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Conchi del Rey, Mamá África, entrega comida a un inmigrante // SONIA TERCERO
NÁJERA

Mamá África, el ángel de los desvalidos

Conchi del Rey, hostelera, lleva 15 años ayudando de su bolsillo a los más necesitados de Nájera

PABLO JOSÉ PÉREZ

Domingo, 9 de octubre 2011, 20:51

Lleva ya 15 años ayudando desinteresadamente a los demás, «al principio sola, aunque ahora somos más», comenta con una voz temblorosa de emoción Conchi del Rey -la popular propietaria del bar Virginia, de Nájera, ganadora de varios concursos de pinchos- al recordar el silencioso trabajo que está realizando con la comunidad inmigrante que llega a Nájera buscando un empleo en la vendimia. Un trabajo que consiste, nada más y nada menos, que en conmoverse ante el drama de esas personas y en ayudarles en todo lo que se pueda, proporcionándoles comida, ropa o cualquier otra cosa que esté en sus manos.

Conchi recuerda ese tiempo pasado en el que temporeros o transeúntes llegaban a Nájera buscando un trabajo. «Aún tengo en la cabeza imágenes de años atrás -comenta-. Entonces y ahora te cogen la mano y te tocan como si fueras... Es muy duro salir sola a las cuatro de la mañana para llevarles ropa debajo del puente. Es una experiencia dura».

Conchi, en su encomiable labor de 'ángel de la guarda', no hace distinciones entre los cientos de inmigrantes que estos días «duermen al raso, colocados en fila», aunque reconoce que hay algunos que provocan problemas, porque «te piden dinero y te siguen al bar montando broncas».

El nombre

Son los menos. La mayoría se muestran muy agradecidos, la tratan con cariño y ya la llaman Mamá África. «Me dicen que le han puesto mi nombre a sus hijas y, con eso, me hacen feliz», confiesa Conchi. Sus repartos de comida, de ropa y de otras muchas cosas se iniciaron en la estación de autobuses de Nájera cuando aquello era una obra y dormían en ella 200 personas.

Después, cuando se inauguraron estas instalaciones, los temporeros en busca de empleo se tuvieron que ir al frontón municipal «porque aquello parecía un circo, con la gente mirando detrás de las columnas».

De carácter muy sensible, pero muy valiente, a Conchi no le ha temblado el pulso para enfrentarse a unos contratistas «porque pretendían pagar 15 ó 20 euros» a miembros de la comunidad de inmigrantes que protege, aunque luego esos desaprensivos la amenazaran por pagarles de su bolsillo para que no fueran con ellos.

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