Enrique Jiménez Gabarri posa con su bastón en un despacho de la sede de la Asociación de Promoción Gitana de La Rioja, presidido por la bandera romaní. Juan Marín

Un junco flexible pero irrompible

Homenaje ·

La sociedad riojana despide a Enrique Jiménez Gabarri, defensor incansable de la comunidad gitana en la región durante el último cuarto de siglo

Martes, 18 de febrero 2025, 20:58

Siempre en pie, aunque se ayudara de su muleta o de su bastón. Flexible, pero firme, como un junco irrompible en defensa de los suyos: ... los más de 10.000 integrantes de la comunidad gitana riojana .

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Nada pudo con él. Ni la desconfianza social (cuando no el racismo) ni sus dificultades vitales, lastradas por una parálisis cerebral de nacimiento. Enrique Jiménez Gabarri ha sido el altavoz de los gitanos de La Rioja en el último cuarto de siglo durante el que ha enarbolado con fuerza la bandera azul y verde romaní sin rendirse. A unos días de cumplir los 55 años (su cumpleaños era este próximo jueves, 20 de febrero), una larga enfermedad se lo ha llevado.

Su voz se apaga, pero no su legado. Su familia, con su esposa Lupe y su hija Úrsula a la cabeza, llora por él; lágrimas que también vierten aquellos que acudieron a la sede de la Asociación de Promoción Gitana de La Rioja en busca de apoyo, ayuda o consejo y los representantes de los colectivos y entidades de la región con los que coincidió en su camino de reivindicación inagotable. Llanto también en el mercado dominical de Las Norias, ese que tantas veces recorrió a bordo de su triciclo, y que ya no será el mismo.

Con cada caída se levantó. Desde la niñez. Su enfermedad no le permitió andar hasta los seis años, pero se irguió. A los 14 al echarle del colegio, dejó los estudios y entró en Aspace, en los talleres ocupacionales de la entidad donde conoció por primera vez el asociacionismo. Fue como un virus: «Lo llevo dentro de mis venas», admitía. Ya no paró, a los 19 años volvió a los libros e inició una FP de automoción, luego abrió una tienda de ropa, ingresó en la ONCE –en abril de 2003 repartió un premio de 540.000 euros en su puesto de venta de la calle Portales– y siguió, integrado en el comité de empresa de la organización, su batalla contra la discriminación. Una lacra que sufrió en sus carnes cuando una noche, junto a varios amigos payos, un portero le impidió el acceso a un pub del Casco Antiguo logroñés: «Aquí no entran ni negros ni gitanos» tuvo que escuchar. Nadie del grupo quiso acceder, pero Enrique no se conformó. Al día siguiente denunció el caso en el Ayuntamiento y el episodio le llevó hasta la Asociación de Promoción Gitana de La Rioja, de la que poco después fue su responsable de Educación y Cultura y luego, desde febrero de 2003, su presidente.

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Enrique Jiménez Gabarri, en una rueda de prensa, en el Parlamento de La Rioja y en el auditorio del Ayuntamiento de Logroño. Sonia Tercero/Miguel Herreros

Orgulloso de sus raíces –«Nací en una cuna gitana. Mis padres son gitanos y mi bisabuelo ya vivía en La Rioja. Ser gitano es... lo más grande», defendía–, cada 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano, aseveraba tozudo: «No tenemos nada que celebrar, no se hacen políticas sociales para nosotros. Solo con la educación podremos derribar los muros que existen hoy por hoy, el estigma que aún sigue a la raza gitana». La formación, el derribo de la brecha digital y la vivienda o el chabolismo vertical se convirtieron en la obsesión de una pelea de años, una «senda de labor inagotable, con corazón y siempre con vocación de servicio», como recordaban este martes, en forma de bellos epitafios, algunos de los que coincidieron con él.

«Nací en una cuna gitana. Mis padres son gitanos y mi bisabuelo ya vivía en La Rioja. Ser gitano es... lo más grande»

Enrique Jiménez Gabarri

«Solo con la educación podremos derribar los muros que existen hoy por hoy, el estigma que aún sigue a la raza gitana»

«Estoy tan orgulloso de esto que a veces me tengo que pinchar para ver si es cierto»

«Los problemas sociales deben tratarse en conjunto: salud, trabajo, educación, vivienda y mujer»

«Sentimos en lo más profundo la pérdida de Enrique Jiménez Gabarri, quien no solo fue nuestro presidente, sino también parte de nuestra familia. Su entrega y su lucha incansable marcaron el camino de esta asociación y de todas las personas que tuvimos el privilegio de compartir con él tantos momentos. Enrique siempre estuvo ahí, apoyando, guiando y dando lo mejor de sí para mejorar la vida de nuestra comunidad. Hoy nos invade una gran tristeza, pero también un profundo agradecimiento por todo lo que nos dejó. Seguiremos adelante con su ejemplo en el corazón, honrando su legado y manteniendo vivo su compromiso», aseguraba en una nota la Junta Directiva y los trabajadores/as de la Asociación de Promoción Gitana de La Rioja.

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«Ha sido el mayor pilar de la asociación, un visionario que estableció un diálogo entre la población gitana y las administraciones y los ciudadanos de La Rioja y que ha luchado de forma incansable por esa convivencia hasta el final», resume emocionado su presidente, Antonio Jiménez Muñoz, quien avanza que el próximo 8 de abril «le haremos un homenaje por todo su trabajo, su labor y todo lo que nos ha enseñado y nos sigue enseñando con su legado. Para nosotros es un ejemplo a seguir».

Desde la Cámara de Comercio de La Rioja, la Asociación Riojana de Comercio Social también ha mostrado su pesar «por el fallecimiento de su querido gerente». A lo largo de su vida, Enrique se destacó por su dedicación y compromiso con el desarrollo y bienestar del comercio social en La Rioja. Su labor fue fundamental para consolidar, el mercado de las Norias y una red de apoyo y colaboración entre los comerciantes ambulantes, siempre trabajando con integridad, visión y una profunda vocación de servicio. Enrique era un hombre de principios firmes, con un enfoque siempre orientado a la mejora y al crecimiento colectivo gitano. Su capacidad de liderazgo, su incansable trabajo y su actitud amable y cercana dejaron una huella imborrable en todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo. No solo fue un profesional ejemplar, sino también un amigo leal y un pilar fundamental para el desarrollo de la Asociación Riojana de Comercio Social. Su legado perdurará en la asociación, que hoy se ve huérfana de su guía y sabiduría, pero con el firme propósito de continuar su obra», aseguraba la entidad en un sentido comunicado.

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Abatido se confiesa también el abogado Carlos Ruiz Marín. «Aunque te suene un poco raro, Enrique, Quique, ha sido mi amigo, mi confidente y he aprendido muchísimo con él toda la vida porque tenía ese puntito de moderación siempore necesario. Él peleó siempre no por la igualdad, sino por el esfuerzo de los propios gitanos, no por ayudas o subvenciones, sino porque los suyos pudieran trabajar para ser unos más dentro de la sociedad. Por eso para él la educación era una prioridad, y sobre todo era una reocupación en el caso de las niñas, porque, sin saberlo, él era un feminista confeso, además de un hombre de familia, porque para él su mujer y su hija eran su vida. Generoso con los suyos, era un batallador inagotable, era un máquina que no paraba, eso hay que decirlo porque ha sido así, pero sobre todo lo que hoy siento yo es que se me ha ido mi amigo», concluía el letrado.

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