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Fernando Bóbeda
Miércoles, 27 de noviembre 2024
«Si quieres arruinarte, haz un rosado». El comentario, con un puntito de retranca, me lo hizo un bodeguero en una cata hace unos años. Confidencia hecha, todo hay que decirlo, mientras me servía una copa de un magnífico rosado fermentado en barrica. Un pionero.
Pasadas ya unas cosechas, con la clarividencia de la sibila, son aquellos vinateros de nuevo y viejo cuño, en una suerte de contagio emocional, los que quieren enviar al infierno a los rosados anónimos e impersonales embotellados en ocasiones para el chiquiteo 'barato'. O, al menos, dejarlos en un segundo plano.
El hecho es que el rosado, o el clarete bien trabajado, por qué no, está viviendo días de gloria dejando atrás el manido axioma de que son vinos agradables y fáciles de beber, frescos y refrescantes, pero sin profundidad ni largo recorrido. ¡Fallo!
Grandes firmas como López de Heredia, Murrieta, Muga o Riojanas siempre han contado con rosados de categoría. Y otras bodegas como las de Miguel Ángel de Gregorio (Finca Allende), 200 Monges o Contino, por citar algunas, han entrado también con convicción en el mundo rosado.
Este renacimiento no ha pasado desapercibido en el plano internacional. En el informe 'The Rosé Report 2023' del Club Oenologique elaborado por la Master of Wine Elisabeth Gabay, Rioja es la denominación del mundo que más vino rosado coloca en el 'Top 25', seguida por Southern Rhône y Côtes de Provence y Wienvertel. Hablamos de un ranking mundial donde han participado 224 marcas de vino.
De cualquier forma, el rosado sigue siendo un vino secundario en las bodegas riojanas. Baste decir que en la cosecha pasada se comercializaron 1.986.910 hectolitros de tinto, 268.710 de blanco y únicamente 127.018 de rosado. Pero las perspectivas son halagüeñas y su crecimiento imparable. En definitiva, los vinos rosados vuelven con fuerza y viven un auténtico renacer en el que el roble, u otros materiales, son compañero de viaje necesarios que los han aupado a la primera categoría en los mercados internacionales.
Uno de los últimos vinos de Carmen Pérez (Villota) ha sido el rosado que da nombre a la bodega: «Nuestros vinos, todos, tienen la personalidad de esta finca situada en el meandro de San Rafael, con la singularidad de un terreno serio y con carácter. El rosado cada vez crea más expectativas entre algunos consumidores, pero nosotros queríamos ofrecer algo distinto, con una complejidad y una expresividad propia de la unión de la acidez y el color del graciano, junto con los aromas y la viveza da la garnacha. Sólo hay que tener cuidado con la maceración del graciano, unas 8 horas como máximo, porque es tan potente que se va de color. Los vinos, antes del ensamblaje, pasan seis meses en barrica de 500 la garnacha y de 225 el graciano, y a la botella».
Alfredo Bernáldez (Bodegas Alvia) explica que «siempre he creído en los rosados, me encantan los clásicos, y por eso mi filosofía era hacer uno con crianza con mis mejores garnachas. Producciones mínimas que utilizábamos para tintos en los que buscábamos concentración. Su sangrado, sobre un 8 por ciento con 15-18 horas de maceración, me dio la base para este rosado. Empecé en 2003-2004, y vi que aguantaba tranquilamente un año de barrica. En botella crecía y crecía, afinándose y ganando en matices. Su longevidad es tan brutal que he apartado una partida para sacarla como gran reserva y ya lo ves, es un vino gastronómico que en cata ciega puede pasar por un tinto». Así describe Bernáldez su fantástico Livius Rosado Fermentado en Barrica.
«La idea surgió por tener nuestras raíces en el Alto Najerilla, donde el rosado ha tenido un peso incluso más importante que el tinto. Hace unos años empezamos a darle vueltas a la idea hacer rosados de alto nivel, de largas crianzas», explica Raúl Acha, director técnico de del grupo Vintae y autor del Classica Rosado Gran Reserva. «Nuestra primera cosecha fue la de 2009 y estábamos 'fuera de moda', pero creíamos en ese tipo de vino de viñedos viejos donde se mezclan garnachas y viuras. Hacemos también también blancos de gran reserva y tintos más ligeros, pero, ahora mismo, con el rosado estamos en la 2012 y con 2.700 botellas que vuelan. Si algo tiene Rioja es una gran capacidad de envejecimiento, la evolución de los buenos rosados es espectacular».
Alberto Pedrajo (Alonso & Pedrajo) hace las cosas a su modo: «No me gustan los vinos hiperbólicos, sobreexcitados en aromas e intensidad. Nuestros rosados son clásicos pero disruptivos, con menos intervención. Manda la uva, aunque con una crianza en barrica que aporta oxidación y taninos.He trabajado por todo el mundo:de Georgia nos trajimos las tinajas, las pieles y la valentía para no usar sulfuroso; de Italia, las maderas de gran volumen, y de Francia, el trabajo en el viñedo. Alonso & Pedrajo tiene tres rosados: «un clarete 'friki', radical, con pieles y madera de maturana blanca y tinta; otro de 'mil padres' con 7 variedades, pieles y criado en tinaja, y un clarete que pide envejecer de garnacha (tinta, gris y blanca), viura y sauvignon criado en barrica. Hay que defender el clarete», sostiene Pedrajo.
Akutain es una bodega especial, especializada en largas crianzas con maderas usadas. Jon Peñagarikano explica que «nuestro rosado gran reserva surgió de la 'inspiración': ¿y si criamos el tinto, por qué no podemos criar el rosado?». Jon aclara que «aquí nos gusta la madera usada, pero son barricas que envejecemos nosotros. La primera añada fue 2015, y la '16 ha estado 54 meses en roble recuperando la crianza antigua de un gran reserva sobre barrica madre porque pretendemos fijar el color sin oxidaciones, respetando los primarios, nunca acaba en madera nueva. La base es un tempranillo a 700 metros que ofrece una acidez estupenda. Nosotros pensamos que los vinos hablan, por eso no salen todos los años; del '16 saltamos al '20, que no saldrá al mercado hasta 2026».
Óscar Tobía fue pionero en elaborador un rosado diferente con su Alma de Tobía: «Desde pequeño he hecho vinos en las cuevas de mis abuelos de San Asensio. En 1994 empecé a hacer blancos fermentados en barrica y…, ¿y por qué no también un rosado? Tras muchas pruebas dimos con un vino que no existía, algo diferente para el segmento premium. Cuando solicité al Consejo la denominación de fermentado en barrica era un epígrafe que no existía, por lo que tuvieron que aprobarlo para mi vino. Está hecho con tempranillo, ya que no me gusta la garnacha con madera para envejecer. Nunca hemos pasado de 5.000d botellas, con una crianza de cuatro-cinco meses en barrica. Tengo botellas con 10 años que están perfectas al paladar».
Carlos Fernández (Bodegas Tierra) es experimentador nato y también con su rosado, Tierra de Mármol:«Siempre quise hacer un rosado con anchura para andar con suficiencia en la mesa. Este tiene alguna variedad foránea de un viñedo experimental, pero básicamente es garnacha tinta y blanca. La diferenciación principal llegó hablando con un marmolista para probar con un depósito de mármol para su maduración en la bodega». Fernández explica que el vino «lo arranco a fermentar en madera y va directo a mármol, que aporta sutileza y una microoxigenación muy lenta por la singularidad del frío. Sí te diré que marca territorio, que se sale del guión, porque es rosado, pero te lo echas en boca y tiene la estructura y la profundidad de grandes blancos o grandes tintos».
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
Roberto G. Lastra | Logroño
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