Enrique Forner puso las bases, en los 70, del Rioja del siglo XXI
El fundador de Marqués de Cáceres introdujo el estilo de vinificación bordelés para alcanzar vinos más frescos y afrutados, con menos presencia de la madera
El Rioja que se conoce hoy en día no puede entenderse sin la evolución que experimentó durante la década de los años 70 y, más concretamente, sin la aportación que un valenciano de Sagunto –formado en Francia– hizo a la Denominación. Enrique Forner, fundador de Marqués de Cáceres, puso las bases del Rioja moderno.
Forner llegó en 1970 a La Rioja después de una intensa experiencia vital, pese a su juventud. Había visto cómo su padre –comerciante de vinos– conseguía un importante éxito empresarial exportando vinos en barricas o fudres, e incluso elaborando vino en La Mancha. Pero sus inquietudes políticas le llevaron a militar en el Partido Republicano, lo que, a partir del año 1936, le condujo a la ruina económica y a exiliarse en Francia, donde tenía un pequeño almacén. Ese negocio puso las bases de la resurrección económica de los Forner.
El patriarca de la familia vendió el almacén y sus vinos, y los ingresos los invirtió en un viñedo en el sur de Francia. Sin embargo, la desgracia siguió cebándose en la familia Forner y el padre de Enrique, sin haber superado la necesidad de exiliarse, murió joven (49 años) al igual que su esposa (falleció con 44 años).
Enrique, el mayor de los hermanos, tuvo que asumir –con sólo 18 años– el destino de la familia. La experiencia forjó el carácter del empresario.

La familia vendió la pequeña propiedad y volvieron a convertirse en tratantes de vino, pero observaron que la rentabilidad era muy escasa. Y cuando se les presentó la oportunidad compraron (con la diferencia de un año) dos chateaux en la zona de Burdeos –Grand Cru Classe Camensac y Larose Trintaudon–, lo que les llevó a conocer a Emile Peynaud, el gran 'gurú' del vino de Burdeos, en quien se apoyaron para elegir las variedades y realizar las vinificaciones.
Pese a la buena marcha del negocio en Francia, Enrique Forner siempre tuvo en mente volver a España para tomarse la revancha de lo que su familia había perdido.
Según cuenta su hija Cristina, que es quien lleva ahora la dirección de Marqués de Cáceres: «Mi padre se recorrió junto a Peynaud las principales zonas vinícolas españolas, probó vino y decidió iniciar su proyecto en Rioja por su tradición milenaria, con un gran potencial y un lugar en el que se podía innovar y crear un nuevo estilo de vinos utilizando la escuela de vinificación bordelesa».
Forner alcanzó antes el éxito internacional que en España
Forner quería elaborar vinos con más fruta, más estructura, utilizar mayoritariamente roble francés para alcanzar el equilibrio entre la fruta y la madera, y así empezó a elaborar en Cenicero, no sin ciertas opiniones contrarias, «pero como mi padre no decía a los demás lo que tenían que hacer, sino que era él quien lo hacía y quien arriesgaba su dinero, pues la contestación no fue grande».
Elaboró tintos, pero también blancos y rosados más frescos, vivos, más afrutados «que suponían una ruptura con los blancos y rosados de inicios de los años 70, que estaban casi al borde de la oxidación». Entretanto, entre el 70 y el 74 no se vendió ni una botella de tinto porque había que envejecerlo en la barrica, afinarlo en la botella y sacarlo al mercado cuando ya alcanzara su plenitud, «y claro, mi padre venía a casa y admitía que no sabía si iba a salir adelante porque el esfuerzo económico era muy grande».
Cuando el vino ya estaba listo se planteó el problema de con qué marca sacarlo al mercado, y ahi llegó el ofrecimiento del Marqués de Cáceres, amigo de la familia Forner, para utilizar su nombre, y ahí nació una marca «aunque mi padre no se percató de que Cáceres no tiene nada que ver con La Rioja y que encima es difícil de pronunciar en el extranjero, pero bueno...», comenta divertida Cristina Forner.
El vino de Cristina Forner: Gaudium

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El vino: Si Enrique Forner dejó impronta en los años 70 con sus vinos y con su modernización del estilo clásico, su hija Cristina lo hizo en los 90 con el lanzamiento de Gaudium. La primera añada (1994) de este gran vino, fruto de una selección de viejos viñedos, sorprendió por su elegancia, textura y complejidad.
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Precio: 50 euros
Pese a ello, cuando el vino comenzó a venderse fue muy bien aceptado en los mercados internacionales, pero no tanto en el nacional, porque «el paladar español no estaba preparado para estos vinos, y la suerte es que hemos crecido a través de la exportación». Al final, fue precisamente la reputación internacional lo que construyó el prestigio nacional.
La llegada de Cristina Forner a la empresa, a finales de 1983, multiplicó y amplió los mercados internacionales, de manera que hoy en día el 53% de la producción de Marqués de Cáceres se exporta a 140 países.
En Cenicero las cosas tampoco fueron fáciles en los inicios, pero el carácter serio de Enrique Forner ayudó a forjar un fuerte vínculo entre el pueblo y la bodega. «Mi padre llega con Emile Peynaud y ve que no hay grandes viñedos como en Burdeos, por lo que comienza a hablar con los viticultores de la cooperativa y firmó contratos a largo plazo. Parte de ellos, los que han puesto sus viñedos al servicio de la bodega de forma más fiel, los que han monitorizado sus viñedos, han mantenido las cepas viejas, etc... a esos, mi padre les dio acciones de la bodega, por eso no somos una cooperativa, pero hay viticultores independientes que tienen acciones de la bodega», explica Cristina Forner. De esa forma, el fundador de Marqués de Cáceres se garantizó el trabajar estrechamente con los agricultores para conseguir la uva de la mejor calidad posible, y también contar con aliados locales. Ese espíritu lo mantienen los actuales regentes de la bodega de Cenicero que premian el mantenimiento de las cepas viejas con un bonus especial.
La heredera de Enrique Forner reconoce además un compromiso con la sostenibilidad de la zona y por eso trata de ajustarse a la singularidad del viñedo porque es una forma de «crear un valor económico en la zona. Es interesante ver como pueblos de 1.000 habitantes, si tenían viñas, en los últimos diez años han crecido un 35% mientras que pueblos de esos habitantes que no tenían viticultura, han decrecido en un 9%. El valor de esa economía del vino forma parte de la supervivencia de los pueblos por su papel económico-social».
En noviembre de 2007, Enrique Forner se jubila y deja Marqués de Cáceres en manos de su hija Cristina y es cuando se desarrolla el proyecto enoturístico de la compañía, porque «es la mejor forma de mostrar y educar en lo que es el vino y dar a conocer el trabajo humano que hay detrás de cada vino».
De la misma forma, Cristina Forner –desde la presidencia de la compañía– desarrolló un plan de expansión que no pasaba por un aumento de la producción: «Yo no quería más volumen, sino más prestigio, más reconocimiento de calidad y con el equipo definimos el plan y empezarmos a diversificar nuestras colecciones de vinos y buscamos Denominaciones de Origen donde invertir y en 2014 encontramos lo que buscábamos en Rueda (Serrada y La Seca) y en 2019 adquirimos Finca La Capilla, en Ribera de Duero, después de peinar la zona buscando reproducir la esencia del chateaux. Así, ahora en la exportación contamos con colecciones diferentes, no de volumen, sino de identidad, calidades, perfiles y características complementarias a partir de nuestra experiencia en La Rioja». Además se han sumado un Albariño, un Cava, también un aceite de oliva (arbequina, una variedad de La Rioja), «hemos explorado la forma de segmentar mercados y responder a las expectativas de los consumidores, mientras seguimos adquiriendo viñedos propios aquí en La Rioja». Todo ello, asegura Cristina Forner, se ha hecho sin perder de vista el fin último para el que trabajó su padre: «La búsqueda de la excelencia y la honestidad».
Con la perspectiva temporal, Cristina admite que el reconocimiento a su padre tardó en llegar, «al principio, fue discutido. Hay que tener en cuenta que incluso intervino para cambiar aspectos normativos de la Denominación como el etiquetado, y aunque sus opiniones las fue dando de forma paulatina, no todos lo aceptaron rápido. Aunque algunos de los aspectos del Rioja actual son el desarrollo de sus ideas, pero ofrecidas no con una revolución sino con innovación».
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