Calahorra se vuelca con los toros
Sergio Domínguez y Cayetano salen a hombros en una tarde en la que Urdiales cautiva por naturales
La ciudad de los Mártires ha dicho sí a los toros y de qué manera. Entradón como hacía años que no se recordaba al ... calor del mejor cartel de las últimas temporadas. Expectación y unas taquillas que echaban humo media hora antes de comenzar un festejo que tuvo que demorarse unos minutos para que la gente pudiera colocarse en los tendidos de la remozada plaza. Y hubo de todo, a pesar de que la corrida de los señores Fraile no cumpliera con los mínimos en cuanto a la presentación de sus morlacos y que la presidencia navegara en las procelosas aguas del desconcierto a la hora de conceder las orejas o de devolver un toro al corral que se había estropeado durante la lidia. Fue llamativo el enfado del empresario, que desde el callejón hacía gestos una y otra vez porque no comprendía la decisión del palco.
La corrida comenzó con muy buen pie porque Sergio Domínguez estuvo a un gran nivel con el toro del Canario, un ejemplar de gran clase y sostenido galope con el que demostró ese punto de madurez y calidad de su toreo a caballo. Siempre por derecho en los embroques, galopando a dos pistas con el toro cosido a la grupa y una enorme variedad de recursos. Cayó el rejón un punto trasero pero las dos orejas fueron muy justas y suponen un gran golpe de moral para su empeño de regresar a las ferias.
Diego Urdiales, una vez más con el lote menos propicio de la corrida, toreó de cine, con una superioridad aplastante con el capote y la muleta. Es curioso, los mejores lances con el percal se los endilgó al primero de lidia ordinaria con dos verónicas esculpidas a una lentitud asombrosa. El toro de la Ventana tenía muy poquitas fuerzas, apenas lo picó, y su embestida, noble pero sosa, comenzó a multiplicarse al natural con dos series sencillamente deslumbrantes e inopinadas. El vuelo de su pañosa parece tan fluido que la muleta se vuelve líquida. Fue volteado y el animal le pisoteó el muslo y el rostro. Se levantó el de Arnedo y lo volvió a imantar en una serie en redondo brutal. Se pasó de faena. Sin duda, como tantas veces. Le costó cuadrar al toro, pinchó y cobró una buena estocada. Hubo una petición mayoritaria pero el palco dijo no.
Cayetano en el segundo de la tarde toreó con soltura e inteligencia. Una faena de recursos y entrega. Poco más porque el toro no decía nada. Menos petición que en el toro anterior y oreja al canto. Hubo protestas. Con el sobrero el torero de Ronda también tiró de repertorio. Y como es un máquina con la espada, se anotó otro trofeo y el salvoconducto hacia la puerta grande que compartió con Domínguez. La oreja de Diego llegó con un toro rebrincado al que le consistió y le tapó los defectos. Poco más pudo hacer. Me decepcionó profundamente Emilio de Justo, que tuvo el lote de la corrida. El tercero fue un ejemplar sensacional: noble, con fijeza, prontitud y con alegría en sus embestidas. El torero extremeño no pasó del estilismo. Toreo bonito, ligado, templado, pero siempre por la periferia sin embraguetarse como merecía el gran ejemplar de los Fraile. El sexto tampoco fue malo. No gustó por su escaso trapío, pero le dio por embestir por el pitón izquierdo y Emilio de Justo sólo buscó el toreo para la galería. Además, se hizo un lío con la espada y acabó siendo silenciado.
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