafo de la naturaleza, que le envió varias imágenes de animales apareándose o mostrando sus apreciables atributos en la sabana africana.
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Ya se ha dicho que Trump también participó supuestamente en el libro, aunque él lo ha negado y demandado al Journal por falsedad. En la misiva que se le atribuye aparece un elogio al financiero como «el más grande de todos» y el dibujo de la silueta de una mujer desnuda. Su firma la ubica debajo de la cintura de la joven.
Otro destacado político que incluye el libro es Bill Clinton, quien sin saberlo hizo un desafortunado panegírico al elogiar de Epstein «tu curiosidad infantil, el impulso de hacer una diferencia y el consuelo de los amigos». En fin. Clinton ha dicho en varias ocasiones que solo compartió una ligera amistad y el avión privado del magnate, curiosamente butizado como 'Lolita', que éste le dejaba para misiones humanitarias de la Fundación Clinton. Eran otros años. El exmandatario demócrata rompió con él una década antes de que fuera encarcelado y se sucidara en prisión antes del inicio del juicio.
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En todo el monumental escándalo forjado en torno a Trump por este asunto figuran dos elementos muy importantes. La negativa oficial a difundir los 'archivos de Epstein' después de prometerlo por activa y por pasiva ha enfurecido a sus seguidores. Pero además existe el hecho de que su base ultraconservadora mantiene un especial rechazo a los delitos infantiles.
Todavía hay muchos extremistas convencidos de que en EE UU trabajan bandas de traficantes de órganos humanos que secuestran a los niños. Gran parte de la política de la Casa Blanca también se ha dirigido a suprimir el Departamento de Educación y todas las políticas de diversidad, en respuesta al miedo de la extrema derecha a que las doctrinas de pluralidad y las personas transgénero corrompan a los niños. Y cabe recordar cómo el movimiento conspinanoico QAnon, de gran ascendencia en el trumpismo, defiende que los demócratas abusan habitualmente de menores y los encierran en armarios y sótanos oscuros.
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La noche de Nueva York
El Gobierno no sabe cómo detener la 'marea Epstein'. El hecho de no facilitar datos de la investigación sobre el multimillonario alimenta la sensación de que la Administración pretende ocultar la supuesta implicación de personajes famosos y alto cargos políticos en su red de pederastia. Trump fue amigo de Epstein durante 15 años. En 2004 rompieron durante la disputa por la compra de una propiedad en Palm Beach que finalmente se llevó el líder republicano. Por aquel entonces se rumorea que expulsó en una ocasión a Epstein de su mansión de Mar-a-Lago por «pervertido».
Sea como fuere, la realidad es que los dos mantuvieron una larga amistad. Incluso circula estos días una antigua foto de ambos con James Brown, se supone que durante un concierto del famoso cantante en un casino de Trump en Las Vegas. El presidente aparece citado en las miles de páginas de investigación sobre el rico delincuente sexual pero, como en su día significó el juez del caso, eso no significa que tuviera nada que ver con sus actividades delictivas.
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Epstein desarrolló una intensa vida social en los años 80 y se cruzó con todo el quién-es-quién de las esferas social, política y económica de la noche de Nueva York. El juez, de acuerdo con el gran jurado, decretó que toda esa parte del sumario permaneciera secreta para no perjudicar a todos aquellos relacionados con él que desconocían su doble vida y a las víctimas de sus abusos, entonces menores de edad.
El inquilino de la Casa Blanca ha sido, en gran medida, el gran afectado por una bola de nieve que él mismo echó a rodar durante la presidencia de Joe Biden. E incluso antes, durante el mandato de Obama. Los trumpistas alimentaron todo tipo de conspiraciones y la idea que la 'lista Epstein' contenía nombres de políticos, juristas, economistas y otras figuras clave del 'establishment' estadounidense implicados en sus negocios macabros. Desvelar esa lista podía echar al sistema por tierra, incluido claro ésta, el Gobierno demócrata. La teoría no era mala: en EE UU se habría infiltrado tal inmundicia que era necesario un golpe exigente sobre la mesa de los ultraconservadores y su jefe.
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La cuestión es que la bola siguió rodando después de que el líder republicano fuera investido presidente y ahora parece imposible de detener. Hasta el punto de que algunos medios opinan que puede aplastar a Trump si no toma alguna medida taxativa, como la de cesar a su fiscal general, Pam Bondi. De momento, el equipo del presidente intenta calmar las aguas entrevistándose con Ghislaine Maxwell, la antigua socia y colaboradora de Jeffrey Epstein, que cumple veinte años de cárcel en una prisión de Florida desde 2021.
De la entrevista, que continúa este viernes, se encarga el abogado defensor de Trump en el caso de la actriz porno Stormy Daniels, y que hoy es vicefiscal del Departamento de Justicia. ¿Cuál es el propósito de estos encuentros? Según el Gobierno, descubrir a cualquier nueva persona «que haya cometido crímenes contra las víctimas» de la red de Epstein. Una manera socorrida de intentar hacer ver al trumpismo y los republicanos más a la derecha que la Administración persigue la «máxima transparencia».
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A Trump todo le vale ahora mismo. Al llegar al Despacho Oval anunció a bombo y platillo que no dejaría ningún rincón oscuro de la investigación en contraste con la era Biden. La propia fiscal general dijo en su primera comparecencia: «Tengo sobre mi mesa la carpeta 'Archivos de Epstein', volumen uno'». Pero ninguna de esas promesas se ha cumplido. Para peor, el Departamento de Justicia y el FBI declararon este mismo mes de julio que no harían públicas más informaciones del caso. La jueza de Florida que compendió todas las pesquisas sobre Epstein entre 2005 y 2007, tamién denegó este miércoles pasado desclasificar documento alguno, ya que la ley lo prohíbe.
Esfuerzos desesperados
El Departamento de Justicia ha empleado a cientos de fiscales y agentes del FBI ddurante meses para estudiar a fondo el expediente del denominado «monstruo sexual» que pudieran contentar el morbo del trumpismo. Todo este multitudinario equipo revisó las 100.000 páginas del caso. Lo tuvieron que hacer cuatro veces ante la falta de cualquier novedad que no estuviera ya contenida en el sumario del juicio.
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Bondi presionó a sus subordinados, al parecer, incluso ante las reticencias de muchos de ellos por la posibilidad de que infringieran secretos judiciales o el anonimato de las víctimas. A finales de febrero, acusó al FBI de «retener» documentación. Un mes más tarde, su departamento intentó publicar los 100.000 papeles de los archivos en lo que se anunció como la gran operación del Gobierno para dar a conocer absolutamente todo del caso.
Bondi se encontró con múltiples prohibiciones judiciales, ya que esos dossieres contienen miles de datos confidenciales, identidades anónims e incluso rasgos físicos de las víctimas que las harían reconocibles. La difusión fue abortada, pero Justicia no desistió. Reunió a centenares de analistas y agentes del FBI traídos de todo el país para que separasen los documentos que estaban libres de trabas judiciales. Solo eencontraron 900, que además tampoco aportaban nada. Sin embargo, la gran frustración del departamento fue confirmar que no existía como tal una lista de clientes de la red de pederastía.
La fiscal general detalló finalmente hace un par de meses a Trump cómo y en qué contexto su nombre figura en los archivos, presumiblemente por su larga amistad, como otros muchos personajes públicos relevantes de los años 80 y 90. El exceso de celo de la fiscal general parece ahora ponerle en la picota.
Analistas politicos de la Casa Blanca sostienen que el presidente debería cesarla ante la falta de credibilidad que Pam Bondi puede ofrecer a partir de ahora a los propios republicanos. «Está claro que el presidente Trump y la fiscal general Bondi son directamente responsables de la confusión y la desconfianza en torno al encubrimiento de Epstein», han declarado los demócratas en el Senado.
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