Porque el escenario no tiene edad
Un taller de teatro de la Fundación Caja Rioja, con el actor Javier Martínez-Losa, enseña improvisación a mujeres mayores de 60 años
La puerta de la sala del teatro se cierra dejando atrás el estrés de la mañana por llegar puntual a la puerta del colegio con ... el nieto, la mala leche por esas lentejas quemadas a causa de una llamada que se alargó más de la cuenta o el dolor de rodilla que ha vuelto con el frío. Pero hoy es martes y en el centro cultural de la Fundación Caja Rioja trece mujeres de Calahorra se dedican a improvisar. No importa la edad, y mucho menos si alguna vez se han subido o no a un escenario. Y es que «aquí nada está mal y todo vale», remarca de primeras el actor arnedano Javier Martínez-Losa, que desde el pasado mes de septiembre imparte en estas instalaciones un taller de teatro para mujeres mayores de 60 años.
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Algunas de las participantes se inscribieron por voluntad propia, otras incentivadas por algún familiar que al ver el cartel de la actividad les animó con un 'seguro que te viene bien' y hubo hasta quien llegó casi con una 'receta' del médico para ejercitar la memoria. «La premisa era generar un espacio de seguridad, de creación, de teatro..., en el que estas mujeres, que nunca habían hecho esto o que incluso nunca se habían atrevido a hacerlo, saliesen de su zona de confort o de estar siempre trabajando o haciendo cosas para los demás», explica Javier. Y Elena Adán, cargada de desparpajo, lo reafirma: «A mí me viene de cine y no me lo pierdo ni en broma».
«La improvisación nos da ese juego por el que nada está mal y todo lo que salga en el escenario tenga sentido por muy poco sentido que tenga», asegura Javier. A partir de ahí, el curso, financiado a través de la convocatoria de subvenciones del Ayuntamiento de Calahorra en materia de Igualdad (recibe 2.270 euros), busca contribuir también al bienestar emocional y físico de las participantes. «Encuentro en el teatro un vehículo de sanar, de aprender, de progresar... y con el que podemos hacer ejercicios de psicomotricidad fina, gruesa o de memoria, que les vienen muy bien», sostiene Javier, que además es trabajador social y experto en teatroterapia y arteterapia.
Las sesiones comienzan cada martes con unos minutos de relajación («nos sentamos, respiramos, nos limpiamos de lo de fuera...) y de meditación, «con la que despertamos la imaginación». Una vez concentradas en el momento, se suceden ejercicios relacionados con la improvisación. «Por ejemplo, les doy una papeleta en la que pongo: sois bomberas, y ellas improvisan toda una circunstancia», concreta Javier, para quien, aunque suene a tópico, recibe más de lo que enseña. «A mí, como a ellas, al entrar aquí se me para el tiempo. Y no quería ser literal, pero casi por edad, las veo como si fueran las abuelas que ya no tengo y me retrotraen a esa realidad de la abuela que se está envalentonando». Asun Martínez también lo corrobora en sus palabras. «Estoy loca de contenta, porque me sale un descaro, que ya tenía, pero que ahora suelto», confiesa.
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El día 30, clase abierta
Porque en el escenario, como en la vida, «ellas son las protagonistas». «Nos han dado la vida, nos han cuidado, todas ellas coinciden en que se han prestado a los demás y, ahora, por un momento, se están dedicando a ellas mismas», valora Javier, que, junto a la Fundación Caja Rioja, está buscando las fórmulas para continuar con la actividad, la cual concluirá el 30 de noviembre con una clase abierta a todo el público (19.00 horas).
Hasta entonces estas mujeres siguen improvisando en un espacio construido para ellas, en el que además, como valora Pilar Urrutia, «me permite estar en contacto con personas con las que tengo gustos afines» Y, «para actuar, salga lo que la salga», dice entre risas Carmen Moreno. Pero la experiencia puede incluso ir más allá, ya que Javier está trabajando para trasladarla a un cortometraje.
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