Cuidar el tesoro
israel vicente
Sábado, 14 de diciembre 2019, 23:10
Diego es la bondad personificada. Es puro, es verdadero. No es fácil encontrar gente como él, tenerle cerca es un tesoro auténtico. Y, además, es un torero grandioso». Nunca olvidaré esas palabras.
La primera vez que las escuché fue hace unos veinticinco años, cuando mi padre apareció en casa con un chavalillo de Arnedo que quería ser torero y que ya empezaba a despuntar como novillero. Fue una mañana que estábamos en el campo salmantino, en algún tentadero, mientras el torero se vestía. Eso me dijo mi padre y yo le creí, por supuesto, como siempre hice con mi padre.
Después me dijo más cosas de Diego, algunas sabiéndolas y otras esperándolas, y es curioso que todas las acertó, y sé que hubo muchas más cosas que pensaba y que no las dijo, por humildad, que también las acertó. Veinticinco años después volví a escuchar la misma frase: «Diego es la bondad personificada. Es puro, es verdadero. No es fácil encontrar gente como él, cuídalo mucho porque es un tesoro. Además de ser un torero grandioso, claro», me dijo un amigo de Diego, mirándome muy fijamente y hablando muy pausadamente. Me lo dijo casi como regañándome por si acaso se me ocurría no pensar lo mismo.
Un amigo reciente, por diversas circunstancias, pero amigo de verdad. Me sorprendió muchísimo la similitud. Y, claro, ya que a mi padre no le pude explicar la coincidencia, se la expliqué a este amigo. «Eso mismo me dijo mi padre», contesté, para después explicarle que mi padre apoderó a Diego varios años mucho antes de que el público supiera lo que realmente es, unos años duros y muy complicados para todos, aquellas novilladas, aquella alternativa, aquellos parones, aquella desesperación. «Lo mismo me dijo mi padre», le dije. «Porque tu padre también sería bueno y no me preguntes por qué, pero alguien se encarga de juntar a los buenos. Y por eso estamos ahora aquí», sentenció aquella noche Curro Romero.