Las ratas
Con este título, no me refiero al maravilloso libro de don Miguel Delibes, que narra las peripecias del tío Ratero y el Nini -Delibes era ... aquel gran escritor que se dedicaba a contar mi vida y por el que siento una gran admiración, además de tener el honor de que me llamase amigo, aunque siempre me dio la sensación de que la mirada que lanzaba al campo era dirigida desde la ciudad-. Aquellas ratas eran de agua, las que los novelistas americanos del Gran Norte, los que narraban aventuras en los valles del Arkansas y en el desierto blanco de los confines del Atabasca, llamaban almizcleras. Las mismas que que yo cazaba con mi abuelo Paco, apodado 'Raposo', en el río Tirón -en realidad las cazaban los perros- para luego guisarlas y comerlas (su sabor era parecido al del conejo). No me refiero al libro de Delibes, decía, sino a las vulgares ratas de alcantarilla, que en mi pueblo llaman lirones y que dan bastante más repelús que las otras de arroyales y riberas.
Resulta que tengo en el pueblo unos pollos que picotean al albur entre los frutales de un pequeño cercado y, últimamente, se han visto alterados por la aparición de ratas, que les comen su pienso y les matan algún pollito; yo, naturalmente, les he declarado la guerra, pero he de reconocer que la voy perdiendo.
No me gustan los venenos, porque se sabe donde se echan, pero no se sabe, aunque se puede suponer, donde acaban. Les tapo, a las rabonas, los agujeros y enseguida hacen otros. Son demasiado listas para caer en trampas y me tienen aburrido, además de preocupado, porque es bien sabido que, a veces, son portadoras de enfermedades. Además, ahora tengo una duda existencial, después de ver, otra vez, en la tele a los animalistas llorando al ver entrar a las vacas al matadero. ¿También llorarán al ver una rata muerta? ¿Me llamarán asesino si acabo matando alguna de las ratas? ¿Me acusarán de cometer algún delito por maltrato a las ratas? Entonces, también serían asesinos quienes matan cucarachas; y los médicos que nos dan medicinas para matar las bacterias que nos producen enfermedades. Me gustaría saber dónde ponen el límite los animalistas. Una vez me dijeron algo relacionado con el sistema nervioso, pero creo que no lo tenían muy claro.
En cualquier caso, creo que voy a olvidarme de las ratas. Quizá me coma los pollos y así acabo con el problema, aunque esto puede que también lo consideren asesinato o, peor aún, alguna suerte de 'gallinofagia'. Mejor no. Los quitaré y así, no teniendo comida, se irán las ratas. O se morirán de hambre. O atacarán a los pichones de mi vecino. No sé qué me recomendarían los animalistas. ¡Jesús, qué desazón! ¿Y si llevo un gato?
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