La Filmoteca Española y Pepitas publican el 'Diario de Nueva York' de Iván Zulueta

Entre un joven con vocación artística todavía sin concretar y un incipiente cineasta de espíritu rompedor media un viaje iniciático a la capital de la modernidad. La editorial riojana Pepitas, de la mano de Filmoteca Española ha publicado 'Diario de Nueva York' de Iván Zulueta, un testimonio inédito «de los años de formación de quien se convertiría en el enfant terrible del cine español».

El madrileño Cine Doré, la sala de proyección oficial de la Filmoteca, acoge este martes la presentación del libro a cargo de Josetxo Cerdán y Miguel Fernández Labayen, responsables de la edición, con lectura de fragmentos a cargo de la calagurritana Esther Pascual. «En sus textos se advierte a un joven apasionado por el cine», asegura esta última.

Iván Zulueta pasó en Nueva York los primeros seis meses del año 1964 formándose inicialmente como dibujante y pintor. «Este volumen –señala la editorial– recoge el diario manuscrito que llevó durante ese periodo, un registro minucioso del día a día de un joven de la clase alta española lleno de incertidumbres, un tanto desubicado, pero que no deja de buscar su sitio».

Nacido en San Sebastián en 1943 en el seno de una familia acomodada venida a menos, a finales de 1963 Zulueta se embarcó en un carguero para cruzar el Atlántico e instalarse en la Gran Manzana con el fin de estudiar pintura y dibujo comercial durante un semestre. A su regreso, cumplió el sueño de ingresar en la especialidad de Dirección de la Escuela Oficial de Cinematografía.

Para los editores, «el diario demuestra que este viaje no fue el origen, al contrario de lo que siempre se ha dado a entender, de una idílica relación con la vanguardia artística y cinematográfica». Sin embargo, sí ayuda a entender mejor los comienzos de «una figura transgresora, única y personalísima en sus facetas de cineasta e ilustrador».

En opinión de Esther Pascual, periodista jubilada, gran lectora y cinéfila, el joven Zulueta «es un joven burgués, de misa cada domingo por influencia de su madre, que llega a Nueva York con menos dinero del que le gustaría para llevar el nivel de vida que llevan las personas con las que se relaciona». Personas como Ángel Sanz-Briz, el diplomático español conocido como 'el ángel de Budapest', por aquel entonces consul general de la ciudad.

«Es un chico de veinte años que se siente muy solo en esa gran ciudad idolatrada pero desconocida para él y se pasa el día en el cine –añade Pascual–. Es un cinéfilo empedernido, ve dos o tres películas al día. Lo ve todo, películas americanas, europeas, de cualquier nacionalidad. Incluso lleva un cuaderno un listado de títulos con la calificación que otorga a cada cual según su criterio».

A su regreso, su andadura neoyorquina contribuyó a convertirlo en referencia ineludible de la modernidad en España, un adelantado a su tiempo que conocía la vanguardia como nadie. Por otro lado, su personalidad complicada y excéntrica lo rodearon de un halo de malditismo.

Se convirtió en ilustrador y cartelista y, tras 'Un dos tres.. al escondite inglés' (1969), tardaría diez años en rodar un segundo largometraje, 'Arrebato' (1980), que «lo encumbraría definitivamente como el cineasta de culto más relevante de la historia del cine español» hasta su muerte (en 2009). Hoy se conoce un poco mejor.

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