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Las hogueras cubrieron de humo las angostas calles al paso de la imagen de San Andrés. Ernesto Pascual

La unión que surge del humo en Arnedillo

Decenas de personas revivieron la Procesión del Humo, que se remonta a 1888

Domingo, 24 de noviembre 2019, 22:41

Si alguien ajeno a la historia y la tradición de Arnedillo discurría con completo desconocimiento por su travesía sobre las 11.30 de la mañana de este domingo, se le tuvieron que saltar todas las alarmas de la preocupación. Las campanas de la iglesia parroquial de San Servando y San Germán repicaban con brío mientras columnas de humo surgían de numerosas calles de su casco histórico. Podía parecer algo grave, algo sobre lo que alertar. No. Era algo feliz, la conmemoración ancestral de la victoria de sus vecinos sobre la mortandad. Era la Procesión del Humo, una de las tradiciones más arraigadas y singulares de La Rioja.

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Se remonta al otoño de 1888. Con entonces 1.500 vecinos, los arnedillenses ya habían llorado la muerte de 30 niños menores de 5 años por el sarampión. El 2 de octubre moría Cesárea Termes. Fue la primera víctima de viruela negra que durante los siguientes dos meses se llevaría a otros 35 vecinos de todas las edades y clases sociales. Devastados, los vecinos buscaron remedio de todas las formas posibles. Salieron a sus montes, reunieron los saberes por las propiedades del grojo y el romero. También rezaron, poniendo velas a los santos que veneraban. La última en apagarse fue la de San Andrés. Y decidieron unir ciencia y fe. Sacaron en procesión la imagen de San Andrés para rogar por la salud a la vez que prendían hogueras de romero humedecidas. La epidemia cesó.

Desde minutos antes de las 11.30, los vecinos se afanaban en avivar las hogueras. Declarada de interés turístico regional en el 2013, decenas de visitantes se acercaban y preguntaban. «Este humo no es malo», susurraba una de ellas. «¡Claro que no!», exclamaba una de las vecinas más veteranas al pie del Ayuntamiento.

Los cofrades encendían sus velas y era el momento de iniciar la procesión, presidida por el obispo de Burgo de Osma, el autoleño Abilio Martínez. Una nube de humo les esperaba en el pórtico de la iglesia parroquial. También decenas de vecinos, visitantes y, como ya es habitual, un enorme ejército de fotógrafos abriendo paso. La procesión se adentraba desde la calle por la angosta calle del Medio, en la que las hogueras formaban un túnel de humo que provocaba las primeras toses y lagrimeo. Continuó por las enrevesadas y estrechas calles en las que apenas se podía ver por el denso humo de las hogueras. Parecía irrespirable, pero deja el efecto contrario, unas fosas nasales abiertas y el cuerpo para afrontar el invierno.

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