Hasta la semana pasada, antes de que el alcalde de Salamanca empezara a echar espumarajos por la boca por eso del Observatorio Global del Español ( ... creo que quien le pone nombre tan pomposos a estos órganos de difícil comprensión es la misma persona que titula las operaciones policiales), lo del Plan de Transformación de La Rioja (otro gran titular sin autor conocido) no lo veía del todo claro. Vi la luz en La Laboral, en un edificio que por fuera no dice nada y que por dentro es un diamante en bruto que a nada que en Educación lo pulieran (entiéndase promocionar) un poquito podríamos montar ahí, valga la hipérbole, un observatorio interplanetario del vino de Rioja.
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Lo de la transformación de La Rioja hablaba de la Enorregión. Entre metáforas, circunloquios, promesas y grandes objetivos (todo sostenible y digital, ya saben) se hacía una referencia a la formación como la última de las patas de ese plan que, a nada que salga bien, hará de La Rioja la envidia del resto de los mortales.
En La Laboral, decía, la Enorregión me iluminó. El ciclo en Vitivinicultura, explicaban con pasión sus profesores, es algo así como la gran cantera del vino de Rioja, la Lezama enológica. Por allí han pasado muchos de los que hoy son alguien en el sector, tanto en Rioja como en otras denominaciones.
El problema es que en Educación lo de la formación de la Enorregión parece no acabar de convencer. Este curso, entre alharacas, se puso en marcha en Haro el ciclo de Vitivinicultura... que el próximo año no admitirá alumnos de primer curso. Y al ciclo vespertino de La Laboral, la fórmula idónea para incidir en la profesionalización del sector, se le exige una ratio inusual en otras áreas.
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Las apuestas son para mantenerlas. Todo lo demás siempre ha sido propaganda y brindis al sol.
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