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Casa abandonada de Valcarlos (Navarra) en la que el empresario dijo que le habían liberado

Un 'secuestro' con interrogantes

La policía sospecha que F.J.O., empresario de Santo Domingo, simuló su propio secuestro para eludir su ingreso en prisión

Luis J. Ruiz

Lunes, 30 de junio 2014, 08:30

¿Se acuerdan de Bartolín? Fue aquel concejal (PP) de La Carolina (Jaén) que tuvo a bien viajar hasta Irún, simular un secuestro de ETA que puso en jaque a medio país y sostener, hasta que se derrumbó ante la juez irundarra, que dos etarras le habían secuestrado, le habían obligado a beber coca cola con algún somnífero y que había conseguido huir tras lanzarse de un coche en marcha por un terraplén de más de 30 metros. Todo falso.

La misma verosimilitud otorgan los cuerpos y fuerzas de seguridad a la historia de F.J.O., un vecino de Santo Domingo de La Calzada que el pasado 16 de mayo apareció con un chubasquero y unas bermudas negras en el centro de Valcarlos, una localidad del norte de Navarra, situada junto a la muga francesa, asegurando que había sido secuestrado el 22 de abril por dos o tres ciudadanos del Este en la Nacional I cuando viajaba a Madrid a una entrevista de trabajo. Según explicó, le habían abordado en un área de servicio de la carretera de Madrid y, a punta de pistola, fue obligado a entrar en un vehículo.

Según la versión que contó a agentes de la Policía Nacional, desde su presunto secuestro había permanecido encerrado en una habitación iluminada de una vivienda hasta que lo liberaron en una casa abandonada en las afueras de Valcarlos, junto al río Luzaide, en la frontera con Francia.

Su versión fue puesta en duda prácticamente por casi todos. Y eso que, a grandes, trazos, siguió un coordinado guión después de que su mujer, un día después de su supuesta desaparición, presentara una denuncia en la Guardia Civil de Haro.

Pero algo no cuadraba... y la investigación comenzó a dar pronto sus frutos. Apareció una orden de búsqueda y captura emitida por los juzgados de La Rioja la misma semana de su aparición. Y al ver el motivo, las cosas comenzaron a cuadrar: el día 22 de abril, el día que presuntamente fue secuestrado tenía otra cita: le esperaban en la cárcel de Logroño en donde le habían reservado una celda para comenzar a cumplir la pena de prisión de cinco años que el 15 de abril del 2013 firmó la Audiencia Provincial de La Rioja y que recientemente ha sido confirmada por el Supremo. Así, la investigación ha dado un giro de 180 grados: de estudiar un posible secuestro a analizar si ha cometido una simulación de delito o si es responsable de un delito de denuncia falsa.

Ese es el final de una larga historia que comenzó en Santo Domingo en el 2006. F.J.O. contrató la instalación del sistema de calefacción y aire acondicionado en su casa. En el 2008, durante la puesta en marcha de la calefacción, presuntamente se produjo una inundación en todas las plantas de la vivienda y F.J.O. no abonó los trabajos por lo que fue denunciado en un proceso civil en el que se le reclamaban casi 30.000 euros. Pero él contestó a esa demanda aportando una serie de facturas por un importe superior a los 35.000 euros. Aquel proceso se cerró con una doble condena: F.J.O. tendría que pagar 24.132 euros más intereses por los trabajos realizados; el instalador (y su seguro) tendría que abonar a F.J.O. 29.239 euros por los desperfectos.

Pero, al igual que con el presunto secuestro, algo no cuadraba. Todas las facturas presentadas eran falsas. Ninguna de las empresas que, supuestamente, había realizado trabajos en la casa de F.J.O. reconoció haberlas emitido por lo que el Ministerio Fiscal acabó acusándole de un delito de falsificación en documento mercantil en concurso con otro de estafa. La Audiencia Provincial comprobó que, además de las facturas, falsificó incluso la firma del instalador para incluir una cláusula de penalización en su beneficio...

Pero el plan no le salió bien. Cinco años de cárcel, dijo la Audiencia Provincial y confirmó el Supremo.

Bartolín, dicen los testigos, recibió «dos sonoras bofetadas» de su padre cuando llegó a La Carolina. En Santo Domingo tampoco hubo celebración, la cárcel le esperaba.

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