Ojo de buey

Leer o no leer

Sábado, 13 de septiembre 2025, 21:46

Coinciden el estreno de la hipótesis de Amenábar sobre el cautiverio de Cervantes en Argel con la estela del aserto de una influencer acerca de ... que leer no nos hace mejor personas. En medio de esta conjunción planetaria, yo creo que leer 'El Quijote' y no reducirlo al souvenir o al hablar de oídas, nos haría más felices. Pero al lío: ¿leer no nos hace mejores personas? Ni practicar deportes de montaña, ni coleccionar sellos, ni jugar al paddle, ni bailar bachata. Pero yo esto lo argumentaría sólo para justificarme por no hacer o no atreverme a hacer o sencillamente ahorrarme hacer cualquiera de estas actividades citadas, entre otras muchas. Total para qué, si no me va a hacer mejor persona, ¿verdad? Con el ejercicio y dedicación que suponen. Pues perfecto: «ésta es la excusa», que diría Hamlet. O algo parecido que decía el príncipe. Hamlet, mira, otra víctima de la lectura, además de que envenenaran a su padre. Otra víctima de las palabras, palabras, palabras. Qué necesidad de meterse en ese jardín, de deambular por los pasillos de Elsinor sin levantar la cabeza de los libros; que bachillería más inútil, sólo conducente a convertirte en una de las figuras esenciales del drama de lo humano. Pienso también en Madame Bovary, otro caso extremo, gran lectora, con pasión quijana. ¿La hizo mejor persona? No hay duda de que la biblioteca romántica le complicó la vida, pero también la convirtió en uno de los seres imprescindibles para entender la lucha de los sentimientos frente al juicio social y la búsqueda de la libertad emocional. Entonces: ¿leer nos hace o no mejores personas? Depende de lo que leas y depende del concepto que tengas de ser «mejor persona». Pero quien no lee no lo ha probado. ¿Le hizo «mejor persona» a don Alonso Quijano el leer libros? Lo cierto es que no recuerdo mejor persona a su alrededor –exceptuando a Sancho– y menos los que los quemaron o los que le apalearon. Era don Alonso Quijano mejor que su país. No tardará, por cierto, en aparecer una novela –si no existe ya– en la que alguien, un ser influenciable, obtuso y fanatizado por la papilla de los popes de las redes, por la caballería influencer, abandone el asiento de gamer en el que mora desde hace años, anclado en su habitación, y salga al siglo y sus rigores, donde le esperará la realidad, en la que él sólo verá gigantes de la IA, legiones de instagramers, señores del algoritmo, cortesanas ticktokers, conspiraciones X y una doncella virtual a la que dedicara sus multiversos. Una realidad en la que el mundo antiguo ya será simplemente un podcast. Y los libros una arqueología arcana; como mucho, emoticonos. Residuos de un mundo antiguo en que estos artefactos, si te atrevías a entrar en ellos, en su circuito caligráfico y poético, te hacían personas, te convertían en persona. Como algunas músicas, algunas imágenes, como algunas otras personas. Una figura, la de este nuevo héroe del ilusionismo andante, adelgazada y sola, insomne, célibe, en ayunas y más joven que Alonso Quijano, consumida por los fingidores en horas 24 y acompañado en su aventura por un compañero analógico y porro que lo más probable es que tampoco exista, pero que, aun así, habrá de ser su último compañero y el legatario de sus fantasmas. Quién dijo leer. Y tecleo, en fin, este Ojo de Buey, en la ciudad de Logroño, a trece de julio del año del Señor de MMXXV, al mediodía, teniendo frente a mí y al lado de la computadora, un busto de escayola que figura ser don Miguel de Cervantes Saavedra. Una escayola blanca avainillada por el tiempo que lo más probable es que modelara el gran carpintero, extraordinario suegro mío y mejor persona Alfredo Rodríguez, siendo él un pupilo de la recordada Escuela Industrial de Artes y Oficios de Logroño, en la que se instruiría con buena calificación en diversas disciplinas. Este don Cervantes de mesa y como de ilustración de libro de gramática de los cuarenta, me mira a los ojos y me cuestiona cada sustantivo o adjetivo. Y a él me encomiendo cada día antes de abrir Word.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta especial!

Publicidad