Estos días, de espantoso calor y desoladores incendios, recordé un cuento de Bucay sobre dos pueblos que sufrían continuos incendios. Uno de ellos consiguió disminuirlos ... mientras que el otro seguía con idéntica situación. Los del segundo pueblo decidieron recabar información del más exitoso. El primer pueblo no puso reparo en compartir el secreto que les había conducido a reducir las catástrofes: «Tenemos un clarín. El clarín se encarga de avisar a todo el pueblo. Así prevenimos a todos y llegamos antes de que el fuego se expanda», dijeron. El hombre que había viajado hasta allí retornó a su villa. Antes de llegar, compró en la ciudad un clarín.
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Una vez colocado en un atril en la plaza del pueblo, comunicó a los convecinos que el problema de los incendios estaba resuelto. Ocurrió que los incendios no cesaron con la llegada del instrumento, pues nadie lo usó.
Actualmente tenemos un tecnológico clarín, la Aemet, pero no basta con tener un instrumento de aviso. Es necesario atender a la llamada (algunas personas comentaron en los medios que vieron el aviso en sus móviles, pero no lo creyeron tan grave); disponer de recursos (se ha demostrado que son parcos para tanta gravedad); compartirlos (algo que sí está ocurriendo). Y lo más necesario, prevenirlos.
En lo que va de año han ardido unas 157.501 hectáreas de pulmones de la naturaleza, viviendas, personas y animales. Mucho antes se nos indicó que «viene el lobo», «viene el cambio climático, hagamos algo» –nada hicimos–.
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Así que el triángulo fatídico para esta hecatombe está servido: el cambio climático (lo soportamos en carne propia). La falta de planes de previsión, dotaciones y recursos (locales y estatales). Además, la dejadez, irresponsabilidad o maldad humana (el 93% de los incendios forestales en el país es causado por la acción humana).
Contra el primer lado del triángulo se puede hacer poco. Contra los otros dos, mucho más. Por una parte, invertir en recursos y gestión forestal, aplicar la ley, aumentar los controles, etc. Por otra, fomentar la concienciación ambiental. No hacer fuego en el bosque. No dejar residuos ni nada inflamable después de acampar. Evitar el uso del coche o aparatos mecánicos. Si vemos una fogata o el inicio de un incendio, cercarlo con ramas verdes o arrójale agua o tierra. Pedir ayuda con rapidez,....
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España arde de calor, de descuidos, de malas intenciones y también de diatribas que no solucionan nada. Arde de dolor por las pérdidas personales y materiales.
También se salva gracias a la labor de los profesionales y algunos voluntarios; a unos debemos agradecer su profesionalidad y a todos, su tesón.
Salvar la naturaleza es salvar nuestros valores de respeto y gratitud, y es salvarnos como sociedad. Según Harry Houdini: «El fuego siempre ha sido y, al parecer, seguirá siendo siempre el más terrible de los elementos». Que nunca sea por nuestra culpa.
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