Dicho sea de paso

Un pozo en el desierto

Sábado, 6 de septiembre 2025, 22:40

Cuando nació mi hija Vera, mi hermano Esteban le regaló por Reyes una bicicleta y una edición ilustrada de 'El Principito'. Ella vino al mundo ... en junio, por lo que en ese momento tenía seis meses y hasta varios años después no pudo disfrutar de ninguno de los dos obsequios. A Esteban eso le resultó indiferente, porque lo había comprado con su primer sueldo y sabía que con el tiempo la niña apreciaría ambos regalos. Efectivamente, la bicicleta se utilizó, incluso se le quedó pequeña, y después de años con las ruedas pinchadas en el balcón, en una mudanza la dejamos atrás. En cuanto al libro, tengo la certeza de que sigue siendo valioso, pero no solo para Vera. También para mí porque, desde entonces, me ha acompañado con su mensaje tierno y filosófico sobre lo esencial de la existencia.

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Sin ir más lejos, este mismo verano me ha servido para interpretar y analizar un episodio aparentemente trivial. Resulta que mi marido y yo asistimos a un festival llamado 'Jazz en el desierto', organizado por el Ayuntamiento de Galera, un pueblo del altiplano granadino que recomiendo por su interés arqueológico y paisajístico. Precisamente, el paisaje es el desierto o 'badlands'. En ese marco natural se celebró el concierto, y previamente los organizadores tuvieron el agradable detalle de invitarnos a un aperitivo con vinos de la zona. Ese refrigerio fue la ocasión también para entablar conversación con una pareja joven del pueblo cercano de Guadix, que accedió a hacernos una foto.

Con este pretexto iniciamos un diálogo, y a los tres minutos ya estábamos debatiendo sobre si se vivía mejor en España o en Italia. El motivo era que el muchacho era italiano. Ella nos contó que era maestra y él compartió su sueño de montar una heladería. Quisieron saber a qué nos dedicábamos nosotros; yo les expliqué que mi profesión era la animación sociocultural. A su vez mi marido aclaró que ya estaba jubilado. Entonces ella recordó a su padre, que también estaba jubilado y había descubierto la vocación de cineasta en unos talleres organizados por la Universidad de Granada, algo similar a la Universidad de la Experiencia en La Rioja.

Lógicamente, nos pareció bastante interesante, así que la joven nos envió un enlace con los vídeos de este taller. Con el ajetreo de las vacaciones, hasta que no he regresado a Logroño no he tenido tranquilidad para ver esta propuesta. Para mí ha sido un hallazgo; he comprobado que estas personas realizan un trabajo dignísimo que me ha maravillado. Pero, además del contenido y de los temas que tratan, como la soledad o la violencia de género, lo que más me emociona es que existan estos tipos de proyectos y estas oportunidades para personas que, como el padre de mi reciente amiga, han dedicado su vida a educar y a formar en valores.

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Me he acordado de una frase de 'El Principito' sobre el desierto: que su belleza reside en los pozos ocultos. El talento de los participantes en este modesto taller es un verdadero tesoro oculto. El corto 'Las vueltas que da la vida' de Pedro Garzón, que así se llama nuestro creador, reflexiona sobre la deuda que la sociedad tiene con los maestros de este país. Así que, como de costumbre, aprovecho para defender la educación pública, y dicho sea de paso, esta vez para todas las edades.

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