Música (felizmente) desfigurada

CRÍTICA DE MÚSICA ·

Jueves, 2 de septiembre 2021, 02:00

Hace 300 años, el 24 de marzo de 1721, un joven y excelente compositor con ganas de promocionar llamado Juan Sebastián Bach enviaba una carta ... al margrave de Brandeburgo, en el tono servil y humillado que correspondía a su condición de músico, adjuntando los manuscritos de seis 'Conciertos para diversos instrumentos' como muestra de sus habilidades compositivas. El altanero margrave ni se dignó a mirarlos ni contestarles y suerte tuvimos que terminaran arrumbados en una biblioteca, para ser redescubiertos y publicados siglo y medio después, en 1850. Hoy podemos disfrutar de esta obra fascinante e innovadora en la que Bach juega con todos los instrumentos de su época en combinaciones tímbricas increíbles, explora y supera con suma inspiración e inventiva todas las formas musicales como el concerto grosso, el concierto con solista a la italiana, la suite francesa o la suite a la alemana con arcaicas violas de gamba: el resultado es un conjunto de seis conciertos únicos e irrepetibles que nunca te cansas de escuchar y donde siempre te sorprendes por la infinita sabiduría de Bach en los ingeniosos diálogos de los solistas, en la riqueza con que combina timbres y colores y en la solidez y variedad de los acompañamientos orquestales. Constituyen seguramente la más alta obra orquestal del barroco.

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Aunque son muy populares, es sumamente difícil ver los seis conciertos juntos en un solo programa, así que el Festival Internacional de Santander se ha anotado un puntazo con este excelente concierto. La Akademie für Alte Musik Berlin (AKAMUS) es un veterano y reputado grupo de música antigua, que toca con instrumentos originales y criterios historicistas y en ello residen sus principales virtudes y carencias. Me explico: enfrentarse al barroco con esta vitalidad, esta entrega, este virtuosismo, sin el menor acaramelamiento romántico, es precioso; resaltar ciertas frases en unos instrumentos a costa de atenuarlas en otros, hace que la versión muestre riquezas inexploradas y novedades ocultas, aun a costa de desfigurar la imagen global que tenemos del concierto. Por otro lado, tocar a velocidad de vértigo muchos de los movimientos, además de lucir virtuosismo, también debilita su musicalidad y propicia algún tropiezo. Los instrumentos originales ofrecen autenticidad sonora, pero también afinación complicada, problemas de volumen, notas pifiadas y desequilibrios sonoros. Así que, dentro de la excelencia general del concierto, hubo de todo en ambos sentidos: la inmensidad de la sala Argenta dejaba a veces en insignificante el volumen de violines, violas y flautas dulces, mientras resaltaba las trompas de caza del 1º (¡qué gozada!) o la trompeta natural del 2º (qué pena). El nivel de los intérpretes fue altísimo, destacando el violoncello solista, el concertino, el clave y la oboe solista, decepcionando el viola solista y el joven trompeta con fallos excesivos. Enhorabuena al festival santanderino por acordarse del tercer centenario de estos conciertos y celebrarlo así, a lo grande.

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