Dionisio Ruiz Ijalba huele un vino en la sala de barricas de la bodega Viña Ijalba que fundó en el año 1991. JUSTO RODRÍGUEZ

Dionisio Ruiz Ijalba | Fundador y presidente del grupo empresarial Dionisio Ruiz

«No entiendo que la gente quiera jubilarse al llegar a los 65 años, creo que se equivoca»

A sus 94 años, su secreto para tener una vida plena es «seguir trabajando a diario» y le apena que ese espíritu no cale «entre la gente joven»

Domingo, 19 de octubre 2025, 08:27

Dionisio Ruiz Ijalba (Nestares, 1931) va de aquí para allá. No para. «No sabe estarse quieto», reconoce su hija, Marisol, gerente de Viña Ijalba, la ... bodega que fundó su padre en 1991. Empresa y familia, las dos pasiones de este riojano de 94 años hecho a sí mismo, un hombre orgulloso de su legado, que ve cómo sus creaciones –a la bodega hay que sumar Hormigones Ebro, Hormigones Logroño, Hormigones Rioja, Riojana de Asfaltos, Aexnor..., más de 200 empleos en total– están en manos de los suyos, a los que no deja tranquilos. «Aún me gusta saber cosas y hacer cosas, no sé parar quieto», dice. Genio y figura.

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– A su edad, ¿qué le falta todavía por hacer en la vida?

– Seguir trabajando. No empezar cosas nuevas, eh, pero en lo mío sí quiero seguir trabajando.

– ¿Cuál es el secreto para envejecer así de bien como está usted?

– Eso hay que pagarlo (risas). El secreto es llevar una vida normal, sin excesos, cuidándose –va casi todos los días al gimnasio o a la piscina–, haciendo las cosas con cariño, trabajando con ilusión... Y huir todo lo que se pueda de las enfermedades, aunque yo ya tengo muchos achaques y cuando no me duele una cosa pues me duele la otra.

– ¿Y con qué sueña a los 94 años?

– Sueño a veces con cosas raras, pero después me conformo con seguir plantando olivos –en Viña Ijalba elaboran un aceite virgen extra con Denominación de Origen–, almendros... Y tener la mente activa, eso siempre.

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– Hay gente que está deseando cumplir los 65 años o llegar a la edad de jubilación para retirarse. ¿Qué le parece?

– Sinceramente no lo entiendo y yo creo que esa gente se equivoca. Se pasa mejor el tiempo cuando tienes una ocupación. A mí me gusta seguir pendiente de las empresas, paso por ellas casi todos los días, quiero que me cuenten las cosas que hacen... Sé que no es lo habitual con 94 años pero eso es lo que me mantiene así.

– ¿Eliminaría algo de lo que le ha pasado en su vida?

– Mi niñez fue muy dura, de pequeños pasamos hambre, pero tampoco borraría aquella época porque todo forma parte de la vida. Hubo momentos muy duros, en casa caímos todos enfermos con el tifus, una hermana mía falleció, yo estuve a punto...

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Caída del consumo

«A la gente le están quitando las ganas de beber vino, ya no se ven cuadrillas que se tomen sus vasitos»

Situación de la DOC Rioja

«No creo que la solución sea arrancar viñedo, yo soy más de plantar y cuidar lo que se tiene»

– Deja un legado empresarial y una familia unida también por esos lazos del trabajo. ¿Es lo que más le llena de orgullo?

– Esto es mi vida y aquí han estado todos trabajando conmigo (no solo hijos o nietos, también sobrinos y otros familiares). Quiero más a las empresas... No, tampoco es eso, ¿verdad? (risas). Mi ilusión es estar con mi familia los domingos y comer todos juntos.

– Cuando empieza usted a trabajar a los 16 años vendiendo con una camioneta por los pueblos, ¿se imaginaba que llegaría a fundar una bodega, empresas de hormigón, de transporte, de áridos...?

– Yo tuve claro desde pequeño que había que trabajar para llevar dinero a casa. Y después de terminar la mili, me fui a Barcelona a buscar trabajo. Me cogieron en la fábrica de SEAT pero duré ocho días, parece que no daba la talla. Después trabajé limpiando pisos cuando se terminaba de construir. Hasta que ya volví a La Rioja.

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– Hablamos de los años 50, ¿verdad? ¿Cómo era entonces la vida? ¿Y ahora?

– Entonces había que trabajar 24 horas al día y siempre con buena cara. Y si había la posibilidad de meter alguna hora más, pues se metía. Había que llevar dinero a casa. Eso no se hace hoy en día, ha cambiado mucho la vida desde entonces, no sé si a mejor o a peor, pero le digo que no me acierto a lo que se lleva ahora.

– Con el espíritu emprendedor, ¿se nace o se va adquiriendo con el paso del tiempo?

– Yo creo que ambas cosas, tiene que gustarte y luego hay que cultivarlo. En mi caso siempre ha sido así. Es así aún.

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– ¿Sigue siendo La Rioja una tierra de emprendedores?

– Yo creo que sí, pero también se está perdiendo un poco ese ímpetu. No hay la ilusión que había antes, ese esfuerzo, sobre todo entre la gente joven. Cuesta encontrar personal para trabajar en las empresas.

– ¿Y qué les diría a esos jóvenes?

– Yo tendría que ser el profesor de esos jóvenes.

– Usted conoce bien Aragón, Navarra o Burgos. Allí ha trabajado bastante. ¿La Rioja está mejor o peor que esos territorios?

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– Son territorios más grandes, sí, pero creo que allí también se trabaja más. Y está habiendo más oportunidades.

Visión de la comunidad

«La Rioja sigue siendo una tierra emprendedora pero creo que hemos perdido impulso»

De carácter inquieto

«Me gusta seguir pendiente de las empresas, pasar por ellas y que me cuenten qué hacen»

– Aquí el sector del vino ha sido tradicionalmente el principal motor económico pero en los últimos tiempos parece vivir momentos difíciles. ¿Qué opina?

– Pues que el sector está complicado porque a la gente le están quitando las ganas de beber vino con todo lo que se está diciendo. Antes había cuadrillas que se tomaban sus cinco o seis vasitos, pero eso ya apenas se ve. También el consumidor ha cambiado mucho. Ahora parece que busca más el vino blanco. Y llevamos además unas vendimias complicadas. Todo nos está afectando.

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– ¿Y cuál cree que puede ser la solución? Al menos, ¿qué alternativas propone?

– Aquí necesitamos tiempo, no sé cuánto, pero tiempo. Y hay que empezar por el viñedo, ahí está la clave de todo, no en la bodega. Yo no sé si la solución es arrancar, no lo termino de ver, a mí eso no me gusta nada. Yo pienso más en hincar que en arrancar. Hace cincuenta años planté mi primera viña. Hay que cuidarla, tratarla, conservarla... ¿Pero arrancarla? El que quiere hacer cosas no arranca. Y si lo hace es para poner otra cosa. Aquí hay que buscar la rentabilidad.

– Cuando sale a pasear por Logroño, ¿cómo ve la ciudad? ¿Qué echa en falta? ¿Qué cambiaría?

– A mí me gusta la ciudad. Yo no saldría de mi tierra. ¿Y qué cambiaría? Pues las carreteras y los caminos, por ejemplo, para que nos den trabajo a nuestras empresas (risas).

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– Dentro de una vida de éxitos profesionales, quizá tenga una espinita clavada con el Club Deportivo Logroñés, cuando formó parte del grupo de empresarios que se hicieron con el club en el último ascenso a Primera División. Pero la aventura no fue bien. ¿Qué pasó?

– Esas cosas que no fueron bien es mejor olvidarlas y pasar página. Yo no guardo rencor. En su momento entré para ayudar. Quizá la gestión empresarial no fue la mejor. Pero ya está olvidado.

– Dejo para el final la pregunta más personal. ¿Qué es para usted Pilar Pérez (su mujer)?

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– Mi pasión...

– ¿... antes que las empresas?

– Sí, sí, sí. Y eso que me riñe mucho, pero se me olvida pronto. Llevamos toda la vida juntos. Más de setenta años. Eso tampoco lo puede decir mucha gente.

Ruiz es un apasionado del ciclismo y aún sale a diario a andar en bici. J. R.

«Compré la bici del segundo Tour de Indurain en una subasta benéfica en la tele»

El ciclismo es un deporte que le apasiona a Dionisio Ruiz Ijalba. Hoy en día todavía sigue andando en bicicleta siempre que puede, «unos 40 kilómetros al día si me encuentro bien. Pero ya voy a empezar a hacer 30, eh (risas)». Viña Ijalba patrocinó durante muchos años un equipo ciclista y tuvo en sus filas, por ejemplo, a Carlos Coloma, medallista olímpico en Río de Janeiro'2016 y cuyos inicios fueron con el maillot rosa de la bodega de Dionisio Ruiz. En su despacho de Viña Ijalba, precisamente, guarda unos de sus grandes tesoros, la bicicleta con la que Miguel Indurain venció en las contrarreloj de su segundo Tour de Francia que ganó en 1992. Varios años después esa bici salió a subasta para recaudar fondos para una causa benéfica en un programa de televisión que presentaba Raffaella Carrà. «Estaba viendo ese programa, llamé a mi hija Marisol y le dije: 'Va a salir por 300.000 pesetas. A ver si nos la quedamos'. Al rato ella me llamó y me dijo que ya había una oferta por 600.000. Estuvimos hasta la una de la mañana. Al final pujamos por 1,3 millones de pesetas y nos la llevamos».

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