Música transfigurada

CRÍTICA DE MÚSICA ·

Viernes, 27 de agosto 2021, 02:00

El veterano Festival de Pollença celebra este año su 60ª edición y ha querido tirar la casa por la ventana para celebrarlo con la presencia ... de grandes nombres del mundo de la música, como la famosa pianista china Yuja Wang (sustituida en el último momento nada menos que por Maria Joâo Pires), el destacado tenor Piotr Beczala, la Academy of Ancient Music, la Akademie für Alte Musik Berlin (con los seis Conciertos de Brandemburgo) y, cómo no, el gran guitarrista riojano Pablo Sáinz-Villegas junto a la novísima orquesta alicantina Adda Simfònica, con su director titular Josep Vicent. He tenido la fortuna, en el final de mis vacaciones veraniegas, de poder asistir a tan excelente concierto para poder contárselo a ustedes.

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El concierto se iniciaba con la bella Sinfonía Clásica de Prokofiev, compuesta en las fechas de la revolución de febrero de 1917 previa a la revolución soviética de octubre del mismo año, y se cerraba con la Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky en las que la orquesta ADDA Simfònica mostró con claridad la calidad de este prometedor proyecto cultural alicantino. Con una media de edad aparente de sus músicos de unos treinta años y una calidad técnica muy elevada y repartida uniformemente entre todos sus miembros, estamos ante una formación que dará que hablar si no desfallece el impulso económico. El director Josep Vicent ha sido el alma mater en la creación de la orquesta y obtiene de ella lo que quiere, con una gestualidad y un temperamento que me recordaba continuamente al gran Valery Gergiev y ahí está dicho todo.

Claro que, el mayor protagonismo termina casi siempre en manos del solista del concierto, que en este caso era el inmenso guitarrista riojano Pablo Sáinz-Villegas con 'su' concierto de Aranjuez y remarco el posesivo 'su', porque cada vez que le oigo tocar este concierto me maravilla la capacidad que tiene de descubrir nuevos fraseos mágicos, nuevos momentos celestiales, renovadas bellezas y emociones, instantes sutiles que golpean en el corazón. No sé cómo es posible conseguir tantas y tantas riquezas musicales en una obra que parecía agotada y hasta sobre explotada. Estoy seguro de que si Joaquín Rodrigo hubiera podido estar presente en el acogedor claustro de Santo Domingo el pasado sábado, se lo habría comido a besos. Fue algo impagable y así lo sintió el público que llenaba el recinto con una entusiasta aclamación. En esta ocasión, la propina no podía ser otra que la célebre 'Mallorca' de Isaac Albéniz, en la que volvió a emocionar al público asistente; tal es la excepcional manera que tiene Pablo de expresar lo más profundo y bello de la música. El largo y sobrecogedor silencio final antes de explotar la ola de aplausos fue impresionante.

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