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Alicia Fernández, José Luis y Pilar, Sergio Barbero y Roberto Pajares (a la derecha). Sonia Tercero/Justo Rodríguez/L.R.

Náufragos en tierra firme: riojanos que han decidido vivir de espaldas a la red eléctrica

Hay quien elige vivir de forma independiente y autosuficiente, aislado de la red de suministro general de energía, una alternativa posible en La Rioja

Diego Marín A.

Logroño

Domingo, 11 de mayo 2025, 14:00

Salvador Alvarenga es un pescador salvadoreño que sobrevivió 438 días a flote en una barca sobre el océano Pacífico alimentándose de pájaros y sangre de tortuga, y con el sueño de volver a comer una tortilla. Fue hallado el 30 de enero de 2014 en las Islas Marshall tras meses a la deriva. Los náufragos cada vez son menos habituales en el mar y más frecuentes en tierra firme, también en la comunidad riojana. Diario LA RIOJA ha recpilado las historias de riojanos que han decidido vivir de espaldas a la red eléctrica.

José Luis y Pilar Santa Coloma

«Nuestra intención es la sostenibilidad total»

José Luis y Pilar, sentados bajo los paneles solares de La Casa del Agua. Sonia Tercero

En las faldas del Moncalvillo se encuentra La Casa del Agua, un precioso oasis en el que Pilar Martínez y José Luis Azcona vivieron ajenos al apagón eléctrico del pasado 28 de abril. No se enteraron de lo sucedido hasta pasadas las 16.00 horas, cuando empezaron a entrarles en los móviles mensajes de amigos y familiares. Fue un día soleado en el que disfrutaban de su jardín con 130 árboles de 60 especies distintas y con el murmullo del arroyo Regador que atraviesa la finca. Quién querría electricidad en un lugar así...

Unas placas solares y unas baterías de plomo propician la independencia energética de ese alojamiento turístico ideado para desconectar. «En los meses más oscuros de invierno de vez en cuando se enciende un generador, pero nuestra intención es la sostenibilidad total, aprovechar la fuerza hidrológica con una turbina en el viejo molino de agua para llegar a no necesitar nada de gasoil», anuncia José Luis. Incluso la caldera se nutre de leña del bosque, del aprovechamiento municipal de Santa Coloma.

«Somos totalmente autosuficientes, que es lo que más nos cuadraba con imbuirnos de la naturaleza», subraya José Luis. Allí mismo vivieron la pandemia. Arrancaron el proyecto en 2019, tras vivir en Madrid y Logroño, y a pesar de lo nocivo que fue para el negocio, la recuerdan con cariño. «Fue muy agradable porque estuvimos en un paraíso de tranquilidad y salud», describe José Luis. «Hicimos nuestro propio retiro, que es el sentido de La Casa del Agua», advierte Pilar, y subraya que es el único alojamiento autosuficiente de La Rioja.

Durante el apagón descansaban tras un fin de semana de trabajo, leían cuando un mensaje les informó de lo sucedido. «Todo aquí funcionaba perfectamente y, como estábamos de relax, tampoco miramos internet», explica José Luis. «De las pocas luces que habría encendidas en La Rioja, una era la nuestra. Así cobra todavía más sentido el espíritu con el que venimos y rehabilitamos el molino», destaca Pilar.

Alicia y Matías Ortigosa

«Somos independientes, y eso nos da valor, estamos aislados»

Alicia Fernández Posa con uno de sus quesos de Roca de Cabra Justo Rodríguez

Alicia y Matías son autosuficientes por obligación, porque donde construyeron su quesería, en el paraje La Roncea, en Ortigosa, a 1.100 metros de altitud, no llega la electricidad. Allí llegaron en 2018 desde Barcelona, de la gran urbe a la elaboración artesanal de los deliciosos quesos Roca de Cabra en el ámbito rural. A las placas solares se une un molino de viento y un sistema de recogida de agua de lluvia. «No necesitamos nada, salvo un generador en invierno si nieva muchos días seguidos», expone Alicia.Inicialmente querían vivir allí mismo pero al ser padres decidieron bajar al pueblo. El día del apagón fue una jornada anodina. Matías pastoreaba el rebaño de 170 cabras y «estábamos trabajando, tan tranquilas, sin enterarnos, hasta que cogimos cobertura, porque lo normal es no tener, y empezaron a entrar mensajes, aunque realmente no fui consciente hasta que recogí a mis hijos», recuerda Alicia. Aún así, tampoco le da mucha importancia. Y es que en Ortigosa ha sido relativamente cotidiano quedarse sin luz, sobre todo en pleno invierno, debido a incidencias causadas por las nevadas. Hasta tres días recuerda Alicia haber estado en el pueblo sin electricidad. Roca de Cabra fue de las pocas empresas que mantuvo su producción durante el apagón. «Somos independientes, y eso nos da valor, estamos aislados», presume la artesana.

Sergio Barbero Urbión

«La lectura mantiene la red eléctrica neuronal en forma»

Sergio Barbero, alias 'Águila Solitaria', en Urbión. L.R.

A los pies del río Urbión, en el refugio de pastores de los prados Tenadas de Tacudía, a 1.200 metros de altitud, vive desde hace 20 años, como un eremita, Sergio Barbero ('Águila Solitaria'). Una placa solar le permite conectarse al mundo, escuchar música, iluminarse de noche y manejar el teléfono y la tablet, pero no cuenta con agua corriente (se baña en el río) ni con electrodomésticos. «Es un hecho sin importancia, ya que fui yo quien eligió esta vida, grande en oportunidades para poder crecer como ser humano», explica Sergio.

Tras dos décadas trabajando como impresor, en 2005 se asentó en lo que denomina 'Paraíso Urbión'. Ahora, a punto de cumplir 58 años, Sergio declara que «yo no vine para amasar fama, menciones o remuneraciones sino conocimiento y experiencia de vida». «Jamás dejé de cultivar el arte de leer un buen libro. Considero la lectura uno de los ejercicios más beneficiosos para mantener nuestra red eléctrica neuronal en plena forma», reflexiona. Cultivar, cultiva un huerto, en el que acaba de trasplantar tomates, aunque es tradición que, quien le visita, le agasaje con algún alimento, sobre todo fruta, que es lo que no puede cosechar a tal altitud. Ha llegado a estar cuatro años sin pisar el pueblo más cercano, Viniegra de Abajo.

A lo ocurrido el 28 de abril le resta importancia, cree que la sociedad debe ponerse «en el lugar de aquellos que sufren un apagón continuo de las infraestructuras básicas para una vida digna». Y ese señala que es su sentido vital, lo que confiesa que requiere «mucho sacrificio y mucha renuncia a comodidades que supuestamente ofrece el estado de bienestar urbano, no es penitencia, simplemente diligencia y coherencia con mi filosofía».

Roberto y Araceli Lomos de Orios

«Si el resto están jodidos, nosotros también»

Roberto Pajares observa las vistas desde la ermita Lomos de Orios. Sonia Tercero

Roberto Pajares y Araceli Pascual son los ermitaños de Lomos de Orios desde 1987. Hasta 1992 vivieron sin electricidad ni teléfono, a base de velas, leña y una emisora de radio, después llegaron las placas solares, un generador e internet. Nacido en Tafalla, él vivió en Calahorra y Logroño, trabajó de rotulista y en la Tabacalera y se trasladó al corazón de la Sierra de Cebollera a los 32 años. Ella, a los 28. «He querido ser ermitaño y escultor desde niño, así que, después de estudiar Artes, busqué un espacio porque no me apetecía vivir en un pueblo», recuerda Roberto.

Aunque ahora necesita la energía para trabajar (crear) en su taller, el suministro no depende de la red. Son autosuficientes pero su contacto con el mundo es permanente. De hecho, el apagón les sorprendió en la civilización. «Estábamos en el médico y se fue la luz. Luego fuimos a la farmacia y tampoco había», recuerda Roberto. Se preocuparon no por ellos sino por los demás. «Nuestra hija y nieta viven fuera, así como muchos amigos. Si el resto están jodidos, nosotros también», reconoce Roberto. Y es que aquel día fue el siguiente a la Caridad Pequeña, una de las dos romerías en las que Lomos de Orios se llena de gente y, pensaron, muchos estarían regresando a casa tras pasar el fin de semana en Villoslada. Eso sí, aquella experiencia les recordó a sus inicios allí aislados, a 1.400 metros de altitud. «Los primeros 20 años no subía ni un quitanieves y solo nos movíamos cuando se iba. Era todo paz y tranquilidad», cuenta Roberto.

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