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Eva Valgañón y Óscar Alegre, de Alegre&Valgañón Justo Rodríguez
Los nuevos blancos ¡son geniales!

Los nuevos blancos ¡son geniales!

Un grupo de atrevidos viticultores rompe con lo 'políticamente correcto con una nueva ola de blancos innovadores y diferentes. Son 'otros vinos', con pieles y/o oxidaciones y elaborados con ortodoxia que enriquece el panorama de Rioja

Fernando Bóbeda

Miércoles, 27 de noviembre 2024

Desde fuera de Rioja no son pocos los que ven a nuestra Denominación como un volcán. Junto a las bodegas de siempre, necesarias e imprescindibles por otra parte, ha surgido un movimiento compuesto por jóvenes –y algún que otro veterano– que en lugar de dejarse llevar han optado por agitar la escena vitícola riojana y lanzarse a pecho descubierto a elaborar vinos diferentes. Y lo hacen desde su verdad.

Lo más difícil es lo que más les gusta. Nombres como David Sampedro y Melanie Hickman, Álvaro Loza, Carlos Fernández, Roberto Oliván, Carlos Sánchez, Carlos Mazo, Óscar Alegre y Eva Valgañón, y un montón más de valientes, se han sumado a otros con mayor brega como Basilio Izquierdo u Olivier Riviere con el afán de elaborar vinos que arrinconen la simpleza.

Muchos nos sentimos cómplices cuando descorchamos una botella de cualquiera de ellos y vemos que hay caminos inexplorados en el mundo del Rioja. ¿Quién dijo inmovilismo? Nuestros protagonistas, que saben lo que significa la lucha sin medios ante la ortodoxia dominante, es gente difícil de localizar porque siempre los pillas en el viñedo: miman la uva, la tierra, viven el campo con respeto y luego trabajan en bodega con más osadía que medios. Y, al terminar, firman su vino con una simple rúbrica como diciendo «esta es mi verdad, te puede gustar o no, pero es la mía y es la que defiendo». Gente que se deja los hollejos en busca de una nueva Rioja.

En nuestra Denominación nos hemos valido con excesiva vehemencia de esa manía tan humana de etiquetar todo, como si ello avalara el buen hacer, sin darnos cuenta que esta normativa tan estricta puede traer en el petate alguna que otra trampa. Porque estos reglas que dictan lo que está bien y lo que está mal pueden llegar a sofocar a gente que ha vuelto a La Rioja después de haber trabajado en medio mundo. Y que necesita reivindicarse.

El mundo de los grandes blancos riojanos tuvo su hueco en la DOCa hasta hace unas décadas. Enormes blancos de marcas de gran prestigio que sobrevivieron a duras penas gracias a cuatro bodegueros que fueron fieles a su forma de elaborar. Pero, en general, las bodegas los convirtieron en vinos secundarios nacidos para el chiquiteo, blancos sin pretensiones, frescos y fáciles de beber que apenas aportaban nada. Aun así cumplían un papel, es verdad.

De todas las variedades

Ahora conceptos como raspón, pieles, maderas de calidad, hormigón, huevos y ánforas conviven con las mejores uvas de blanco con naturalidad en las elaboraciones de estos tipos geniales. Y no es sólo viura, aquí encontramos garnacha, maturana, malvasía, calagraño, tempranillo, turruntés, sauvignon… Lo mejor de cada casa para desatar instintos y sorprender al personal.

Y hay hueco para ellos porque venden sus vinos y lo hacen a su justo precio. Adiós a esas partidas casi subastadas al mejor postor. Estos blancos de nuevo cuño se hacen valer dibujando rictus de asombro en veteranos vinateros que no entienden que haya hueco en el mercado para estos vinos y, sobre todo, aficionados dispuestos a sacar la chequera y a pagar sin miramientos. «Si me dicen hace diez años que un blanco pudiera valer más que un tinto, no me lo creo», comenta Carlos Fernández, de Bodegas Tierra. Pero lo hacen porque lo valen y porque ofrecen una exclusividad que se demanda.

El vino blanco está de moda y junto a estos vinos rompedores vivimos un renacer de los blancos reservas y grandes reservas nacidos para convertirse en eternos, una especialización que Rioja perdió pero ahora está también recuperando. Porque las grandes viuras que constituyen la base de estas etiquetas son enormes. Y ahí está la grandeza de este movimiento que estamos viviendo, dos modelos que conviven con naturalidad y suman para nuestra tierra. Me lo comentó uno de estos chavales pisando la viña: «Rioja es una de las pocas denominación capaz de ofrecer tintos y blancos de categoría mundial, hay dos o tres, no más. Debemos aprovecharlo y darlo a conocer. Hay que superar la idea de que somos tierra sólo de tintos, aquí se hacen blancos extraordinarios». Recapitulando, «por sus hechos los conoceréis». Vieja sentencia que extrapolada a nuestros protagonistas vendría a decir «por sus blancos los conoceréis». Pasen y vean, los protagonistas que van a conocer… ¡son geniales!

  1. Álvaro Loza

    «Me gusta trabajar con las manos como se ha hecho siempre»

El viticultor de Haro Alvaro Loza, premio Talento del Futuro del Vino en Madrid Fusión, explica que «sigo dos líneas de trabajo: en Contacto (nombre de su blanco) hablo de proceso de elaboración y en Álvaro Loza (tinto), del origen de las uvas».

«Mis viuras para Contacto son unos 1.200 kilos de suelo calcáreo de Elciego, que fermento con las pieles y el raspón, buscando textura, tanino y sensaciones que recuerdan a lo que existía hace muchos años con los medios que tenían».

Loza detalla con que «con la uva entera obtengo una textura de tinto ligero, con tanicidad y a la vez frescor y verticalidad. Me gusta trabajar con las manos y en ecológico por convicción, pero me siguen encantando los clásicos; recuerdo un Tondonia Blanco de 1964 emocionante. Hay sitio para todos».

  1. Basilio Izquierdo

    «Me decidí a hacer vinos orange al verlos en la carta del Ritz»

El veterano Basilio Izquierdo es al tiempo uno de los bodegueros más innovadores de Rioja: «En 2007, cuando emprendí mi proyecto tenía claro que haría garnacha blanca, de la que apenas hay 200 hectáreas en toda Rioja. Me volví loco hasta que la encontré en Briones, y nació B de Basilio Blanco».

«En un viaje a Burdeos -añade– empecé a oír hablar del los vinos orange. Cenando en el Ritz de París vi que en la carta había dos orange y me lancé a elaborarlo en 2016 con garnacha blanca y un tercio de viura». Basilio fermenta la uva despalillada, pero no deja las pieles hasta el final «porque van dejando mucho alcohol y podría quedar un ligero sabor de vino de prensa. Entra en barrica de 500 y ahí lo dejo hasta que se aburre, años y años. Cada vez me gusta más».

  1. Víctor Ausejo

    «La garnacha blanca es ideal como varietal»

«Mi padre acertó cuando plantó en Clavijo garnacha blanca a 546 metros. Desde el primer año dio vinazos aprovechando los suelos de arena fina, piedra por arriba y arcilla caliza por abajo», explica Víctor Ausejo, viticultor con bodega en Alberite que irrumpió en el mercado con dos vinos espectaculares de garnacha blanca.

«¿Por qué garnacha blanca cuando en Rioja hay apenas 250 hectáreas? Es muy completa, da aroma, estructura y acidez, y es ideal para elaborar como varietal». Ausejo recuerda que «hace años algunos técnicos decían que era oxidativa, pero yo no lo creo y, sobre todo, llega con un pH de 3,15. La elaboramos en un depósito de hormigón en forma de diamante buscando la pureza varietal con su frescur, su puntito de dulzura y la mineralidad de la caliza».

  1. Bodegas Tierra

    «Quiero que mis blancos sean insustituibles»

La Abuela Visi es la niña de los ojos de Carlos Fernández (Bodegas Tierra, Labastida): «Desde la primera añada intenté rescatar la esencia de esta zona privilegiada entre Briñas y Labastida. Nace de un viñedo de 1920 'antilibro', de suelo arcilloso y mirando al amanecer con viura, malvasía, palomino y moscatel». Fernández explica que «quiero preservar el carácter de la parcela. Lo despalillo con una pequeña maceración en prensa de 8-9 horas y luego descansa una noche en la calle. Al día siguiente, va directo a un fudre de 700 litros de roble austriaco que respeta mucho la fruta. Es un vino frío como la tierra donde nace. Quiero que sea insustituible, entendido como que no hay nada igual; puede haberlo mejor y lo hay peor, pero no igual. Así son las 900 botellas de La Abuela Visi».

Carlos Fenández (Tierra) y Carlos Sánchez (Buradón) ( Fernando Bóbeda
  1. Carlos Sánchez

    «Intento que el lugar de donde nacen esté en mis vinos»

Carlos Sánchez Vitivinicultor (Labastida) elabora dos blancos, Los Montes Bellos de Buradón y Buradón Las Plegarias: «Intento marcar con mis vinos el lugar del que nacen, lo más puro y cristalino de un lugar. Sánchez elabora ambos vinos «con uva entera, sin depalilar y pasan en prensa unas horas macerando y los desfango sin ningún tipo de artificio».

De ahí a barrica: «Busco la microoxigenación en fermentación y se crían con lias unos 10 meses sin trasiegas hasta la botella. Mi objetivo es no descarnar, no limitar la verdad de una viña durante ese proceso porque es mi visión de este vino nacido en la sierra, en la falda de Toloño. Estos blancos nacen por la búsqueda de un gran vino que pueda estar incluso por encima de tintos de categoría».

  1. BodegasTritium

    «Georgia, la cuna del vino, me inspiró para el blanco con pieles»

«Leyendo sobre Georgia, la cuna del vino, vi que hacían blancos con pieles y empecé a darle vueltas a la cabeza», recuerda Francis Rubio (Bodegas Tritium, Cenicero). «Investigué hasta que me lancé: compré una buena ánfora italiana y criamos las uvas 8 meses con las pieles. El vino coge cuerpo, grasa, tanino…, y me encanta porque es muy gastronómico, para comer incluso un chuletón».

Tritium elabora este sorprendente blanco «sin nada de madera, sin sulfitos y biodinámico». Abre una botella de la añada 2021: «Ya lo ves, entero, vivo, aunque, eso sí, es imprescindible que las pieles estén perfectas». La factoría de ideas Tritium no termina ahí: «Hacemos otro vino con velo muy estilo Jerez fuera de la DOCa, pero es otra historia».

  1. Bodegas Bhilar

    «No hay ninguna uva como la viura para envejecer»

David Sampedro, con su pareja Melanie Hickman, ambos con colecciones de vinos diferentes, recuerda que «como no venía de familia de bodegueros, a mí me tocó viajar». «Estuve en Alemania y en Borgoña –apunta el de Bodegas Bhilar– y conocí grandes vinos, pero también recuerdo un Paternina Blanco de 1929 que me marcó, así que tenía claro que con la viura iba al fin del mundo».

Desde 2003, el bodeguero de Elvillar trabaja sus blancos con pieles, maderas, en ecológico y biodinámica: «Melanie me decía, ¿por qué nadie en el mundo habla de los blancos de Rioja?». «Nuestros vinos son diferentes, pero tan Rioja como el que más. Si quieres probar blancos de larguísimas crianzas o te vas a Jerez o vienes a Rioja. No hay nada como la viura para envejecer, ninguna».

  1. Tentenublo Wines

    «Hicimos un vino con personalidad de calagraño»

«En mis viñedos tengo calagraño, que, como variedad de uva tenía mala fama. Pero hicimos un vino con personalidad, que expresara con la mayor fidelidad posible el suelo calcáreo, con un grado bajo y mucha acidez, lo que nos ofrecía un esqueleto perfecto para un vino con pieles», explica Roberto Oliván (Tentenublo Wines).

El viticultor de Viñaspre explica que «lo fermentamos con pieles y lo criamos un año en hormigón y nos da un vino personal, muy de guarda, pero es cierto que es difícil de entender».

«Todos los años hacíamos un I+D con un montón de corrillos de calagraño que teníamos numerados, se embotellaba todo e íbamos entendiendo cada parcela; el 'proyecto corrillos' es efímero, pero durante seis años ha sido la clave para mejorar mis vinos».

  1. Olivier Rivière

    «Me apasiona Jerez y quise probar con un vino con flor de viura»

Olivier Rivière fue pionero en adaptar otras técnicas de elaboración con su blanco Mirando al Sur: «Me gustan mucho los vinos de Jerez, su aromática y todo ese mundo de sabores tan propio del Marco. Y dije, me gustaría probar con viura un vino con flor, así que en 2012 empecé con una bota de 600 litros. El vino final, ya sin velo, sabía a Jerez, totalmente distinto a lo que había probado en Rioja».

Rivière recuerda que «aunque era una bota de 40 años estaba muy envinada y el impacto era grande; pasando los años eran toques del Sur pero más delicados, más sutiles, sin perder el punto salino. En los primeros Mirando al Sur, al final, sale una gran viura, y ese es su éxito, ya que nunca se había hecho». Rivière cría la viura dos años y medio en barrica y finalmente en bota.

  1. Conversa

    «En la piel está la esencia de la uva»

Clara Herrero (Finca Vistahermosa) sorprendió con el lanzamiento de Conversa, un blanco con pieles de sus viñedos de Ocón: «Cuando conoces tu viñedo todo es más fácil; aquí manda la garnacha pero te sorprendería la enorme riqueza de otras variedades. Tenemos además de viura, tempranillo blanco, sauvignon, maturana y garnacha blanca a 760 metros y sentí que tenía que hacer algo distinto. Tenía claro que debía ser con pieles porque aquí el hollejo es de otro mundo, con una turgencia y un 'crunch' perfecto, diferencial. Probamos con garnacha y sauvignon blanc en una tina de mil litros y un bocoy de 500. En la piel está la esencia de uva. Cada año variamos un poco y la añada que está en el mercado tiene garnacha, maturana, tempranillo y un puntito de sauvignon y malvasía; un espectáculo».

  1. Alegre & Valgañón

    «Rioja debe dejar de hacer lo que los demás quieren que haga»

«Tenemos viñas viejas y da pena diluir estas grandes uvas de viura, calagraño y malvasía en vinos de mayor volumen», sostiene Eva Valgañón (Alegre & Valgañón).

«Las trabajamos con pieles buscando la complejidad, los toques más otoñales y la textura. Oscar Alegre y yo (Eva) nos formamos fuera y vas abriendo la mente, creo que Rioja debe dejar de hacer lo que los demás quieren que haga y estos vinos son un ejemplo de diferenciación».

Eva recuerda que «somos primera generación y nuestra visión es más libre, así que hacemos lo que queremos, con vinos vibrantes y sápidos. Si en los tintos te decían que todo lo bueno está en la piel, ¿por qué no en los blancos? La piel ayuda a dar vinos más completos y anchos aprovechando las viñas de la comarca de Sajazarra».

  1. Vinos en Voz Baja

    «Los grandes blancos se hacen con mucha paciencia»

Carlos Mazo (Vinos en Voz Baja. Aldeanueva de Ebro) sostiene que «los grandes vinos blancos del mundo se envejecen en madera. Cuando empecé a hacer vinos en el garaje de casa compré unas barricas para que mis blancos estuvieran un mínimo de un año, pero siempre cuidándolas con mimo porque este tipo de vinos que buscan largura ylongevidad se hacen con uvas ácidas, barricas usadas y paciencia. Mucha paciencia».

Mazo recuerda que «en los primeros años notaba mucha madera en mis blancos así que usaba damajuanas buscando el equilibrio en su crianza entre la calidez de la madera y el frescor del vidrio. La dificultad estaba en 'curar 'bien mis barricas. Sólo tengo cinco. La más vieja es de 2012. Y es extraordinaria porque los blancos exigen barricas perfectas».

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