Un grupo a tener en cuenta

CRÍTICA DE MÚSICA ·

Martes, 1 de junio 2021, 02:00

Bienvenidos al panorama musical riojano! Era la primera vez que escuchaba a este grupo de cámara calagurritano, que ya hizo su presentación en noviembre de 2018, y me ha gustado su vitalidad, su solidez y sus maneras musicales. No dejaba de ser curioso que, presentándose como orquesta de cámara, el programa, dedicado íntegramente a Beethoven, incluyera un cuarteto en la primera parte y un concierto en la segunda que requiere orquesta completa, pero así fue y pudimos escuchar el cuarteto Op. 18 nº 4 a cargo de los cuatro solistas de la orquesta y el concierto para piano nº 3 en un desconocido arreglo para orquesta de cuerda de cuya autoría no se hizo la menor mención.

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La lectura del cuarteto tuvo energía y calidad. El primer violín Nikola Tacov le imprimió carácter e hizo un despliegue de agilidades a lo largo de toda la obra con suma brillantez y también, digámoslo, con alguna ligera y contada imprecisión.

La violín segundo Maite Ciriaco lució exquisita corrección en su parte, mientras el viola Víctor Muñoz asumía protagonismo con gran seguridad. Herwig Coryn al violonchelo volvió a mostrar su excelencia como intérprete, con un sonido precioso. ¡Espléndido cuarteto!

Una vez superada la perplejidad del sonido tan diferente que tiene este arreglo para cuerda del conocidísimo concierto nº 3 de Beethoven –que sobre todo en el primer movimiento parece otro y echas mucho en falta maderas y metales–, pudimos disfrutar de una versión sobresaliente: la Orquesta de Cámara de Calahorra consiguió un empaste y un sonido de calidad, arropando con esmero al pianista en los momentos que así lo requieren y luciendo protagonismo cuando deben.

Héctor Francés tenía muy bien montada la obra y arrancó con autoridad y empaque, con digitación de precisión y sentido musical de muchos quilates, pasando con limpieza por los pasajes más intrincados, para alcanzar el momento cumbre en el segundo movimiento, el celestial Largo, en el que extrajo los sonidos más cristalinos, recreando esa atmósfera mágica de pura ensoñación que creó el genio de Beethoven en una interpretación de 10.

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Culminó el Rondó final con gran alegría y vitalidad y un poco más relajado en la concentración.

Me pareció un error la indumentaria casi deportiva del solista, algo falto de respeto al público y poco acorde con el ritual de este tipo de conciertos, que tienen su liturgia propia que enlaza con la gran tradición y que le presta ese halo especial.

Puede que yo sea un poco antiguo, pero me gustan las buenas tradiciones. Y ya, de paso, mencionar los estrepitosos fallos de comunicación que provocaron que casi no supiéramos qué obras íbamos a escuchar.

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Quitando esto, tuvimos un magnífico concierto.

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