Dibujando cronopios

Caridad cristiana

Como uno recuerda, aún, sus estudios, los dos años de teología (¿o fueron tres?) me sirvieron además de para saber qué es la unión hipostática, ... para conocer el nombre de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Y bajo ese conocimiento, entendía que la caridad cristiana, es una virtud que nos acerca a los otros desde la bondad. Busqué la definición en Wikipedia y me explica que la caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia; es una virtud que exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión.

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Entre el aluvión de noticias que cada día cae sobre nosotros, todo esto se me vino a la cabeza cuando hace un par de semanas me enteré de que el obispo emérito de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, en una homilía dominical en Alba de Tormes, en Salamanca se descolgó con que los discapacitados son producto del pecado y un desorden de la naturaleza. Por lo que he sabido después, como consecuencia del alboroto que estas declaraciones han provocado, sé que también se pronunció en su momento sobre los divorciados, los homosexuales y los partidarios de la eutanasia. Este señor, ya jubilado de su obispado, pero con esa tendencia arraigada de hacer política desde el púlpito, me recordó que en el estrado del Congreso sí que se habló de discapacidad, de dignidad, de respeto. Disminuidos físicos, psíquicos y sensoriales se terminaron denominando, por la reforma del artículo 49 de la Constitución, «Personas con discapacidad», en una votación que obtuvo una inédita mayoría de 312 apoyos (más los 32 en contra de los de siempre). Es decir, partiendo de que el Congreso es una representación de la sociedad española, con esa modificación legal se quiso dar visibilidad y reconocimiento a un colectivo antaño menospreciado.

El obispo jubilado, con sus desacertadas palabras, parecía volver a 'Los santos Inocentes' sin percatarse de que ya no estaba en esos grises años del posfranquismo, del señorito, el cura y los siervos que cuidaban la finca, sino que vivimos en una sociedad moderna que reconoce y reivindica el espacio y el cuidado para los más vulnerables. Doy por supuesto que Reig no tiene conciencia de lo que respecto a la caridad dijo el papa Francisco: «es la caricia de la Iglesia a su pueblo, la ternura y la proximidad hacia los que sufren». Hay otra iglesia, porque decir que todos los curas no son iguales es una obviedad (ni políticos, ni opinadores, esas otras jerarquías que también se suben a sus púlpitos...), porque ahí están los miles de misioneros que hacen iglesia con el ejemplo y los valores de la ayuda a los más desfavorecidos. O más cerca esos curas de barrio que conocemos; o algunos curas jesuitas de mi colegio: el padre Ribera, el padre Conde, el padre Corral, el padre Moreno...

Ignoro si don Juan Antonio tiene iluminada su alma por alguna virtud teologal. Pero desde luego la de la caridad cristiana brilla por su ausencia. Y la verdad, ya no es cuestión de caridad, ni de fe, ni de esperanza. Es una cuestión de respeto. Por los demás y por la Iglesia.

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