Miércoles
Envases
Hace ya un tiempo (mucho, debió de ser antes de la tercera cana) me cansé de tener siempre la razón. Hay gente que esto lo lleva muy bien, o al menos eso aparenta, sobre todo desde que las redes sociales privilegian la opinión vehemente frente a la duda aburrida. A mi me debió pillar mayor esa necesidad de autoafirmación: vivo ya con la sospecha permanente de que el que está delante puede que tenga razón.
No sé si eso se lleva mucho en la calle, pero nada de nada en el ruedo público. Siempre ha sido el oficio del político ... convencer al pueblo de que su detergente lava más blanco, pero pareciera que esa venta se hubiera ahora invertido. No es así tan importante que yo proponga bondades como señalar con griterío insoportable que el de enfrente lo hace todo mal. Y no porque ese de la otra acera esté equivocado, sino porque no es capaz de no estar equivocado: porque es un felón, traidor, fascista, malvado vendepatrias.
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Es una oposición ontológica. Ya no criticamos lo que uno hace, sino fundamentalmente lo que uno es. Porque lo otro viene de suyo, y tras haber establecido que alguien era el demonio, demonizar sus acciones de gobierno es pura lógica. Así que cuando le toca a uno gobernar es de cajón de madera de pino cargarse todo lo hecho antes, e iniciar el mandato como si uno fuera Adán con todas las costillas en su sitio. El mundo es nuevo y yo lo voy a hacer como Dios. O mejor.
Ocurre sin embargo en la política de verdad que las cosas realmente importantes tardan. No se puede planificar la movilidad de una capital en cuatro años, ni gestionar decenas de millones de fondos europeos en dos. Si uno quiere provocar cambios duraderos se impone una acción al menos a medio plazo. Y para eso hace falta, oh palabro horrible, consenso.
No entro en si los proyectos de Andreu, como el del envase, eran buenos, malos, regulares o todo lo contrario. Tampoco en si la ofensiva ciclista de Hermoso lo era. Pero ambas aspiraban al largo aliento. Ahora han llegado Capellán y Escobar con la barredora, contentos y orgullosos de hacer un sayo de la capa de sus predecesores. Más ufano de ello el primero que el segundo, diría yo, pero con similares consecuencias.
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Llámenme iluso pobre hombre. Pero qué cosa sería si hubiera un mínimo de voluntad por ambas partes de acordar asuntos así. Es imposible, empero, cuando todo lo que uno tiene que decirle al otro es «qué malo eres».
Viernes | Residencias
Vigilar y multar
Cuenta Víctor Soto antes que nadie que el Gobierno de La Rioja ha hecho una cosa muy peligrosa: dejar de sancionar a las residencias de ancianos que no cumplan con las ratios de personal. En cristiano, que no tengan suficientes empleados para atender a los ancianos a los que cuidan.
Dicen que es porque el mercado está muy mal y es difícil contratar. No niego esa dificultad, pero a mi me parece enormemente arriesgado dar carta poco menos que blanca.
Al final todo se reduce a costes. Contratar enfermeras ahora es complicado, lo cual viene a significar que es caro. Como en todo mercado competitivo, el recurso escaso es el que más cuesta. Pero ahora les evitamos a las empresas tener que pujar, elevando los costes o mejorando las condiciones. Con esperar a que haya más gente en paro, suficiente.
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Una decisión difícilmente defendible, porque al final quienes pagan son los trabajadores que se queden. Y también nuestros mayores.
Jueves | ERTE
Terremoto nada chico
Respetemos la presunción de inocencia. No sé si los propietarios de la conservera Plaza Chica son culpables de los desmanes sanitarios y comerciales de los que les acusa la Guardia Civil. Lo que sí sé es que la mera acusación ha sido suficiente como para mandar al paro a un número indeterminado de sus ciento y pico currantes, que no tendrán culpa de nada. Terremoto nada chico en Alfaro, y bastante grande en Cervera. Cuarentaytantos parados más en esa comarca es un desastre de los que hacen daño.
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