La admisión pública por Donald Trump de que consultaría con Vladímir Putin una venta de misiles Tomahawk a Ucrania puso en bandeja al Kremlin la ... ocasión de reinstaurar su narrativa en el ánimo del presidente estadounidense. Con su conocido cinismo, el autócrata ruso desaconseja despachar a Kiev los proyectiles de largo alcance, no porque fuesen a cambiar el signo de la guerra, dice, sino porque complicarían las relaciones con Washington. La cumbre de Alaska ya demostró que, en momentos de apuro, Putin se sirve del ego del magnate para ganar tiempo en su frustrado proyecto de apoderarse del país vecino. La historia se repetiría de confirmarse una cita que traería a suelo europeo a un acusado de crímenes de guerra. La elección de Budapest es hiriente para los ucranianos, que en 1994 aceptaron en la capital húngara entregar su arsenal nuclear a cambio de falsas garantías de seguridad frente a Moscú. El deseo de humillar a Europa une a EE UU y Rusia, a su vez deseosos de ayudar a Viktor Orbán en su complicada reelección. Y no contenta con verse relegada de los escenarios de decisión, Bruselas celebra que las sanciones no impiden a Putin pasearse por territorio de la Unión.
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