Poco a poco va asomando la actividad musical clásica en nuestros escenarios, condicionada lógicamente por la situación sociosanitaria que no acaba de mejorar de forma ... decidida. Riojafórum acaba de anunciar una tímida programación musical de abril a junio y, mientras tanto, asistimos a propuestas más especiales e innovadoras, explorando nuevos escenarios y músicas poco habituales entre nosotros. Así, el ciclo 'Logroño Suena' está suponiendo una entrada de aire fresco en el anquilosado panorama musical riojano, además, avalado por el buen hacer de Rioja Filarmonía y su director, Jorge Nicolás Manrique, que irradia música y creatividad por todos los poros de su cuerpo.
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La segunda propuesta de este ciclo (la primera tuvo lugar en el Mercado de San Blas a cargo del Cuarteto Témpeli) nos situó en el Calado de San Gregorio, una bellísima bombonera, ideal para acoger un concierto tan íntimo como éste, con una magnífica acústica y con el delicado protagonismo de un instrumento ancestral como es el clavicémbalo, clavecín o simplemente clave, que quedó arrumbado con la aparición del moderno piano de cola. El programa era un amplio e inteligente repaso por el barroco, del temprano al tardío, paseando por Francia, Alemania, Italia y España, con una inserción del renacentista Antonio Cabezón como precursor de esa explosión musical que fue el periodo barroco.
El joven clavecinista leonés David Palanca, que atesora ya un formidable itinerario musical con premios destacados, actuaciones en importantes escenarios y valiosas colaboraciones con grandes de la música antigua (Forma Antiqva, López Banzo, etc.), nos fue desgranando magistralmente la serie de obras programadas elevando gradualmente la fuerza y la tensión en un perfecto arco, que tuvo sus claras cimas en el dios del teclado J.S. Bach y en el endiablado Domenico Scarlatti. Tras un correcto Prèlude del francés D'Anglebert y unas bellas florituras de la Toccata Quarta de Rossi, preciosamente resaltadas por el intérprete, nos topamos con la monumental Chacona para violín solo de Bach (en soberbia trascripción para clave de Lars Ulrik Mortensen). La Chacona es una de esas inmensas construcciones musicales, edificada piedra a piedra, nota a nota, con esa perfección celestial que solo Bach parece tener y donde parece que está dicho todo, y que, claro, exige al intérprete una concentración y una capacidad expresiva descomunal. David Palanca dominó absolutamente el discurso con una digitación precisa, fraseo límpido, claridad en las texturas y un brillo sonoro envidiable. ¡Una auténtica lección! Completó el resto del programa con autoridad y se las vio con la difícil Sonata K.115 de Scarlatti con sus complicados ornamentos donde tuvo que sudar más de la cuenta algunos pasajes.
Un bellísimo concierto con un gran clavecinista y un excelente instrumento, propiedad del intérprete, que lució un sonido rico, amplio y de maravilloso timbre. ¡Una exquisitez musical!
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