Ojo de buey

Eternautas

... Y llego absorto, con la respiración justa y el cansancio de una travesía odiseica, hasta la última viñeta de la última página de 'El ... eternauta', la novela gráfica –que fuera entre 1957 y 1959 por entregas y ahora un único tomo reunido en España por Planeta Cómic– de Héctor Germán Oesterheld, su guionista, y de Francisco Solano López, dibujante; bonaerenses ambos. El primero, torturado y desaparecido durante la dictadura argentina (1976-1983), al igual que asesinadas antes sus cuatro hijas y misma suerte la que corrieron sus tres yernos. 362 páginas, apaisadas, de esas que cuando las despliegas te alcanzan de punta a punta de los brazos abiertos sujetando sus tapas de cartón duro sobre las rodillas. Y cerca de 4.000 viñetas. A plana completa o cerrada sobre la mirada de sus personajes, contemplando atónitos la dimensión y el calado de la catástrofe, cernida sobre sus familias, sus casas, su país y quién sabe si el mundo entero. Una oleada de muerte de origen desconocido, pero con el aspecto de un golpe de estado planetario contra el común, contra la ciudadanía. En el fondo (intuyendo Oesterheld lo que vendría), nada extraterrestre, pese a figurarse la fábula a partir de un supuesto digno de H. G. Wells y de su Guerra de los Mundos, que ya trataba de la inoculación de mal de la guerra, de la militarización y de la tentación belicista, individual y social. Y todo, volviendo a 'El eternauta', teñido en el blanco y negro de la ciencia-ficción cinematográfica de los años 50. Aquel gris de la serie 'B' que reflejaba, sin embargo, el siniestro 'A' de ese tiempo, aún aturdido por los sucesos de las décadas anteriores, marcadas por el fascismo, las nuevas formas de poder y de autodestrucción de la humanidad. El tono de las pinturas negras de sus argumentos, enraizados en los nuevos miedos bélico-políticos de la segunda mitad del siglo XX, alimentados por las pesadillas modernas, secuelas de la 2ª Guerra Mundial. Monstruos de nueva generación (los GURBOS, los MANOS y los HOMBRES-ROBOTS de este cómic formidable). Un terror que lejos de estar aliviado hoy en día, en el primer tercio del XXI se ha visto reavivado, por los viejos nuevos conflictos, por la postpandemia, por el cambio climático, por la reedición del genocidio, por los nuevos emperadores, por la revitalización de la ultraderecha, por la motosierra generalizada: por los 'ELLOS' incógnitos y bunkerizados, los 'ELLOS' sin rostro que gestionan el horror en 'El eternauta'. Estaban imaginando Oesterheld y Solano el pasado, el inmediato futuro y el futuro-futuro. Razón por la que su drama nos vuelve a sonar hoy tan próximo, tan temible. La prensa ha advertido la publicación en papel de 'El eternauta' a la vez que Netflix ha estrenado su versión en serie, que yo aún no he visto (aunque he recorrido la 'película' dibujada, como fotograma a fotograma). Y sobre todo, se ha recordado a Oesterheld, quien por añadidura a ser su dramaturgo, se vería encarnado, en muchos aspectos, en la figura de su protagonista. Oesterheld es el primer eternauta –hermoso neologismo inventado para la ocasión–, atravesando el tiempo con su relato; atravesando la oscuridad desde el momento de su desaparición. Atravesando la eternidad. Y luego está el lector, el que se sitúa delante del volumen abierto, entra y sigue los avatares del grupo, de la comunidad de aventureros a tumba abierta. El lector, que es nauta también porque atraviesa, durante horas, durante días, un arco eternizante. La propia novela o eternovela, ha ocupado, por el momento, dos siglos consecutivos. Me regalaron 'El eternauta' por mi cumpleaños –precisamente– unos queridos amigos. Lo abrí esa misma noche y no lo he soltado. Lo he devorado en una estación, el verano, que era –hace una 'eternidad'– la de los tebeos. De la colección 'Joyas Literarias Juveniles' de Bruguera. Versiones gráficas de Verne, Salgari, May o Stevenson. Gracias a ellos, puedo comunicarme ahora con Oesterheld y Solano.

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