Anecdotario

Compañeros de Peugeot

Domingo, 15 de junio 2025, 13:57

Hay una escena desgarradora en la segunda temporada de 'Los Soprano' cuando Tony abre la caja de puros de Big Pussy —su hermano, su confidente, ... su sombra— y encuentra, bajo el tabaco, una grabadora del FBI. Tony no se desploma ni se descompone, lo que hace es mucho más triste: se pone a disimular. En ese capítulo inolvidable Tony Soprano sonríe, charla y camina atravesado por una pena inmensa porque ha descubierto el engaño de su compañero, pero también porque acepta desconsolado las consecuencias que acarrea esa traición: tener que ejecutar a un soplón y a la vez, a un viejo amigo. El beso de Judas enseña que el acto de traicionar requiere siempre de una intimidad insoportable, y con esa idea en la cabeza compareció el jueves Pedro Sánchez frente a un país expectante. El presidente pidió perdón a la ciudadanía y en especial a los militantes socialistas, pero no por los casos de corrupción sino por haber confiado en Santos Cerdán. El tono de voz, el maquillaje, la ropa escogida y los gestos ofrecían una imagen trabajada de fracaso personal, como si el verdadero delito fuera en realidad haber sufrido una puñalada por la espalda de su compañero de Peugeot.

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Estamos ante un nuevo ejercicio de prestidigitación moral para los votantes de esta España tormentosa que aún quieran confiar en el espejismo de la política limpia. Porque pedir perdón es muy fácil, es como pedir un café en un bar; lo hizo el emérito Juan Carlos después de cazar elefantes y lo hizo Luis Rubiales tras besar a Jenni Hermoso: «Me he equivocado», dijeron ambos, pero esas disculpas públicas, esas lágrimas de cocodrilo nunca buscan redención sino salvación, y eso no siempre se consigue. Una vez oída la primera frase de Sánchez, la rueda de prensa se fue espesando y el show fue uno de esos espectáculos que te hacen mirar a cada rato el reloj preguntándote cuándo termina; ya estaba todo dicho, la noticia era relativa y sólo quedaba el drama. Ahí se desenvolvió bien la presidenta de Navarra, que rompió a llorar al referirse a Cerdán y me recordó a Deborra-Lee Furness, la exmujer de Hugh Jackman que acaba de divorciarse del actor y ha dejado un titular de extraordinaria belleza e inteligencia: «Mi corazón y mi compasión están con todos los que han pasado por el traumático camino de la traición».

La traición es el nuevo argumento del folletín nacional, es el arco de redención en el guion de un presidente que no admite su error político ni asume las consecuencias de sus múltiples escándalos. Quien compareció era un pobre hombre herido, un personaje abatido, traicionado, y por eso Pedro Sánchez encarnaba –como en cada uno de sus múltiples papeles– a una víctima más; una que, como Tony Soprano, no lloraba pero que miraba a cámara y con los ojos cansados le decía a cada español: «en el fondo, esto me duele más a mí que a ti».

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