Editorial

Recuperar la humanidad

Es preciso mantener la presión internacional y civil para impulsar el fin de la barbarie en Gaza y cerrar en Israel la herida de los ataques del 7-O

Lunes, 6 de octubre 2025, 22:34

El plan de paz de Donald Trump para Gaza e Israel que ha terminado por aceptar Hamás debería abrir una etapa de esperanza en Oriente ... Medio bajo una clave que lleva desguazada demasiado tiempo: la humanidad. La tarea de recuperarla es más urgente que nunca cuando se cumplen hoy dos años de los salvajes atentados terroristas cometidos por milicias de Hamás al otro lado de la Franja, con el resultado de 1.200 muertos y más de 200 personas secuestradas, algunas aún cautivas. Los ataques proyectaron un horror sin límites y espolearon una brutal ofensiva del ejército israelí sobre la población palestina que ha segado más de 60.000 vidas, en un cerco que desata una ola de indignación mundial ante el convencimiento de asistir a una barbarie, un genocidio en pleno siglo XXI a los ojos de la ONU y de cada vez más países.

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La propuesta que se negocia en Egipto exige medidas concretas que confirmen la distensión, resumidas en el cese inmediato de los bombardeos sobre poblaciones civiles exhaustas y en la liberación de los rehenes sin propaganda que agrave el duelo de sus familias. Son las dos prioridades en clave humanitaria por las que merece la pena seguir elevando la voz y mantener la presión a través de la sociedad civil y la comunidad internacional, sin olvidar la influencia de los países árabes en empujar a los islamistas a la negociación. En un momento de impasse entre las delegaciones reunidas en Sharm el Sheik, se antoja imprescindible redoblar el impulso en favor del fin de las hostilidades en busca de un horizonte de paz.

Por eso resulta incomprensible que medidas en clave ética y moral, como los gestos solidarios debatidos en los parlamentos y las protestas cívicas como la flotilla Global Sumud, acaben desgarradas en la polarización política. El final de la masacre que líderes de diferentes ideologías exigieron en la tribuna de Naciones Unidas, entre ellas el rey Felipe VI, constituye un mensaje mucho más transversal en la sociedad española de lo que revela la lamentable refriega partidista, entre insultos intolerables y un activismo a veces mal entendido por excluyente. El clamor en favor del pueblo palestino y en contra de su cruel sufrimiento revela la pluralidad de una protesta justa. Pero también obliga a un ejercicio de introspección, seguramente incómodo para muchos, de por qué no se levantó esa voz humanitaria durante décadas de terrorismo de ETA.

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