Ermita de Tricio
Nuestra Señora de Arcos viaja en el tiempoTurismo formaliza por dos meses las visitas al monumento riojano más antiguo, con columnas romanas del siglo I y yeserías barrocas del XVIII
Este templo es un milagro. Nada desde su exterior, humilde y discreto, hace imaginar lo que atesora dentro: una nave del tiempo en la que ... viajar a lo largo de dos milenios y contemplar a través de su fusión de arquitecturas el efecto del paso de la historia comprimido en un mismo lugar a pesar de siglos de expolio, intervenciones no siempre respetuosas con lo anterior y el desdén que a menudo sufre el patrimonio histórico-artístico. Para conservarlo antes hay que valorarlo, para valorarlo hay que estudiarlo y conocerlo y para conocerlo hay que visitarlo. Esto último, una visita, es lo que contamos en estas páginas para contribuir a lo primero, su pervivencia con la consideración que merece.
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La ermita de Nuestra Señora de Arcos, en Tricio, el edificio religioso más antiguo de La Rioja, es historia de esta tierra. En origen pudo ser un mausoleo romano del siglo III que se transformó en basílica cristiana en el siglo IV reutilizando elementos arquitectónicos del siglo I procedentes de la antigua ciudad romana de Tritium Megallum (Tricio la Grande), y que posteriormente incorporó pinturas románicas y mozárabes del siglo XII y yeserías barrocas del XVIII. «No hay nada igual en el mundo, un templo paleocristiano que resume los mil quinientos años de historia oficial del cristianismo», afirma Miguel Apellániz, historiador y guía.
Visitas guiadas
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Basílica de Nuestra Señora de Arcos Tricio
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Horarios de las visitas guiadas durante julio y agosto de martes a sábado, cada hora de 10.30 a 13.30 horas y de 17.00 a 20.00; y domingos de 10.30 a 13.30
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Información y reservas 656 687 233 y lariojaturismo.com
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Resto del año contactar con Delia (676 699 377) o Nuria (620 923 644), voluntarias de la Asociación Nuestra Señora de Arcos
Durante los meses de julio y agosto es posible visitar Nuestra Señora de Arcos mediante el servicio dispuesto por el Gobierno de La Rioja a través de La Rioja Turismo. Hasta ahora –y durante el resto del año– dependía de la asociación caracolera del mismo nombre y de voluntarias, como Delia y Nuria, que abren y explican el lugar solo con pedirles cita por teléfono. La experiencia más formal de este verano podría demostrar la necesidad de consolidar este servicio. El lugar lo merece.
Esta joya del patrimonio riojano es también Monumento Nacional y, además de que tiene indudable interés propio, se encuentra a un paso del monasterio de Santa María La Real de Nájera y de los de San Millán de la Cogolla. Por otro lado, desde su origen y hasta la actualidad ha mantenido ininterrumpidamente el culto religioso, lo cual también representa una singularidad.
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Y, sobre todo, destaca por su especial mezcla de estilos arquitectónicos, algo que salta a la vista nada más traspasar el umbral, pero que se comprende mejor con explicaciones más eruditas: ¿por qué semejantes columnas romanas soportan arcos medievales? ¿por qué esas hieráticas pinturas murales bajo recargadas escayolas blanquecinas? ¿por qué esos fragmentos de mosaico? ¿por qué los enterramientos?
De la terra sigillata a la escayola
La respuesta, en todo caso, está en la tierra; aquí todo se lo debemos a la tierra. Concretamente a esa tierra que se da en el interfluvio que conforman en La Rioja Alta los ríos Najerilla y Yalde, en el valle medio del Ebro: limos, arcillas y areniscas. Esta tierra que desde Hispania surtió a Roma de cereal, vino y aceite fue la que propició en este punto el florecimiento de otra importante fuente de riqueza, una industria alfarera con sello propio que llegó a ser famosa en todo el imperio: la terra sigillata, 'la cerámica cara' de los romanos. Por la cantidad y calidad de sus productos, Tritium destacó y prosperó desde el siglo I.
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En la actualidad tanto el Museo de La Rioja, en Logroño, como el Museo de la Romanización de Calahorra exhiben numerosas piezas y vestigios procedentes de este enclave, pero, paradójicamente, no existe en Tricio un centro de interpretación específico. Tampoco la calzada romana ha sobrevivido al 'avance' de las civilizaciones.
«No hay nada igual en el mundo, un templo paleocristiano que resume mil quinientos años de historia del cristianismo»
Estas carencias hacen de Arcos un lugar aún más valioso, una especie de reserva patrimonial. Lo que aquí puede verse es un edificio con estructura de basílica y planta longitudinal de tres naves y cabecera cuadrangular. Data del siglo IV y debió de ser levantado sobre un antiguo mausoleo romano del siglo III.
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Las naves laterales están separadas de la central por arquerías apoyadas en seis pares de columnas corintias formadas con fragmentos procedentes de un edificio romano del siglo I –probablemente un templo pagano ubicado en Tritium (a medio kilómetro)–, que tendrían originalmente más de veinte metros de altura, más del doble que ahora.
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Los arcos son visigodos de finales del siglo VI y principios del VII en piedra toba, salvo el primero, que es de piedra arenisca y tipo romano. En la cabecera se conservan restos de las pinturas románicas de finales del siglo XII repintadas sobre originales paleocristianas del V que representan escenas de la Pasión de Cristo. También hay un zócalo con pinturas geométricas mozárabes.
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Muy llamativa, por ser estéticamente lo más rompedor del conjunto, es la decoración incorporada en el siglo XVIII, cuando se cubrió la basílica, incluidas las columnas, con yeserías barrocas rebosantes de ornamentos vegetales coronados con un escudo de la najerina Orden de la Terraza.
Tras sucesivas campañas arqueológicas llevadas a cabo desde los años ochenta, además están datados numerosos enterramientos bajo el suelo de la basílica paleocristiana y en los alrededores, los más antiguos de los siglos V y VI, pero con sarcófagos romanos reutilizados de los siglos I y II. Otras tumbas son medievales y también, de la misma época, hay estelas funerarias romanas.
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En definitiva, Arcos sigue siendo un maravilloso rompecabezas incluso para los propios arqueólogos y representa un viaje en el tiempo a la historia de La Rioja. Lo que nadie pone en duda es que se trata de su monumento más antiguo y, pese a ello, uno de los menos visitados. Hasta ahora.
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