Buenas maneras de Casado, oreja para Mariscal y triunfo de la casta navarra

Saltó al ruedo el primero de la tarde, un astado colorado muy propio de la tierra, que metió la carita en el capote y al que Luis Mariscal recibió en plan lidiador andándole hacia atrás. Hugo Casado protagonizó un quite por chicuelinas. Después de banderillear el propio Mariscal, brindó al público. Comenzó la faena toreando sobre la mano derecha. El novillo fue pronto, tuvo fijeza y protestó cuando tocaba las telas. Por el izquierdo la embestida tuvo más complicaciones. La espada entró a la segunda y quedó abajo. El novillo fue aplaudido en el arrastre.

El tercero de la tarde fue ovacionado de salida, era una auténtica belleza. Mariscal le recetó un lucido saludo con el capote. El novillo presentó las complicaciones propias de la casta y el novillero, tras un revolcón, se puso muy firme con él. Armó la faena sobre el pitón derecho y firmó algún muletazo encajado. La espada entró a la primera y cortó una oreja.

El segundo de la tarde, una pintura, se quedó un rato emplazado en los medios. Hugo Casado fue a por él y le presentó el capote a la antigua usanza. El novillo tenía carbón, embestía con brío, era exigente y Casado suplió su falta de oficio con su buena actitud. Se mostró afanoso el torero que no anduvo fino ni con el tapabocas ni con la cruceta.

También fue ovacionado de salida el cuarto de la tarde al que Hugo Casado recibió toreando sobre las piernas. Acabó asentando los pies para firmar unas verónicas con el compás abierto. El novillero brindó al público e inició la faena doblándose por abajo. Ya erguido basó su actuación en el pitón derecho, se mostró firme y muy dispuesto ante un astado que, dándole su tiempo y la media distancia, sacó buen fondo. Tras una estocada delantera necesitó hacer uso del descabello.