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La niña que creció con la subestaciónUn día, la niña Leyre, sin saber cómo ni por qué, posó en una foto para Diario LA RIOJA. Un redactor y un fotógrafo del periódico andaban recogiendo testimonios por los alrededores de la subestación de Cascajos e interesados en comprobar cómo se veía la instalación eléctrica desde las ventanas de los pisos más cercanos llamaron a algunos de los timbres del 32 de Marqués de Larios.
Nadie respondió, pero el destino hizo que en ese momento una madre llegase a casa con su hija, recién salida del colegio como hacía ver su uniforme escolar, provocando una coincidencia que con el tiempo, aunque también por casualidad, dejó de serlo llegándose a convertir en parte de una historia.
Resulta que aquellos días, marzo del 2010, había una polémica que aún se recuerda a cuenta de una noticia de traslado que nunca fue pero que supuso todo un problema vecinal y un conflicto político en Logroño. Fue a finales de 2009 cuando estas mismas páginas se hacían eco del rechazo de parte del barrio que llevó al Ayuntamiento a paralizar una mudanza ya en marcha desde Marqués de Larios a Poeta Prudencio, a escasos 150 metros donde se iba a soterrar inicialmente...
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Así, y en plena controversia, se quiso poner cara a quienes llevaban años teniendo como vecino a semejante aparamenta, también aparellaje, sin alzar la voz. «Decidieron comprar piso con la promesa de que el traslado era inminente, y confiados en ello...», escribía este mismo periodista en alusión a esa madre, esa hija y a una veintena de familias más que vivían justo enfrente de una dotación heredera del antiguo polígono industrial.
El reportaje en cuestión contaba con las declaraciones de Angélica, la madre, y se ilustraba con la fotografía de la hija, Leyre, asomada a la ventana del salón de su casa con unas vistas inmejorables a las torretas, postes y demás aparataje eléctrico. Unas vistas que fueron acompañando a la familia... hasta hace apenas unas semanas, en las que han sido cambiadas por otras tras unas obras iniciadas en 2021.
Han pasado 15 años de un posado al que, en el momento, no le dio ninguna importancia, e incluso se podría decir que le gustó hacer de modelo, y al que como ya hicimos en 2016 y 2019 hemos vuelto a recurrir una vez que la subestación en superficie, después de muchas idas y venidas y no pocos dimes y diretes, ha sido sustituida por otra soterrada que nada tiene que ver despejando definitivamente la zona. Y así es como Leyre ha vuelto a posar para Diario LA RIOJA, dando la cara esta vez, y aportando su voz, una voz que ya no es de niña, sino de mujer, pues entonces tenía 10 años y ahora acaba de cumplir 26 –concretamente el pasado 15 de mayo–.
«Recuerdo todas y cada una de las fotografías, claro», dice mientras sostiene el último de los reportajes, el que con fecha de junio de 2019 incluía sus tres pasados posados; empezando por cuando iba al cole, primero, al instituto, después, –«todos en clase me vieron en su día y aunque estaba de espaldas sabían que era yo», recuerda–, y acabando en la universidad.
La joven, profesora de Infantil en Madrid tras estudiar Magisterio en Burgos, da fe como nadie del antes y el después de una instalación eléctrica con la que, sencillamente, ha crecido. «Mi recuerdo de la subestación está ahí desde bien pequeña; lo cierto es que la veía siempre enfrente de mi casa, pero tampoco me producía sentimiento alguno... Como que era lo normal, salvo cuando venían periodistas a preguntar sobre el hecho de que estuviese en medio de un barrio tan céntrico. Por eso cuando ahora vuelvo a casa, abro la ventana y veo que se ha soterrado después de tanto años, no puedo dejar de alegrarme».
«La subestación que seguía ahí», podía leerse en noviembre de 2016 dando cuenta de un traslado anunciado pero que no llegaba y que, finalmente, no fue tal –pues acabó soterrándose en el mismo sitio–. «Los cambios en mi vida están marcados por la subestación, y ver lo proyectado ahora me parece hasta bonito. Así estoy de niña, que si con el pelo corto, que si con el pelo largo... En toda esta serie de reportajes me veo crecer, siempre mirando desde mi salón al otro lado de la venta de mi casa: la verdad es que emociona», reflexiona mientras en la nueva visión aparece el solar que en el futuro se convertirá en plaza pública, pues el cerramiento de la nueva instalación de Iberdrola queda más a la derecha, «siendo, además, más pequeña».
«La vista de ahora, habiendo tenido lo que hemos tenido, me resulta ideal», confiesa aún sin llegar a creerse todo lo acontecido desde que hace ahora tres lustros su imagen apareciese como accesoria para, sin pretenderlo, convertirse en una historia en sí misma.
«Basta con asomarse a las ventanas del salón de Angélica para conocer el significado del término subestación en todas sus acepciones. Casada y con dos hijas, habita desde hace siete años un acogedor piso ubicado en la segunda planta del bloque que desvela su principal problema sólo cuando suben las persianas... una instalación empleada para la transformación del voltaje de la corriente eléctrica y dar servicio a la zona que, desde que trascendieron los planes para su traslado, ha movilizado a parte del barrio cayendo en la cuenta de que, desde siempre, estuvo ahí». Así empezaba la historia un 4 de marzo de 2010 cuando por casualidad el matrimonio González Vicario abría su puerta (y su ventana) a Diario LA RIOJA, que repetía visita en 2016, 2019 y... 2025. Y todo ello con Leyre, su hija pequeña, como «niña de la subestación».
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