Este verano hemos sufrido 16 días seguidos bajo temperaturas asfixiantes, con casi 46° C de récord y noches sofocantes. Esa ola de calor no solo ... dejó cansancio: también vidas perdidas. Hoy España padece el doble de olas de calor que hace unas décadas, y duran el doble.
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Y, como si no bastara, el fuego. Incendios forestales devoran miles de hectáreas, arrasan pueblos y amenazan a quienes dependen de la tierra. El verano se ha convertido en un tiempo de miedo, pérdidas y vulnerabilidad.
El mar Mediterráneo tampoco escapa: sus aguas se calientan más rápido que la media mundial, alterando la vida marina y alimentando fenómenos extremos. Así, en un mismo planeta convivimos con la tragedia del exceso de agua y la del exceso de calor y fuego. Todo con un origen común: una crisis climática que ya no es una advertencia, sino una realidad que nos afecta.
Necesitamos actuar. Adaptarnos con planes de prevención, refugios climáticos y mejor gestión de los bosques. Cooperar con los países más golpeados. Y, sobre todo, reducir las emisiones que alimentan este desorden climático.
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Si no lo hacemos, España podría ver en 2050 zonas inhabitables, como advierte la NASA. No es ciencia ficción: es el futuro que ya llama a nuestra puerta.
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