Estado o negocio

Cuando uno se confunde de realidad no solo está perdido, sino que pierde a los demás. Algo así debe pasar al presidente norteamericano y sus ... asesores que dan muestras de haber confundido el Estado con un negocio con las consecuencias que conlleva, demostrando que lo que suceda al mundo les importa poco frente al negocio y ganancia propios.

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El craso error de la Administración norteamericana actual sume al mundo en la confusión, desorden y preocupación por las idas y venidas de aranceles y restricciones comerciales o injerencias políticas, ideando timoratas medidas ante la inestabilidad económica generada y la crisis política consecuente.

Es lo que pasa cuando el Estado se convierte en un negocio: lo menos importante son las personas, valores, compromisos, responsabilidad y derechos. Pero las naciones y su estabilidad no pasan por negociaciones monetarias en las que lo importante es el lucro; un Estado es mucho más que esto y quienes no lo ven así no merecen liderarlos.

La deriva autocrática en Estados Unidos es preocupante, pero puede no haber llegado al más alto nivel de desconcierto. La respuesta de Europa es tímida y la norteamericana parece inexistente. Unos y otros callan o susurran ante las contradicciones, ofensas y ceses trumpianos. Menos mal que algún sector, como el universitario, está intentando parar los pies al gobierno de Donald Trump plantándole cara como hace la prestigiosa Universidad de Harvard (primera en el ranking mundial) por su autócrata estilo y campaña de control basada en la presión a más de 60 universidades con significativos recortes de subvenciones. Harvard, formadora de ocho presidentes (entre ellos Barak Obama) y con 161 premios Nóbel en su claustro de profesores, ha decidido hacerle frente ante el desmán de las injerencias en el funcionamiento y libre pensamiento universitario, aun conociendo el precio de su mensaje: basta.

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En un mundo con falta de coherencia en el que, para algunos, todo vale si hay provechosos beneficios, la apuesta por la verdad y el conocimiento científico libre abre un camino de esperanza ante la mentira de quienes nada les importa el mundo si con ello se lucran. Es importante que haya personas e instituciones responsables y sin miedo que, racionalmente y con acreditado prestigio a sus espaldas, como Harvard, se planten y muestren que el camino del «todo es posible» no es el camino a seguir en un entorno democrático que ha costado fraguar y del que van quedando trizas aquí y allá.

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