El niño señaló el avión con su dedo y el avión señaló la escuela con el suyo, y las letras de la pizarra saltaron por ... los aires. Los números huyeron calculando la magnitud exacta de la infamia y el algoritmo preciso de la rabia sin decimales. Un diccionario abrió su cuerpo por la palabra paz pero fue precisamente atravesado. Las mesas no pudieron organizarse y perecieron abrazadas a sus sillas. Un mapa viejo, un dibujo, lápices casi sin color, el esqueleto achacoso al que ya le faltaba la cabeza. El niño volvió a señalar con su dedo y el avión señaló al niño con el suyo. Ocurrió en Gaza.
Publicidad
A la niña la llevaron ante el juez. Abrazaba un muñeco patizambo con la cabeza caída. Pelado, sucio, dibujado, el muñeco llevaba un número tatuado en su brazo derecho. Ella lo apretaba contra su pecho con toda la fuerza de sus dedos asomados al balcón de aquellos guantes demediados. Ceñida a él había viajado desde El Salvador hasta los Estados Unidos. Ambos tenían ocho años. Ocurrió en EE UU.
La mujer recorría diariamente varios kilómetros llevando a un niño de la mano que extendía la suya hacia los otros niños. En un brazo colgaba la bolsa para recoger el mijo. En el otro cargaba con el pupitre al hombro. Cuando su hijo aprendió a leer y a escribir sintió el peso vacío de su cuerpo mientras lloraba a alma llena. Por primera vez alguien sabría interpretar las advertencias sobre la presencia de aguas contaminadas o de zonas minadas y le podría contar el número de estrellas por las noches. Ocurrió en Rodesia.
Un hombre dice que una estrella mide lo que está lejos y que una mano mide lo que está cerca para llegar lejos. A pesar de vivir en blanco y negro, reclama formar parte del color de la tierra. Habla con el brillo del lenguaje silencioso y apretado entre los dientes. «Ayúdennos a no ser posibles», dice llenando la dignidad de decencia y viceversa. Ocurrió en México.
Publicidad
Si en una palabra cabe el mundo por qué no puede caber el mundo en la palabra. Si el futuro es un niño que juega con los dados marcados por la trampa infecta en su superficie, por qué no borramos las líneas de esta geografía vertical de la injusticia. Urge reconstruir este mapa inmundo dibujando otra orografía interior, menos abrupta, con palabras y colores de todas las miradas, con dados de números infinitos. Aunque digan que no es posible y que el mapa muerte de la tierra seguirá siendo la cartografía brutal de cada herida en cualquier rincón de los rincones, habrá que levantar la mano para intentar detener, incluso derrotados, la derrota. Habrá que alzar la mirada ciega de la esperanza hasta que este mudo mundo pueda hablar para exigir justicia en todas las coordenadas de su infamia. Como hizo José Mujica, cartógrafo del porvenir, proyectando el mapa de las bellas palabras y de las nobles acciones.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión