Se cumplen hoy siete años de la moción de censura que desalojó a Rajoy del Gobierno, y si uno busca una imagen reveladora —una que ... contenga en miniatura la triste ironía de nuestra historia política reciente— basta con recordar quién fue el hombre encargado de pronunciarla en voz alta: José Luis Ábalos. «El Estado tiene que tener un gobierno con fortaleza y autoridad moral», proclamó solemnemente el portavoz socialista. Lo dijo en 2018, han pasado siete años de aquella sesión en el Congreso y el siete, que es un rayo en un papel, un número esotérico, sagrado, se presenta aquí con toda la fuerza misteriosa de su simbolismo. Siete años es el tiempo que pasó Ulises en la isla de Calipso suspendido entre la nostalgia del hogar y los encantos de una eternidad sin rumbo. Esa calma anestesiante, esa paz sin horizonte fue también la que terminó por liquidar a Rajoy. Al Gobierno no lo tumbó sólo el caso Gürtel, lo mató una siesta interminable y las hemerotecas guardan esas largas horas que pasó Rajoy con sus más fieles en el restaurante Arahy de la calle Alcalá (salmorejo, solomillo y dos botellas de whisky); allí, en un reservado, el gallego se fumó el final de su carrera política mientras el PNV cumplía la vieja frase de Ortega: «Toda realidad ignorada prepara su venganza».
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En el transcurso de estos siete años se ha jubilado Benjamín, amigo y compañero de la redacción que siempre señalaba asombrado el paso veloz de la vida: «¡El tiempo es elástico, Carlos!», me decía con los ojillos brillantes como si me hiciera partícipe de un gran secreto. He regresado a esa frase al recordar estos siete años porque en realidad no son nada y lo son todo, un chispazo, una eternidad disfrazada de semana, y hoy desde esta distancia se aprecia con más claridad que aquel gobierno cayó como caen las cosas que uno deja demasiado tiempo en el reposabrazos del sofá: sin escándalos, con una mezcla perfecta de lentitud y fatalismo, como si en el fondo ya no supieran bien qué hacían ahí. Hace siete años Sánchez consiguió los votos y los presentó como el niño que va poniendo moneditas en el mostrador de la tienda de chucherías. Así comenzó este capítulo nuevo en la España alucinante de los siete sobresaltos: una pandemia, un volcán, una DANA, una amnistía, carta a la ciudadanía, un lío de corruptelas y un apagón nacional.
Los sabios hablaban de ciclos de siete años para renovar la tierra. Lo cuenta el Antiguo Testamento: seis años de cultivo y uno de reposo, el año sabático. Aquí no hemos tenido treguas ni descansos pero aquel discurso en la moción de censura sigue resonando hoy como el eco de una pompa de chicle en una catedral vacía: «Crearon con su particular uso del poder un verdadero círculo perfecto de corrupción –dijo Ábalos– encubriéndola con tretas y artimañas, obstaculizando la justicia para intentar engañar a la gente».
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