CM Matarromera. Una bodega muy personal
El empresario castellano Carlos Moro quiso que entre las once bodegas (con presencia en siete denominaciones) de su grupo no faltara una en Rioja, y por ello, en 2014 inauguró CM Matarromera en San Vicente
La presencia en La Rioja de una bodega del grupo CM responde a un empeño personal de su fundador, Carlos Moro, que deseaba que una ... de las bodegas que lo forman (actualmente once bodegas en siete denominaciones) estuviera en la más antigua de cuantas existen en España, en la DOCa Rioja.
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El propietario del grupo eligió San Vicente, un paraje en el que ya elaboraban vino los romanos (de ahí la presencia de lagares rupestres) y que ha tenido continuidad en los tiempos, como se observa en las cuevas y calados que se ubican bajo el castillo que corona la localidad.
Carlos Moro procedía de una familia de agricultores que había trabajado siempre las viñas, pero nunca había elaborado vinos. Él, ingeniero agrícola de profesión, decidió que además de trabajar la tierra quería romper la tradición familiar y comenzar a hacerlos. Así, en 1988 se inicia con la fundación de Bodegas Matarromera, en Ribera de Duero. Después de haberse implantado también en otras zonas vinícolas del país, en 2014 llega a Rioja y es en 2015 cuando lanza su primer vino de la DOCa Rioja.
CM Matarromera, ubicada en la Sonsierra entre las Sierras de la Demanda y Cantabria, es –como todas las del grupo– una bodega de tamaño medio marcada por el carácter personal que Carlos Moro imprime a todas sus empresas.
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La bodega dispone de 30 hectáreas de viñedo propio entre San Vicente y Labastida que aportan el grueso de la fruta utilizada para elaborar el vino riojano del grupo (medio millón de botellas anuales en el mejor de los casos). En la instalación sólo trabajan tres personas dedicadas al vino (el enólogo y dos personas más) por lo que la producción no puede crecer mucho más.
Hace apenas unos meses, CM Matarromera abrió sus puertas y ahora es una instalación abierta al enoturismo, área a cargo de Íñigo D'harcourt.
La bodega CM Matarromera, en San Vicente, se abrió al enoturismo hace solo unos pocos meses
De esta forma, el enoturista no solo puede conocer el origen del grupo vallisoletano llegado a Rioja y el porqué de su expansión, de la mano de Carlos Moro hace ya más de una década sino que puede conocer las diferencias entre el tempranillo y la garnacha (dos de las grandes variedades de Rioja).
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Antes de entrar en la bodega, los visitantes 'pisan' la viña aledaña a la misma (además de admirar las vistas que se observan entre las dos sierras) y conocen in situ las diferencias morfológicas entre una cepa de tempranillo y una de garnacha, y si es la época pueden también descubrir las propiedades organolépticas de cada una de ellas.
Visita CM de Matarromera
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Incluye: Vino de bienvenida, visita por las salas de depósito, elaboración, parque de barricas, embotellado y calado, con cata de 3 vinos, acompañado de queso y aceite propio.
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Duración: 90 minutos
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Precio: 30 euros
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Visita La Viña
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Incluye: Vino de bienvenida junto al viñedo, paseo con explicación; visita guiada por las salas de la bodega y calado con cata de 3 vinos, acompañado de queso de la zona y aceite propio.
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Duración: 120 minutos
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Precio: 50 euros
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Exp. Familia Matarromera
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Incluye: Vino de bienvenida junto al viñedo y paseo por él con explicación, visita guiada por las salas de depósito, elaboración, parque de barricas, y zona de embotellado. Visita al calado con cata desde barrica, y visita sala panorámica 360º con degustación de 4 vinos de finca, cada uno de una DOP.
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Duración: 120 minutos
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Precio: 70 euros
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Visita privada La Sierra
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Incluye: Máximo de 4 personas. Visita con traslado en furgoneta a lugares históricos del entorno. Visita a la bodega. Visita al calado con cata desde barrica, y visita sala panorámica 360º con degustación de 4 vinos,de diferentes DOP.
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Duración: 150 minutos
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Precio: 90 euros
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Cita previa Es indispensable
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Reserva: bodegacmdematarromera.es o en el teléfono 667668030
A continuación, los visitantes siguen el camino de la uva por una bodega construida en cinco niveles, lo que permite mover la fruta ayudados por la gravedad y prescindiendo todo lo posible de fuerzas artificiales.
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CM Matarromera trabaja con el objetivo de conseguir unos vinos de alta calidad, pero que conserven la identidad que les aporta el origen de sus uvas. El propósito es que la Sonsierra esté presente en la copa cuando se sirva un vino de la bodega riojalteña. A conservar esa identidad ayudan, entre otras cosas, que las levaduras con las que se produce la fermentación son autóctonas, procedentes de la propia uva, lo que refuerza ese carácter diferencial del vino.
La instalación, como todas las del grupo, tiene un tamaño medio y elabora vinos que remiten al terruño
Otro de los detalles, no generalizados en las bodegas riojanas –y que se le explica al visitante en su recorrido– es que CM Matarromera utiliza el CO2 propio para romper el 'sombrero' en los depósitos.
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En los depósitos cada vino evoluciona por separado porque las uvas de cada parcela dan lugar a un vino diferente que tiene que ver con unas características distintas de terreno, y unas circunstancias desiguales, o lo que es mismo, conservan la peculiaridad de su origen.
En su ciclo vital, el mosto se va convirtiendo en vino después de la fermentación maloláctica en madera, donde CM Matarromera consigue unos vinos –todos tintos– bien madurados.
En las barricas de roble (francés y americano) en un número aproximado a 1.500 se cría el vino hasta que se pasa a la botella donde este se redondea antes de salir al mercado.
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Después de siete u ocho años de uso, estas barricas se venden fuera de España para continuar su vida útil guardando en sus entrañas whisky o bourbon.
Las cubas que albergan los vinos más nobles de CM Matarromera descansan en uno de los santuarios de la bodega, un calado de hace algunas décadas (en el que llegó a participar la tuneladora del metro de Bilbao) excavado en la piedra y que constituye uno de los tesoros escondidos en el corazón de la instalación.
Después de admirar ese espacio y pasear por ese lugar donde la temperatura y la humedad permanecen inalterados, al visitante solo le resta ya, probar alguno de los vinos que ha visto nacer y crecer hasta llegar a la botella que se vierte en la copa.
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