Entre luces, villancicos y anuncios navideños, el reciente orden internacional construido tras la Segunda Guerra Mundial, con claro protagonismo europeo y un aliado protector norteamericano, ... está fracturándose ante los desconcertados ojos de Europa.
La multilateralidad que ha protegido ese orden, prosperidad y valores europeos está siendo cambiada por la multipolaridad a la que juegan fuerte Estados Unidos, Rusia y China con un perturbador estilo de vasallaje y pactos a corto plazo, fundamentados más en los intereses estratégicos particulares que en la justicia, lealtad y alianzas estables. Europa parece la única que clama la validez del antiguo orden, en una posición de discutible fortaleza frente a las otras potencias a las que sus reclamaciones sobre las turbias negociaciones de paz de Ucrania, aranceles, Sahel, conflicto palestino-israelí o las amenazas a Venezuela, enturbian sus movimientos. La situación, cuando menos, es incómoda e inestable; Europa busca su sitio desde una fortaleza fragilizada y amenazada (recuerden la cínica frase de Putin de que si Europa se empeña en abrir una guerra se defendería) condicionada por la necesidad de comprar productos básicos como el gas, y cesiones en las normativas ante la invasiva digitalización o el medio ambiente. Su papel es secundario en un escenario complejo y con un aliado menos fiable que nunca, dispuesto a menospreciar alianzas y romper el multilateralismo.
Lo más preocupante es el estilo con el que los líderes que se sienten fuertes manejan la situación. No solo Putin hace gala de cinismo y China de oscuro proteccionismo, sino que en la Casa Blanca la decisión política está dirigida hacia la impunidad, la adulación y la desfachatez mezclando negocios multimillonarios particulares con política.
Las evidencias abundan: desde fastuosas recepciones a herederos autoritarios sin ningún valor hacia la vida humana, hasta la aceptación de obsequios como el oro de la delegación suiza para negociar la bajada de aranceles o el avión del emir de Qatar. De trasfondo, el retorno del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, cual escenario histórico que parecía haber entrado en un orden regulado por la ONU y pactos de no agresión. Lo que es peor: la impunidad ante hechos graves como la agresión de Rusia a Ucrania que subyace al plan de paz propuesto, el perdón al expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández condenado en 2024 por narcotráfico, interrumpir la investigación por corrupción sobre Netanyahu, o el 'affaire' Epstein. ¿Estamos ante un reflejo del colapso democrático?, ¿un cambio de era?
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