Los acusados, este lunes, en la primera sesión de juicio por el crimen de Cuzcurrita. Juan Marin
Juicio por el crimen de Cuzcurrita

«Dijo: hombre muerto no declara, pero no le di importancia, no le creía capaz de matarlo»

En la primera sesión de juicio por el asesinato del hostelero Guillermo Castillo, los procesados se inculpan mutuamente y las acusaciones particulares y las defensas cuestionan la instrucción e insinúan la implicación de más personas en el caso

Carmen Nevot

Logroño

Lunes, 4 de noviembre 2024, 13:54

Primera sesión del juicio por el crimen de Cuzcurrita que se prolongará durante dos semanas y este lunes, de nuevo, como ya hicieron en declaraciones en instrucción, los dos acusados se inculparon mutuamente del asesinato de Guillermo Castillo en la madrugada del 2 de mayo de 2023. Mientras, las acusaciones particulares y las defensas cuestionaron la instrucción e insinuaron la posible implicación en el caso de más personas en el caso.

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En la vista oral, que tras seis horas de jornada tuvo que suspenderse por el estado de nerviosismo de uno de los procesados que está sometido a tratamiento con metadona, los dos, que han reconocido su drogodependencia, han desgranado sus versiones sobre lo ocurrido la noche del crimen.

A.D.G, de 55 años, fue el primero en declarar y se defendió asegurando que nunca le había pegado a nadie y mucho menos a Guillermo Castillo, a quien no conocía. Al otro acusado, C.S.R., le unía una relación de amistad. Ambos se habían conocido años atrás en la prisión de Logroño cuando cumplían condena por otros delitos. El día del crimen, A.D.G. estaba en su casa «tranquilamente». Por entonces se encontraba en tercer grado y disfrutaba de un permiso penitenciario. C.S.R. le llamó y luego le fue a buscar a su casa, en el barrio de La Estrella, en Logroño. Allí se tomaron una cerveza y otra después en el bar. Por aquella época fumaba heroína y se inyectaba cocaína, pero no tenía problemas de dinero. «Tenía droga y dinero, unos 11.000 o 12.000 euros, no tenía ni que ir a robar ni atracar. El que tenía problemas de dinero era él (C.S.R.)», señaló.

En un momento de la noche, C.S.R. le propuso que le acompañara a Cuzcurrita. Había un señor, para el que había trabajado en el campo, que le debía un dinero. Una vez en el pueblo, aparcaron en la plaza. A.D.G., según explicó, se quedó en el coche y el otro procesado le aseguró que regresaba en un momento. «Tardó demasiado, unos 45 minutos, y me puse a fumar heroína y a inyectarme cocaína. Él llegó al coche, abrió la puerta y le pregunté: ¿Te ha pagado? y dijo seco: No. No me bajé del coche para nada», insistió.

Preguntado por el estado en el que se encontraba C.S.R. cuando regresó al vehículo, A.D.G. señaló que venía tranquilo, «no le noté nada raro». Luego pararon en Lardero, C.S.R. «fue a comprar algo (droga), tardó diez minutos y yo esperé».

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Acto seguido, siempre según su versión, se trasladaron a una zona que conocía C.S.R. y empezaron a consumir. Al terminar, le llevó a casa y allí, su actual compañero de banquillo le dio 150 euros. «No le di importancia porque no sabía lo que había pasado». A la mañana siguiente se enteró de que había aparecido un hombre muerto en Cuzcurrita. «Llamé a C.S.R. y le pregunté qué había pasado. Él decía que sería otro señor del pueblo... Pero va a pedirle un dinero y en el mismo pueblo que vamos nosotros aparece un señor muerto, ¡qué casualidad!».

Preguntado por qué si sospechaba lo ocurrido no había acudido a la Guardia Civil, indicó: «Estaba en tercer grado y con los antecedentes que tengo, no era la persona adecuada para ir a la policía, pero sabía que esto iba a pasar». A partir de ahí «le dije que no quería ni verlo porque me pensaba lo peor». Consideraba a C.S.R. una persona agresiva. En la cárcel, en la que habían coincidido ambos, ya había protagonizado algún altercado.

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La versión de C.S.R., que declaró acto seguido, distaba bastante de la ofrecida por su compañero de banquillo. Sí coincidieron en que fue este quién llamó a A.D.G. para tomar unas cervezas y «echar unas fumaditas» el 1 de mayo de 2023, pero a partir de ahí comenzaron las contradicciones entre ambas versiones. C.S.R., portugués de 39 años, aseguró que antes de tomar rumbo a Cuzcurrita acudieron a Lardero para comprar cocaína y heroína. De hecho, subieron al piso de un conocido traficante hasta en tres ocasiones. Una vez que lo consumían regresaban al domicilio del camello para adquirir más. Así hasta que, según su versión, A.D.G. le propuso atracar un supermercado que había debajo de su casa en el barrio de La Estrella. Él se negó «no valía para eso», señaló, «así que le propuse ir a pedir dinero a Guillermo Castillo». Le conocía desde que era pequeño, con 13 o 14 años, había trabajado para él y según reconoció, mantenía relaciones sexuales esporádicas con el hostelero en un piso que éste tenía en Logroño a cambio de entre 100 y 200 euros.

Tras una parada a las afueras de Cuzcurrita para «dar otra fumadita», aparcaron en la plaza del pueblo, C.S.R bajó del coche y le dijo al otro procesado que le esperara, «pero no me hizo caso, se bajó y me acompañó». Llamaron a la puerta y en cuanto Guillermo Castillo la abrió, según la versión de C.S.R., A.D.G. «se abalanzó sobre él y empezó a golpearle. Yo intenté frenar el ataque, pero me enseñó una navaja negra con la hoja plateada, me acojoné y no sabía cómo reaccionar. Me fui al salón y los dejé allí porque yo no esperaba que le fuera a matar. No supe reaccionar y me acobardé».

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En ese instante, C.S.R. se desplazó hasta el salón en busca de «algo para conseguir droga» y luego a la planta de arriba. Al salir de la casa, más o menos una hora después, vio sangre en el suelo. Le preguntó a A.D.G. por Guillermo Castillo y «me dijo que estaba bien, que no me preocupara y no hice más caso. Sólo quería coger algo para poder comprar y consumir». «A.D.G. tenía un poco de sangre en la camiseta, supuse que era de los primeros golpes, pero que no le había hecho más daño».

Al salir, una vez en el coche, le volvió a preguntar por el hostelero y dijo: «Hombre muerto no declara, pero no le di importancia porque no pensaba que era capaz de matarlo». Días antes, se había encontrado unas esposas y una pistola en su coche, dos objetos que supuestamente se había dejado A.D.G. en el interior del turismo.

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Una nueva «fumadita» a las afueras de Cuzcurrita y se dirigieron a Lardero para comprar más sustancias. Después llevó a A.D.G. a su casa y él se fue a la suya, en Pradillo de Cameros, con su pareja. Al día siguiente, se fue a trabajar, en Laserna (Álava), le llamó su mujer y le dijo que había aparecido muerto Guillermo Castillo. «Me quedé en shock y se lo conté a un compañero de trabajo».

Ese mismo día llamó a A.D.G. para hablar sobre lo ocurrido, quedaron y «no me reconoció lo que había hecho, pero sí que se le había ido de las manos». A su compañero de trabajo le había dicho la misma expresión «porque habíamos ido a Cuzcurrita los dos. ¿Cómo iba a hacer daño a nadie?»

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En una conversación telefónica mantenida semanas después entre el acusado y su pareja acerca de la detención de A.D.G., sobre la que preguntó la fiscal a C.S.R, ella le comentó: «Que él tenga la boca cerrada, y él le dijo:Sí tranquila, y ella respondió: Éste con tal de librarse es capaz de decir que habéis matado al Papa».

La Fiscalía pide para cada uno de ellos de 23 años de cárcel por asesinato con alevosía y ensañamiento y cuatro años más por robo con violencia en casa habitada para C. S. R. y cuatro años y nueve meses en el caso de A. D. G.. En total, 27 años y 27 años y nueve meses de internamiento, a los que el Ministerio Público suma otros diez años de libertad vigilada y una indemnización a los dos hijos de la víctima cifrada en 300.000 euros. Mientras, la acusación particular que encabezan dos abogados, entre ellos el mediático Marcos García Montes que representa a la hija de la víctima, Yolanda Castillo, solicitan la prisión permanente revisable para ambos por los delitos de asesinato consumado, robo con violencia, con el agravante de alevosía y ensañamiento; robo con violencia y organización criminal, con el agravante de armas.

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Antes de la declaración de los acusados, García Montes mostró su insatisfacción con la investigación de crimen. «Se han aquietado a que hay dos asesinos inductores y probaremos que antes del hecho delictivo están contactando con otras personas», indicó el letrado para señalar a la pareja de uno de ellos. En total, «hay cuatro personas más que serán motivo de otro juicio futuro».

Las defensas solicitan la libertad. En concreto, la de C.S.R., que había trabajado para el hostelero y había mantenido relaciones sexuales esporádicas con él desde que tenía 13 años a cambio de dinero, culpa a A.D.G. de dar muerte al hostelero. Puso el foco en que su cliente es drogodependiente y que habían acudido a Cuzcurrita para proveerse de sustancias. Explicó que Guillermo Castillo tenía una libreta con nombres de hombres con quienes contactaba cuando quería mantener relaciones sexuales. C.S.R. se enteró al día siguiente de la muerte de la víctima y a través de terceras personas.

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La defensa de A.D.G. considera que no ha cometido un hecho delictivo ni es autor de ningún delito porque ni siquiera salió del coche con el que ambos se desplazaron a Cuzcurrita. Este último puso de relieve que su cliente ha mantenido siempre la misma versión y es que nunca entró en la casa del hostelero y «no hay ni una sola prueba que demuestre lo contrario». Se mostró de acuerdo con las críticas de García Montes sobre la instrucción porque «queda fuera de toda duda que hay otras personas implicadas».

Los hechos que están siendo juzgados, según la versión de la Fiscalía, se remontan a la noche del día 1 de mayo de 2023. Ese día C. S. R., y A. D. G., puestos de común acuerdo y con ánimo de enriquecerse ilícitamente, se dirigieron conduciendo un vehículo propiedad de la pareja de C. S. R., a Cuzcurrita, al domicilio de Guillermo Castillo, ubicado en la calle Travesía del Puente número 11, a quien C. S. R. conocía con anterioridad. Creían que en su domicilio encontrarían una gran cantidad de dinero.

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Una vez allí, sobre las 00.00 horas del 2 de mayo, y después de que la víctima les abriera la puerta, «con sorpresa y ventaja», le propinaron múltiples golpes en distintas partes del cuerpo, incluida la cabeza y el dorso. Guillermo Castillo no tenía ninguna posibilidad de defenderse puesto que se acababa de despertar y también por la diferencia de edad entre él y los acusados. Acto seguido, y cuando el hostelero estaba ya moribundo, le pusieron unas esposas en las manos, lo arrastraron y lo dejaron encerrado en el aseo de la planta baja para registrar la casa en busca de dinero, pero sólo se llevaron el dinero que tenía en la cartera.

Un testigo protegido y la hija de la víctima, en la sesión de este martes

El juicio con el asesinato de Guillermo Castillo continuará este martes con la declaración del segundo de los acusados que tuvo que suspenderse este lunes para que le fuera suministrado su medicamento en la cárcel. Tras él, está previsto que declaren Yolanda Castillo, hija del hostelero fallecido, y un testigo protegido. También pasarán por la sala de vistas número 13 de la Audiencia Provincial de La Rioja varios efectivos de la Guardia Civil que intervinieron en la investigación del caso. El juicio continuará a lo largo de dos semanas y la previsión es que, tras estas diez sesiones, el día 19 el jurado se aísle para deliberar sobre la culpabilidad o no de los procesados.

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