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El Holika de la acampada no para: duchas con bañador y agua para la resaca
«Más 'muertos' que vivos», los 'holikers' siguen el ritmo del festival en las zonas de descanso
Once y media de la mañana. 25 grados. Lo habitual a esa hora para un adolescente es dormir a pierna suelta en la cama. ... Sobre todo, después de haberse pasado la noche y la madrugada entre el techno y el reguetón sin soltar el cubata. Pero no. Error. Las zonas de acampada del Holika están en plena ebullición, aunque alguno entre risas asegura que «aquí hay más 'muertos' que vivos». Es lo que tienen los veinte años. Te pones las gafas para tapar las ojeras y a seguir. Ya habrá tiempo de dormir en casa, pensará más de uno.
El Holika de la acampada es también el de las filas para pegarte una ducha y el de intentar pasar a saludar a los vecinos de al lado sin tropezar con la tienda de campaña. Lo de ir al baño, en el cuarto día de festival, mejor dejarlo también para casa. «Acabo de abrir dos cabinas y he preferido pasar», dice ojiplática una de las chicas preparada con bikini y toalla para ir a las duchas, separadas este año con biombos.
De camino a los grifos que se han colocado junto al santuario del Carmen un amigo le recuerda a otro el cartel de la noche: «CANO, Rels B, Ryan Castro...». «Anoche Justin Quiles y Pole estuvieron muy chulos», comenta Carla Díaz de Cerio, en el grupo de amigas con las que ha venido al festival desde Logroño, y a las que se han sumado otras más de Vitoria, que han conocido estos días.
Muy 'rulin'
Se acaban de dar el protector solar y varias de ellas están afónicas. Pero no pasa nada, están 'rulin' (relajadas) –como diría la dominicana Tokischa–, mientras toman el sol sentadas en unas sillas plegables. En un rato «iremos al Mercadona a comprar algo de comida. Tenemos como media hora andando», señalan desde la zona de camping del humilladero. En el plano del festival viene marcada como Traiana A.
Al otro lado de su parcela una cuadrilla de chavales del País Vasco conversan alrededor de dos mesas de camping sobre las que se sostienen dos botellas de agua y coca-cola medio vacías, un paquete de galletas, otro de toallitas húmedas y galletitas saladas. Poco más tienen para pasar la resaca. El sol les pega de lleno en la cara. «El próximo año nos vamos al 'glamping' (ahí hay sombra)», advierte Martín, en el centro del grupo. En los grifos de la pared del Carmen chicos y chicas se lavan los dientes. En frente se ubica la segunda zona del camping de Traiana, la B. De ahí acaban de expulsar a una cuadrilla que andaba montando bulla. «A la mínima, fuera», remarca al personal de seguridad el concejal de Urbanismo, Antonio Mazo, que se ha desplazado hasta la zona para comprobar que todo sigue en orden.
La cuadrilla de expulsados juega con una pelota en el césped del santuario del Carmen. Se jactan de ello como si se tratase de una hazaña. Pero andan equivocados. El éxito del Holika, como acaba de incidir Antonio Mazo al personal de seguridad, es precisamente la buena vibra en conciertos y zonas de descanso.
Nadie quiere malos rollos. Ni los organizadores ni los miles de jóvenes que han vuelto a desplazarse hasta Calahorra para disfrutar de un inicio de verano épico. Porque el «lunes ya va a ser todo distinto», apunta un habitual del santuario del Carmen, apoyado en la verja del templo.
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