Anecdotario

Cortado normal, sin hielo

Sábado, 30 de agosto 2025, 22:04

Hace ya unos cuantos días que en la barra del Porto Vecchio no pido a la camarera un café con hielo. Era un gesto reflejo, ... una expresión veraniega y automática que me salía sin pensar, pero de pronto esa inercia física se ha evaporado. Mi cuerpo, animal fiel, ha captado antes que mi mente esta transición del calendario: el verano ha muerto, y lo que nos viene ahora es un pequeño vacío entre estaciones, este inicio de septiembre, esta cucharilla dando vueltas al cortado del que se escapan nubecillas diminutas de vapor.

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El final del verano en España tiene algo de resaca colectiva porque agosto es un espejismo, un paréntesis en el que fingimos que la vida puede ser ligera, que los festivales, el mar, la siesta y las verbenas del pueblo son suficientes para sostenernos. Yo acepto ese engaño cada verano con una docilidad infantil, caigo encantado en la trampa y este año para creerme esa mentira preciosa sólo me ha hecho falta la brisa de la noche entre los pinos y esas estrellas altísimas clavadas la cúpula del cielo hacia el que los grillos enviaban su canto antiguo y sideral. Pero ahora ya se ha apagado la orquesta febril de los grillos y lo que sonará muy pronto será el runrún de las mochilas por la acera y el atasco en la circunvalación bajo un nuevo tipo de luz, un sol que ya no se sentirá como un amigo sino como una especie de fiscal.

Todavía seguimos oficialmente en verano pero estamos en esta especie de limbo raro, un interregno en el que se anuncian coleccionables y que de forma desprevenida nos irá dejando, como en el poema de Machado, alguna tarde cenicienta y mustia. Así es este pliegue temporal, se despiden los becarios de la redacción mientras sentimos cómo la vendimia sube lenta e implacable igual que un ejército que avanza, y esa vendimia que se acerca en realidad es el otoño, una sombra que crece y que va ganando terreno para conquistarlo todo.

Agosto es un espejismo, un paréntesis en el que fingimos que la vida puede ser ligera

Se huele la amenaza de la lluvia, el frío, la baldosa suelta de la calle que al pisarla dispara un chorro de agua. Ya está aquí la vuelta al cole y el nuevo curso político, pero septiembre trae también sus liturgias de consuelo: ahí se ve ya a San Mateo asomando por detrás del horizonte y además ha vuelto el fútbol, rueda otra vez el balón con su fanfarria de tertulias e infinitas discusiones entre amigos. Yo me adelanto a este tsunami y ya me he reincorporado al trabajo. Ha sido un regreso artístico, a lo grande, porque he venido con tos, congestión, pañuelos, dolor de garganta y fiebre, una vuelta tragicómica, un espectáculo. «Ahora ya solo puedes ir a mejor», me decía un compañero, pero así no hay cuerpo que se atreva con un cortado con hielo.

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