La vuelta al cole del pueblo
La Rioja vuelve a mirar a la escuela rural como un 'resort' de lujo en mitad de la pandemia | «Al ser solo un grupo de convivencia estable no tenemos que hacer itinerarios en el colegio», expone Luis Manuel Herce, director del CRA Valle del Linares
Miguel y Safoaun son los más pequeños y casi siempre los primeros en entrar a diario a su clase, en Grávalos. A sus tres años ... no conocen otra forma de hacerlo estrenan cole en tiempos de una pandemia que obliga a una liturgia de la que ni ellos se libran. A las nueve de mañana en punto, al igual que sus otros seis compañeros de colegio y también de aula, Chahrazad, Ángela, Gonzalo, Eric, David e Izure se ponen en fila, guardan la distancia de seguridad e inician el desfile. Primero gel hidroalcohólico y luego toma de temperatura. El ritual continúa con la alfombrilla para los pies y todo derechito continúan hasta el aula, situada en la planta baja de una casona antigua. Así uno por uno, porque, pese a ser pocos, lejos de relajarse, siguen escrupulosamente un protocolo para mantener al «bicho a raya», como ellos mismos dicen.
Publicidad
¿Qué tal con la mascarilla? Les pregunta esta cronista. «Bien, sin problema, alguna vez molesta un poco, pero...», contesta Izure que, al igual que sus compañeros, salvo los dos pequeños de Infantil que por edad están exentos, deben llevar la boca y la nariz cubiertas todo el tiempo. Solo hay un momento de respiro, el almuerzo y cinco minutos de liberación después, como marca el protocolo. Una palabra, esta última, que ha entrado en sus vidas como un elefante en una cacharrería.
Pese a la ceremonia diaria, el lavado de manos cinco veces al día, desinfección y más desinfección, los ocho únicos alumnos de la prácticamente única aula del colegio de Grávalos, que pertenece al CRA Valle de Linares, son unos privilegiados en tiempos de pandemia. Se han convertido en pequeños oasis de lujo en los que aparentemente es más fácil sortear el coronavirus y dar prioridad a la enseñanza, una tarea más intrincada en los colegios de las cabeceras y, por supuesto, en los de Logroño, donde maridar salud y educación no siempre es al 50%.
De ser para algunos el 'patito feo', los colegios rurales son ahora un objeto de deseo para muchas familias que buscan en ellos seguridad y tranquilidad. Basta un dato: solo en el CRA Valle del Linares, que aglutina a los colegios de Grávalos, Cornago, Igea y Rincón de Olivedo, tal como explica su director, Luis Manuel Herce, se han contabilizado veinte matrículas nuevas, bastantes más que alumnos que se han ido porque terminaban su ciclo de Primaria. Este fenómeno no se había producido desde hace años y más en una zona de La Rioja aquejada de despoblación y que iba encaminada hacia la España vaciada, un término que, al menos temporalmente, ha desterrado el COVID-19.
Publicidad
Ver fotos
La Rioja ha puesto de nuevo la mirada en estos centros –pequeños y en ocasiones con las cicatrices que deja el paso del tiempo– como refugio para los más pequeños. José Manuel Herce lo vive en primera persona, conoce las ventajas que ofrecen en estos momentos pero que no les eximen, insiste, en ser rigurosos a diario con todas las medidas sanitarias como la mascarilla, la distancia y el lavado de manos hasta cinco veces al día, como marca la hoja de ruta. Y es así para todos, salvo la mascarilla para los dos pequeños, los nuevos alumnos de Infantil, que al tener menos de seis años no están obligados a ponérsela. Precisamente, estos dos menores comparten clase la mayor parte del día con el resto de alumnos, aunque hay una clase habilitada para ellos en la primera planta del quejumbroso edificio en la que están unas dos horas al día, cuando acude el profesor de refuerzo para Infantil. Mientras tanto juegan al fondo del aula en la que Susana González, la tutora, imparte clases al resto.
No solo es más fácil mantener la distancia de seguridad, sino también que al ser un solo grupo de convivencia estable no ha sido necesario diseñar distintos itinerarios de entrada y salida al colegio para que no se puedan juntar entre sí. «Aquí, que toquiteen las barandillas y los pomos no nos importa tanto porque es un grupo e interactúan entre ellos todo el rato», señala. En el colegio de Igea, del mismo CRA, la situación es diferente, son cuatro grupos de convivencia estable, los llamados burbuja, y cada uno tiene su clase y su baño.
Publicidad
Únicos en clase y en el pueblo
En Grávalos, los ocho alumnos son también los ocho únicos niños del pueblo por lo que la vida de los pequeños discurre en paralelo prácticamente desde que se levantan hasta que se acuestan y, por ejemplo, cuando juegan en el parque «no hay que estar tan pendientes de decirle al Ayuntamiento que lo clausuren». Lo mismo en educación física cuando termina la clase. «No hace falta desinfectar cuarenta veces», cuenta Herce. Esto no significa que se relajen las medidas higiénico-sanitarias. Todos los días el Consistorio gravaleño desinfecta el centro y se extrema la limpieza diaria del colegio.
Lo cierto es que las reducidas dimensiones aportan cierta tranquilidad que permite centrarse más en la verdadera misión de los colegios.
Susana González, aunque tenía experiencia previa en una escuela unitaria en Cordovín, solo lleva dos semanas como tutora en Grávalos pero ya conoce las ventajas porque «son pocos alumnos y los puedes tener muy controlados». Ella se encarga de coger cada día el termómetro, tomar la temperatura a sus ocho pupilos y vigilar para que lleven puesta la mascarilla. «Como llevan muchos años juntos dentro y fuera e incluso hacen los deberes juntos están muy integrados y saben perfectamente las normas que deben seguir. No dan ni un problema ni medio».
Publicidad
Colegas de Susana en otros centros le han confesado cierta envidia. «Me dicen: Ay, qué pocos alumnos, ocho. Y yo les digo: sí, sí, pero dentro de los ocho hay uno de quinto, uno de sexto, tres de cuarto, dos de primero de Infantil. Variadito todo. Cuando llego a mi casa, llego agotada», ríe.
Precisamente, aquí, explica González, está la desventaja, que cada uno es de un curso diferente, es decir, dentro de la misma clase conviven varios niveles educativos, incluido Infantil cuando no está el profesor de apoyo, y «aunque ya tengo asumido el tiempo de cada uno, tengo que dividir la misma clase para que todos estén atendidos».
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión