Anecdotario

Prometeo robando el fuego

Sábado, 30 de noviembre 2024, 22:29

Lo que más me ha sorprendido de las fotos de los reyes es que conceden el centro a una silla vacía. No sé qué quiere ... decir ese butacón ahí en medio de los dos apartado de la mesa y colocado entre los reyes de frente al espectador. Me reta esa silla, me desafía su presencia partida en los dos retratos, veo sus patitas rococó de bronces y de maderas, ese respaldo florido, y me dan ganas de hacer lo de David Alaba después de la remontada del Madrid ante el Paris SaintGermain: entrar en la foto, coger el butacón y levantarlo en el aire delante de la cámara de Liebovitz. Algún sentido tendrá esa silla, no sé, algo significará igual que el juego de colores y equilibrios, el simbolismo y la luz. La composición da para una tesis doctoral, aunque todos estos elementos hay que analizarlos desde la frivolidad y el entretenimiento porque la foto preferida del emérito Juan Carlos es una de 1986 en la que posa junto a su pastor alemán Arky, y los perros en la historia del arte siempre se han utilizado para transmitir valores de lealtad y fidelidad. Juan Carlos I, campechano y humorista.

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He visto a gente justificarse diciendo «yo no soy monárquico, pero me gusta la foto». Tiene que ser muy cansado subordinarlo todo en la vida a esa clase de obsesiones y andar disculpándose por apreciar una creación artística; yo no soy un asesino y el 'David con la cabeza de Goliat' de Caravaggio me parece una obra maestra. Pero es cierto que la foto de los reyes es espectacular con esos tonos enfermizos en la parte de Felipe y esas líneas torcidas que hacen que el hombre parezca que está posando en una estancia inclinada, como si mirase hacia la cámara desde algún lujoso camarote de un barco que se va a pique. Porque Liebovitz regala la línea recta y la luz a Letizia como hizo Goya en 'La familia de Carlos IV' en la que luz descansa directamente sobre la mujer que preside iluminada el centro del lienzo: la reina María Luisa de Parma.

A mí me gusta mucho este asunto porque muestra que las fotos siguen fascinando al mundo con su poder para detener el tiempo. Hacemos fotografías para sentirnos como Prometeo y desafiar a los dioses robándoles el fuego o congelando el universo, por eso 2024 es Donald Trump alzando el puño con la cara ensangrentada en un contrapicado dramático, es una calle de Picaña llena de coches arrastrados por la DANA, son los reyes de España atrapados para siempre en el Salón Gasparini. Hay fotos que las ves y depende de cómo tengas el día te dejan como a Letizia Resplandeciente o como a Felipe el Verdoso. Me pasa con las que tenemos en casa, esas desde las que nos contemplan los que ya no están aquí. Porque una foto siempre es un puñal en el corazón mismo del tiempo, pero algunas veces es también otro puñal en el corazón del espectador.

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