Yo creo que la titulitis es un fósil, un resplandor del pasado porque, en la mayoría de profesiones, los cursos que haya acumulado uno van ... a importar mucho menos que los conocimientos y las capacidades reales. Es un concepto revolucionario por antiguo: los méritos ahora tendrán que probarse de verdad, no proclamarse con diplomas que se cuelgan en la pared como escudos nobiliarios. Pero la política, como casi toda actividad que se ejerce de cara al público, es ante todo una representación de ego, y en ese marco hay que entender la obsesión de nuestros representantes por engordar sus currículums. El mundo aún es así, lo describió Pierre Bourdieu en 'Homo Academicus', el libro en el que explicaba cómo la educación ha sido siempre moneda de cambio en la lucha por el estatus. El caso de la diputada Noelia Núñez forma parte de ese esquema social, y el escándalo por sus mentiras ha sido la polémica ligera de la semana, la espumita sobre las olas negrísimas de una actualidad de fantasía. Lo bueno es que la mujer ha dimitido ya, pero al dejar caer al suelo sus falsos títulos han brotado por ahí decenas de casos más como cabezas de Hidra y ahora se ha desatado una lucha grotesca: las dos facciones habituales andan exigiendo dimisiones cruzadas por tesis doctorales sospechosas, másteres inexistentes y títulos nunca logrados que se tiran a la cara con la solemnidad de bufones lanzándose plastones de estiércol.
Publicidad
Noelia Núñez no se salió del guion y entre el ruido aseguró que había sido un despiste. Cuando les pillan siempre salen con lo mismo: sacan el comodín del error humano, el fallo técnico o el olvido como Raquel Romero cuando presentó su declaración de bienes ante el Parlamento de La Rioja y dijo que sólo tenía 18 euros en sus cuentas. Una vez que se hizo público, alegó que se había confundido y pidió rectificar. Hoy las mentiras en política no se admiten, se administran y, aunque casi siempre les pillemos, resulta más interesante verlos a ellos ponerse en evidencia. Uno de los mejores ejemplos nos lo ofreció Patxi López, que nunca terminó la carrera a pesar de que siempre acredita de forma ambigua que «estudió Ingeniería Industrial en la Universidad del País Vasco». En una entrevista en la SER, Carles Francino le preguntó si conocía el principio de Arquímedes: «Depende de cuál de ellos», respondió el entonces lehendakari.
Que un gobernante mienta en su currículum no es sólo un pecado venial, es una declaración de intenciones, un acto fundacional, una poética; el mundo de la política replica hoy las locuras de LinkedIn, un ecosistema de autobombo e impostura en el que parece que se asciende a base de siglas: MBA, PhD, MSc, CEO... Han pasado casi 50 años, pero hay que recordar las dos sencillas palabras que anotó Marcelino Camacho en su ficha personal de diputado: fresador metalúrgico.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión